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| Semanario El Veraz | San Juan, Puerto Rico | |
Osvaldo Alfonso Valdés: ¿el Judas de la disidencia cubana?

Por Luis A. Rodríguez
luisorguez@aol.com

 

Hasta un país tan distante como Suecia a donde tuvo que ir a parar luego de que Washington le retirara la visa de refugiado político, este ex militante de la Juventud Comunista y luego Presidente del opositor Partido Liberal Democrático Cubano, vuelve a dar argumento a quienes lo acusan de colaboracionista e impostor.

Y no es para menos. Según una fuente vinculada a opositores cubanos en Estocolmo comentó -a condición de preservar su anonimato- el Sr. Osvaldo Alfonso Valdés, hasta hace poco Director General y analista político de Misceláneas de Cuba, se vio obligado a abandonar su cargo luego de varios años de trabajo en esa prestigiada revista opositora.

De acuerdo a la propia fuente, el asunto se desencadenó tras descubrirse un hecho de corrupción en que lo responsabilizan por la malversación de fondos destinados no sólo a la revista, en la que ha generado una situación crítica, sino también a otros proyectos que involucran a activistas de la disidencia interna, a los que dejó en la encrucijada.

Nuestra fuente, también conectada al Centro Internacional Liberal Sueco (SILC, por sus siglas en inglés), agregó que el escabroso asunto se maneja con discreción para evitar un escándalo, pero aseveró que ya se conoce que desvió una importante suma de dinero para su uso personal, mostrando que es capaz de traicionar hasta a sus propios amigos que le ayudaron a su llegada a Suecia.

En efecto, parece que este ex prisionero político – como gusta presentarse en frecuentes entrevistas y eventos- volvió a quitarse la máscara y con su recurrente actitud intenta enlodar, una vez más, la imagen de la oposición cubana dentro y fuera de la isla, cuestión que –como se conoce- coincide con aquella tradicional práctica de la dictadura de tratar de afectar la credibilidad internacional de los activistas pro-democráticos cubanos.

¿Será ello pura coincidencia? Pareciera que no, pues no es la primera vez que asume una actitud tan pérfida, pretendiendo ponerla en entredicho. Baste recordar que en los amañados juicios sumarísimos que siguieron a la ola represiva de la Primavera Negra de 2003, reconocidos opositores denunciaron su traición.

El Sr. Valdés cometió un acto de deslealtad calculada contra sus compañeros de forma sorpresiva y artera, al presentar una declaración anteriormente preparada, convirtiéndose en la práctica en testigo de la policía política contra nosotros…”, denunciaba así el prestigioso periodista y economista independiente Oscar Espinosa Chepe (fallecido).

Tal acusación circuló públicamente en documento firmado por un número considerable de reconocidos opositores que fueron sentenciados a largos años de prisión, debido a las “evidencias” presentadas por la fiscalía, entre ellas las prefabricadas “declaraciones” del Sr. Valdés, unidas a las de otros varios agentes de la policía política, destapados por aquellos días.

Pero fue el propio régimen el que mostró constancia documental de esa felonía. En la televisión estatal (única) cubana apareció luego un temeroso Osvaldo Alfonso leyendo una declaración en la que reafirmaba las falsas acusaciones de la policía política en contra de los disidentes encarcelados, y señalaba a la Sección de Intereses de Washington en La Habana (USINT Havana) como responsable de dirigir y financiar a la disidencia. El Sr. Valdés se mostraba “arrepentido” de sus actividades como opositor al régimen y rogaba una oportunidad pues, según dijo, él no era como los demás disidentes acusados.

Y en esto último sí que tenía razón! Claro que él no era (ni es, ni será) como sus antiguos compañeros de lucha (si es que él alguna vez lo fue en realidad) a quienes envió a la crucifixión, y aunque primero intentó desmoralizarlos siguiendo lo dictado por la seguridad castrista, no logró mellar en lo más mínimo la entereza de los condenados, ni mucho menos la moral de la disidencia en su conjunto.

Por eso no fue arbitraria la decisión de Washington de retirarle la visa de Refugiado Político. Tampoco fue injusta su expulsión del Partido Liberal Democrático Cubano. Hasta su esposa Claudia Márquez Linares, periodista independiente de la agencia “DECORO”, avergonzada por la actitud de su esposo decidió abandonarlo y rehacer su vida en los Estados Unidos.

Abrumado con esa pesada carga, arribó a Suecia en el 2005. Parecía que sus tiempos de “opositor” ya habían acabado, o que al menos por vergüenza mantendría un bajo perfil. Sin embargo, de manera extraña, no tardó en resurgir de sus cenizas, intentando convertirse con la ayuda de amigos liberales suecos a los que manipuló, en vocero del anticastrismo en ese país.

Lamentablemente el Sr. Valdés continúa con declaraciones inconcebibles en Suecia, algunas repugnantes, donde trata de justificar su innoble conducta (en el juicio) con una supuesta intención de garantizar protección a su hijo. “…para él las decenas de personas que ayudó a condenar con sus falacias no tienen hijos, esposas, madres y demás familiares…”, denunció el reconocido líder opositor Héctor Palacios Ruiz (condenado a 25 años de prisión)

El Sr. Palacios Ruiz junto a otras reconocidas figuras de la disidencia cubana se opusieron tajantemente a que se pudiera ver en el Sr. Valdés a una representación genuina de los prisioneros de conciencia juzgados en marzo de 2003, como evidentemente él pretendía presentarse en Europa.

Pero ello tampoco le importó, como si su pasado no pesara sobre su conciencia, y no tardó en mostrarse nuevamente, en esta ocasión como corrupto, oportunista, como un individuo en el que no se puede confiar y que con su abyecta actitud no sólo pareciera estar buscando empañar la imagen de la oposición, sino además desacreditar al exilio, a nuestra diáspora, y de paso dejar mal parados a los liberales suecos, que siempre han sido solidarios.

¿A quién sirve en realidad el Sr. Valdés? Decididamente no es a la causa de la disidencia cubana, pues -como JUDAS- siempre termina traicionándola, aunque luego se invente justificaciones concebibles sólo en la imaginación de una persona tan deshonesta y codiciosa como cobarde, a quien la policía política supo utilizar a su favor (quien sabe si aún), al igual que hizo el sanedrín con Judas Iscariote

 


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