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| Semanario El Veraz | San Juan, Puerto Rico | |

La televisión en Cuba: comienzo y final de la diversión

Por Armando López

El 24 de octubre de 1950, el dueño de Unión Radio, el animador Gaspar Pumarejo, inauguró, desde el patio de su casa en Mazón 52, esquina a San Miguel, en La Habana, el canal 4 de televisión.

Lo primero en aparecer en unas pocas pantallitas de 17 pulgadas, colocadas en comercios de la capital, fue una cajetilla de cigarros Competidora Gaditana, acompañada de una guaracha de Ñico Saquito, seguida de las felicitaciones del presidente Carlos Prío y de una fiesta, en los jardines, entre estrellas de cine mexicanas, como Pedro Armendáriz, y cubanas como Carmen Montejo y Raquel Revuelta.

Con Unión Radio Televisión nacía la televisión en Cuba.

Para Goar Mestre, dueño del circuito radial CMQ, fue un golpe duro. Había construido Radiocentro, en 23 y L, en el Vedado –esquina que sería el corazón de La Habana–, para albergar los más sofisticados estudios de radio y televisión del continente. Desde el monumental edificio –el primero con aire acondicionado central en la isla– había anunciado que, en un plazo de tres años, CMQ comenzaría a operar la televisión en Cuba.

Mestre contaba con el financiamiento de la fábrica de televisores Dumont y del mexicano Emilio Azcárraga, y el apoyo técnico de la cinematográfica Warner Brothers. ¿Cómo era posible que su antiguo subordinado en CMQ, con pocos recursos, se le adelantara y lanzara la televisión en la isla?

La TV en el mundo

Las primeras emisiones de televisión las había efectuado la BBC en Inglaterra, en 1927. En 1930 la siguieron la CBS y la NBC en Estados Unidos. El 30 de abril de 1939, una televisión casi de juguete transmitiría la inauguración de la Exposición Universal de Nueva York. Pero en 1949, los estadounidenses ya disfrutaban en la pequeña pantalla del show del comiquísimo Jack Benny. El 31 de agosto de 1950 comenzó la televisión en México, le siguió Brasil el 18 de septiembre, Cuba el 24 de octubre.

Mestre, graduado de negocios en la prestigiosa Universidad de Yale, no podía entender cómo el autodidacta Gaspar Pumarejo, desde un patio, había logrado lanzar un canal de televisión. Pero Pumarejo sabía vencer obstáculos. Había sido vendedor de telas en la calle Muralla, cantante de tangos y, a base de ganarse la vida, había entrenado la sonrisa y logrado convertirse en el imprescindible de la radio cubana.

El vasco que había llegado a Cuba con 8 años había aprendido a batallar, a competir y a triunfar. Había logrado que la firma Crusellas lo colocara de animador del programa estelar de la época: Fiesta Radial Jabón Candado.

Cuando Mestre compró CMQ, contrató a Pumarejo como su jefe de programación. Pero el carismático animador era ambicioso. Apenas un año después, adquirió Unión Radio y se convirtió en competencia de CMQ, con el apoyo de la Radio Cadena Azul, de Diego Trinidad, el magnate de los cigarros Trinidad y Hermano. En 1950, con el lanzamiento de la televisión, entre Pumarejo y Mestre la guerra estaba declarada.

Un remoto de Grandes Ligas

Pumarejo consiguió ganar a Mestre una batalla el 24 de octubre, cuando logró transmitir por control remoto –utilizando un globo aerostático– un juego de pelota de Grandes Ligas, patrocinado, nada menos, que por la petrolera Esso Standard Oil. Dada la falta de estudios, el canal 4 se especializaría en transmisiones en remoto. La lucha libre, el boxeo y espectáculos en teatros se convirtieron en espacios habituales para los televidentes cubanos.

El 18 de diciembre saldría al aire el Canal 6, de Goar Mestre, CMQ Televisión, con un programa dramático escrito por Marcos Behemaras y protagonizado por Alejandro Lugo. CMQ era una filosofía. Mestre respetaba a los creadores. No censuraba nada y tenía la sabiduría de tener a tres publicitarias que producían programas: Siboney, Crusellas y Sabatés.

Pero Pumarejo no se quedaba atrás. Creó Hogar Club, organización que agrupó a cientos de miles de amas de casa, rifaba autos y casas. En 1957, este genio de la publicidad realizó en el estadio de El Cerro el Festival 50 años de Música Cubana, reencuentro de los artistas cubanos residentes en el extranjero, junto a boricuas como Tito Puente y Tito Rodríguez y al bolerista chileno Lucho Gatica.

Para ese monumental espectáculo, Pumarejo mandó a buscar desde Francia a Humberto Cobo, Rudy Castell, Antonio Picallo y Raúl Zequeira. De España trajo a Antonio Machín, Raúl del Castillo y Zenaida Manfugás. Desde Turquía a Mariano Barreto. De México a Gilberto Urquiza y Everardo Ordaz .Desde Estados Unidos vinieron Mario Bauzá, René Touzet, Vicentico Valdés, Gilberto Valdés y Machito.

Cuba exportaba televisión

La fuerte competencia entre Mestre y Pumarejo contribuyó a que un lustro más tarde Cuba exportara técnicos de televisión y libretos de telenovelas a todo el continente, y a que La Habana se convirtiera en capital de la música popular. Nat King Cole vendría a grabar con la orquesta de Armando Romeu. Edith Piaf, Frankie Laine, Johnnie Ray, Pedro Vargas, Katyna Ranieri y otras estrellas de la música internacional colmarían los cabarets Montmartre, Tropicana y Sans Souci, gracias a la televisión.

En 1958, Cuba contaba con 25 transmisores de televisión con una potencia de 150.5 kw instalados en La Habana, Matanzas, Santa Clara, Ciego de Avila, Camagüey, Holguín y Santiago de Cuba. Tres cadenas nacionales con siete transmisores cada una. CMQ Televisión, Unión Radio Televisión y Telemundo. Los 4 transmisores restantes estaban instalados en La Habana (3) y en Camagüey.

La publicidad en Cuba era la mejor de América Latina. En las agencias trabajaban escritores como Justo Rodríguez Santos, Carballido Rey, Marcos Behemaras e Iris Dávila; directores de televisión como Roberto Garriga, Ernesto Casas y Caiñas Sierra; diseñadores como Martínez Pedro y René Portocarrero. Se publicitaban no solo productos cubanos, también de México, Puerto Rico y Colombia. Se llegó a crear una escuela de publicidad cubana, con pegajosos comerciales cantados ( jingles), como “Café Pilón, sabroso hasta el último buchito”, y la popularísima saeta “esos aplausos son para Magnesúrico”.

Los humoristas Garrido y Piñero, Celia Cruz y la locutora Consuelito Vidal eran contratados por Siboney. La cantante Rita Montaner y la actriz Minín Bujones lo eran por Crusellas. ¿Qué ponía CMQ? Los estudios y los técnicos. Aunque también tenía artistas y nueve directores contratados. Había una estrecha colaboración entre CMQ y las publicitarias. Joaquín Condal, que cobraba por CMQ, producía para una publicitaria el estelar Jueves de Partagás.

Se acabó la diversión

La programación de CMQ era una fiesta de música y humor. Contaba con los mejores cómicos de Cuba: Alvarez Guedes, Garrido y Piñero; Leopoldo Fernández con su Tremenda Corte; Lita Romano; Luis Echegoyen con el personaje de Mamacusa Alambrito; Manela Bustamante e Idalberto Delgado eran Cachucha y Ramón; Lilia Lazo era Popa.

Los más famosos cantantes: Olga Guillot, Celia Cruz, Fernando Albuerne, Blanca Rosa Gil y La Lupe se presentaban en sus estelares Casino de la alegría y Jueves de Partagás.

Pero el primero de enero de 1959, el trovador Carlos Puebla auguró con su guaracha: “Se acabó la diversión, llegó el Comandante y mandó a parar”.

Fidel Castro se haría omnipresente a través de la pequeña pantalla en todos los hogares cubanos. Sus maratónicos discursos ocuparían noches enteras, desplazando al resto de la programación.

El 6 de agosto de 1960 todas las plantas de radio y televisión pasarían a integrar el ICR (Instituto Cubano de Radiodifusión), luego ICRT (Instituto Cubano de Radio y Televisión).

Más de medio siglo después, los estudios de televisión en Cuba siguen siendo los mismos de CMQ.

Escritores, directores y artistas trabajan bajo la lupa ideológica: con la revolución todo, contra la revolución nada.

Sería injusto callar que, con apenas recursos, la creatividad del cubano ha logrado hacer algunos programas de calidad, pero el pueblo espera la película del sábado.

La historia de la televisión cubana está signada por tres hombres: Gaspar Pumarejo, Goar Mestre y Fidel Castro.

Los dos primeros la crearon. El Comandante la convirtió en un instrumento para alimentar su mito.
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