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| Semanario El Veraz | San Juan, Puerto Rico | |
Todos los cubanos hablamos inglés

Por Luis Cino

La exigencia de saber inglés para graduarse de una carrera universitaria pudiera parecer razonable en cualquier país del mundo, pero en Cuba resulta irracional. Es conocida la falta de maestros en el país en los últimos 25 años y las desastrosas soluciones emergentes halladas para cubrir el déficit. Y los profesores que más escasean son los de inglés. Los que hay son también los de peor calidad.

La enseñanza del idioma inglés en secundaria básica y preuniversitario es pésima, “por arribita”. Hay escuelas en que los alumnos son examinados y aprobados sin apenas haber recibido clases de inglés en el curso. ¿Cómo se las arreglarán en la universidad? No todos pueden recurrir a los profesores particulares, que suelen cobrar cara, en CUC, la hora de clases. Y los resultados de estas lecciones pueden ser dudosos. Algunos de estos profesores son improvisados, sin dominio de las técnicas pedagógicas, que se aprenden de carretilla el Spectrum, el Follow me o cualquier otro método que caiga en sus manos.

En mis tiempos de estudiante, cuando no era tan aguda la falta de maestros, la enseñanza del inglés, el idioma del enemigo, era tenida a menos, una mera formalidad, no se le daba importancia. Incluso hubo un momento, en los años 70, en que en algunas escuelas enseñaban ruso —también pésimamente— en lugar de inglés. Hasta por Radio Rebelde había clases de ruso.

Los alumnos que mostrábamos demasiado entusiasmo por el idioma inglés éramos mirados con suspicacia. ¡Y ay si nos pillaban con canciones de The Beatles copiadas en las libretas! No había forma de quitarse la mancha en el expediente escolar por “diversionismo ideológico”.

No obstante, a muchos de mi generación les ocurrió como a mí: cuando llegamos a la universidad debíamos más a las canciones de la WQAM y el American Top 40 de Casey Kasem que al inglés que nos enseñaron en las escuelas.

Debido a la fuerte influencia estadounidense en Cuba, el habla de los cubanos —muchos de los cuales se hacen llamar Johnny, Charlie, Robert, Tommy, Jackie, etc.— siempre ha estado llena de anglicismos, o mas bien americanismos. Y también la toponimia. Un chachachá de los años 50 decía: “Hoy la bodega grocery se llama aquí/ La barbería hoy se llama barbershop/ Al entresuelo hoy le dicen mezzanine/ y la azotea en penthouse se convirtió./ Hasta el fotuto del fotingo ya cambió,/ se llama claxon y hasta toca el chachachá/ La romería con picnic se confundió/ y hasta a la fonda ya le dicen restaurant”.

Fidel Castro, que presumía de su horrible pronunciación del inglés (¿se acuerdan de aquella entrevista de 1959 que concedió a un periodista norteamericano, en que aparecía en pijama, con su hijo Fidelito y un perrito?), enfrascado en su americanofobia, se esforzó por acabar con la influencia yanqui. Pero consiguió lo contrario: lejos de disminuir, la americanización de los cubanos ha aumentado en las últimas décadas.

Hoy, ni los policías, por muy brutos que sean, utilizan el feísimo “oká” que intentaron implantar una vez los mandamases en lugar del OK. Y brother, man and my friend son tan utilizados como asere, ambia y mi socio.

Autosuficientes que somos, igual que nos consideramos los más listos, los mejores bailadores y los amantes más fogosos, nos creemos que todos hablamos inglés. Como si fuera un don divino o lo trajéramos incorporado al ADN.

Lo mismo en Hialeah que en El Vedado, en Marianao que en Kendall, chapurreamos y disparatamos de lo lindo, sin arredrarnos. Y si no nos entienden, no importa. “Total, si los yanquis hablan tan enrevesado que ya casi no se entienden ni entre ellos”, me dijo un amigo que vive en Miami desde 1980.

En las calles de La Habana, hay que escuchar a jineteras y pingueros, o a los que proponen a los turistas, “yo poder conseguir to you, si you querer, habanos, chicas, chicos, room for rent, marihuana, todo okey, bueno, good, de primera”. Siempre con mucha “ou”, mucha “ei”, arrastrando las erres, cual los sioux de una película B o Kunta Kinte doblado en Madrid por un andaluz, como si así se hicieran entender mejor.

Y no quiera ver los mensajes de amor que “textean” las jineteras que dicen saber inglés. Lo más probable es que “I love you”, sea lo único bien escrito, si acaso…

A propósito de disparates. Del “I don´t feel like do it”, la negativa de los turistas a aceptar los servicios de las jineteras, salió el “nofilduit” que utilizan los aseres, con deje de spanglish del Bronx, para decir que algo falló, que no sirvió.

Es frecuente que cuando a un cubano le pregunten si sabe inglés, conteste: “Un poco, me defiendo, lo entiendo más o menos”… ¿Se conformarán con eso en el Ministerio de Educación Superior?


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