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| Semanario El Veraz | San Juan, Puerto Rico | |
¿Quiénes son los homófobicos?

Por Luis Cino

¿Como viene ocurriendo desde hace nueve años, este 17 de mayo el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) ha vuelto a celebrar, con la habitual conga, las banderas con los colores del arco iris y la repartición gratuita de condones, el Día Mundial contra la Homofobia.

Tal vez la pachanga de Mariela Castro y sus cortesanos del Cenesex, con el lema de “socialismo sí, homofobia no”, sirva para aliviar los remordimientos —si es que tienen alguno— de los mandantes homofóbicos de ayer, que son los mismos de hoy y siguen sin arrepentirse ni pedir perdón por lo que hicieron con “ese tipo de gentes”, como llamaban a los homosexuales, a los que tenían por enfermos mentales, pervertidos, aberrados y antisociales.

Mariela Castro, a pesar de lo entusiasta que suele mostrarse en estos ‘fetecunes’, no se hace muchas ilusiones respecto a la consecución plena de los derechos de los homosexuales y transexuales. Varias veces se ha quejado de la homofobia existente entre los policías y los militares del ejército de su papá, y de que no prosperan sus gestiones en pro del matrimonio igualitario en la Asamblea Nacional. Ha dicho que a veces tiene la impresión de que libra una batalla perdida de antemano. Pero no ceja en su empeño. La tozudez le viene de familia. Como su papito, lo suyo es sin prisa y sin pausa…

De cualquier modo, “la perrísima Mariela”, como la llaman ciertos homosexuales que disfrutan los llamen así y no de otro modo y menos con eso de las enrevesadas siglas LGBTI, no se desanima y hace lo que puede en el intento de convencer a papá y sus generales para que sean un poquito más liberales (los diputados son lo de menos, ellos aplauden y aprueban lo que sea que ordenen los jefes).

¡Bravo por la princesa Mariela! Aunque sólo defienda los derechos de una minoría. Donde nadie tiene derechos, por los derechos de alguien hay que empezar…

Pero para atenuar las culpas de sus parientes y sus subordinados, que no quiera Mariela Castro hacernos sentir culpables con esa historia de que los cubanos somos un pueblo homofóbico y machista.

Aprendimos desde pequeños que los varones no lloran, no juegan de manos, hablan fuerte y se fajan para hacerse respetar. Pero nuestros padres nunca nos dijeron que había que discriminar y odiar a los gais. Eso intentaron inculcarnos, bajo distintos pretextos pero sin mucho éxito, en las escuelas donde aspiraban a convertirnos en el hombre nuevo, inmune a todo tipo de “blandenguerías”.

Los de mi generación, muchos años antes de la cruzada de Mariela y el CENESEX, cuando aún perseguían a los gais por antisociales y los podían enviar a la cárcel por cualquier pretexto, descubrimos que pueden ser buenos amigos, no necesariamente interesados en tu portañuela, sino cómplices en la conquista de la mujer de tus sueños, estilistas de tus greñas rebeldes, médicos de cabecera, los mejores intérpretes al piano de Rachmaninov, Mozart o Michel Legrand, verdaderas enciclopedias cinematográficas, expertos en preparar y servir el té, inigualables anfitriones de tertulias literarias, etc.

Mariela Castro quiere enseñarnos, con lo machistas que dice ella que somos los cubanos, a tolerar a los homosexuales. Como si fuésemos nosotros los culpables de las UMAP, las recogidas de locas, el parametraje y otras barbaridades similares ordenadas por sus muy machos, remachos y testosterónicos parientes de mentalidad montuna y guerrillera en los tiempos en que poco faltó para que cazaran a las pájaras a cañonazos. ¡Habrase visto cara dura!.


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