El Veraz 
Portada
Audio y Video
Los 10+
Raíces
La otra Cara
Documentos
Reconciliación
Estadísticas
Victimas Cubanas
Galería de Puerto Rico
Isla del Encanto
Galería de Cuba
La del Turista
La del Cubano
Rostros Cubanos
Nostalgia Cubana
Búsqueda
Buscar en ¨El Veraz¨
Internacionales
Sitios de Puerto Rico
Sitios de Cuba
Artículos anteriores
Artículos anteriores
Divulgue la verdad
Imprimir Articulo  
Envie Articulo  
A Favoritos  
| El Veraz. | San Juan, Puerto Rico |
Por suerte no ganamos

"El cubano-argentino Jorge Masetti -ex colaborador del Departamento América de Fidel Castro y yerno de “Tony” de la Guardia- repasa con franqueza los años en que trabajó al servicio de los aparatos de seguridad cubanos, cumpliendo arriesgadas misiones en el continente.

La larga marcha del castrismo por América Latina ha encarnado para gran parte de la intelectualidad progresista y un sector del ala izquierda de nuestras sociedades una empresa épica y romántica. La lucha de los desposeídos contra los poderosos. Una guerra necesaria. Miles de jóvenes latinoamericanos recibimos instrucción en unidades militares cubanas para extranjeros; las míticas “Punto Cero” y “Los Petis”. Fuimos los seguidores del “Che” y de Fidel Castro. Cuba, con “generosidad revolucionaria”, nos ofreció campos de entrenamiento e instructores.

Con empeño aprendimos a fabricar explosivos, también tiro de infantería, defensa y técnicas de atentados. En las calles de La Habana desarrollamos las prácticas operativas de enmascaramiento, chequeo, contrachequeo, carga y descarga de buzones, pases rápidos, comunicaciones. En fin, todas las prácticas necesarias para convertirnos en verdaderos conspiradores, en los futuros comandantes de la revolución latinoamericana.

En nombre del “pueblo”, y sin pedirle permiso, comenzamos la guerra para su liberación. Mal aderezados con algunas nociones de marxismo leninismo, el “Qué Hacer” de Lenin y “La historia me absolverá” de Fidel Castro bajo el brazo y, por supuesto, con pistola en la sobaquera, comenzamos nuestra guerra.

Los muertos fueron por miles. La reacción del enemigo no se hizo esperar: las dictaduras militares ennegrecieron la geografía de nuestro continente. Con salvajismo imperdonable, en nombre de la Doctrina de Seguridad Nacional, los militares asesinaron, secuestraron, desaparecieron a todo aquello que oliera a izquierda, a militancia popular, a activismo obrero. La represión fue total y destructiva.

También en Cuba, aprendimos a ser firmes y severos; “ante la duda mátalo” preconizaba el Che. Los compañeros que planteaban dudas eran catalogados de inmediato como pusilánimes pequeños burgueses, objetivamente aliados al enemigo. Los disparos en la nuca, muchas veces, solucionaron de manera tajante las discusiones políticas.

El asesinato en 1975 del poeta y revolucionario salvadoreño Roque Dalton, por manos de sus propios camaradas, es ilustrativo y nada excepcional. ¿Acaso no habían actuado del mismo modo nuestros mayores, los cubanos, tanto en la Sierra Maestra durante la lucha contra Batista, como después de la toma del poder en 1959 con los pelotones de fusilamiento? Eutimio Guerra, campesino y posible delator, fue ejecutado por el propio Guevara en las montañas insurrectas cubanas. Después vinieron otros, los que no entendieron que las elecciones, la prensa libre y la democracia eran “patrañas” del enemigo.

Así, fue pasado por las armas en 1961 el comandante rebelde Sori Marín. Así, fueron condenados a veinte y treinta años de cárcel, respectivamente, el comandante guerrillero Huber Matos y Mario Chanes de Armas. Este último fue incluso compañero de Fidel Castro en el ataque al cuartel Moncada, en el posterior presidio y más tarde en el desembarco del Granma. Ambos pagaron hasta el último día de condena. ¿Su delito? Haber renunciado públicamente a la “hermosa tarea” de instaurar la dictadura del proletariado, representada y ejercida por el máximo líder, Fidel Castro.



A pesar de la derrota en nuestros países de origen, algunos quedamos con vida y escapamos al exilio. Mientras tanto, en Cuba nuevos reclutas se entrenaban como combatientes para enfrentar las dictaduras. Incluso algunos, sobre todo chilenos, se graduaban en escuelas como oficiales regulares de las Fuerzas Armadas.
A pesar de la derrota, persistimos, ya contábamos con nuestro propio ejército; éramos los muchachos de FIDEL.

En Nicaragua, en 1979, nos pudimos medir con el enemigo. Chilenos, argentinos, salvadoreños, uruguayos, incluso etarras vascos y brigadistas italianos, asistimos a la convocatoria de la revolución de Fidel. Allí estábamos junto a nuestros hermanos sandinistas en los momentos finales de la guerra contra Somoza. Con ellos festejamos el triunfo. Juntos reprimimos y aniquilamos a lo que quedaba de las fuerzas somocistas. En nombre del internacionalismo proletario, algunos nos integramos a los nuevos y revolucionarios órganos de la Seguridad del Estado Sandinista. Y no sólo combatimos a la “Contra” de la ex Guardia Nacional, sino también a aquellos burgueses que habían luchado contra Somoza y que después del triunfo -creyéndose el cuento de la democracia- exigían elecciones libres, pretendiendo arrancarles con sufragio lo que los sandinistas, los revolucionarios, habían conquistado a punta de fusil.

En Cuba, los jefazos de Tropas Especiales nos recibían como sus pares. Casas de protocolo o de descanso en la playa estaban a disposición de los cansados guerreros.

Durante los años ‘80, las dictaduras del Cono Sur fueron cayendo, pero no como queríamos nosotros ni Fidel, pues los fusiles hacía rato se habían silenciado. De cualquier modo, se combatía en El Salvador y en Guatemala. Y en Chile, aún estaba Pinochet. Allí sería distinto. El MIR era ya casi inexistente, pero los muchachos del Frente, los jóvenes del PC, ya fogueados en Nicaragua y en tierras africanas, eran verdaderos oficiales cubanos y habían emprendido el camino de la lucha armada en su país. Incluso Fidel los apoyaba.

Hasta el propio general Alejandro Ronda, jefe de las Tropas Especiales cubanas, se había embarcado en una operación para entregarles toneladas de “fierros” en Carrizal Bajo. Con esas armas, a bolina con las componendas burguesas para lograr la democracia sin derramamiento de sangre. Allí tomarían el poder los revolucionarios. Allí sí se haría la revolución como en Cuba y Nicaragua.

Pero no, a Chile también llegó la democracia después de un plebiscito. La dictadura del proletariado debía esperar. De cualquier modo los frentistas más duros, con apoyo cubano y escindidos del PC, seguirían peleando, golpeando a los burgueses. Y ese senador Guzmán, el que se oponía a las relaciones con Cuba, desarmado y sin escolta, fue abatido por el Frente en 1991.

También el FPMR fue derrotado. En El Salvador y Guatemala se negoció la paz. De los muchachos de Fidel, quedamos pocos. Los que no murieron están en presidio, y los sobrevivientes con sus vidas destrozadas. Otros se ocultan en la isla, pendientes aún de una nueva misión del Comandante. El eterno Comandante, envejecido y balbuciente, con 42 años en el poder, y ni pensar de que se vaya.

Y de verdad lo siento, pero por suerte, no ganamos.


Inicio | Puerto Rico | Cuba | Internacionales | La otra Cara | Cartas de Cuba | Conózcanos
© Fecha de Fundación 30 de Julio 2003 El Veraz - Derechos Reservados