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| El Veraz. | San Juan, Puerto Rico |

Armando Romeu el Magisterio

 

Adjudicar títulos siempre es tarea de alto riesgo, pero si hubiese que señalar a alguien con méritos suficientes para aspirar al título de máximo difusor del jazz en Cuba, ese sería Armando Romeu.

Nacido en 1911, cuando todavía el sonido negro de New Orleans no había llegado al largo lagarto verde que le queda al sur, Romeu ha sido el paladín de una misión que de por sí sola bien le hace merecedor de aquel lauro: él ha sido el maestro por excelencia de cientos y cientos de jazzistas cubanos, al punto que en determinado momento llegó a tener 1 200 alumnos de una vez, algunos directamente y otros por correspondencia.

Méritos musicales aparte, Armando Romeu pudo acometer tan titánica labor gracias a que las autoridades de la Berklee School of Music le donaron hace ya mucho tiempo su excelente curso, que ni tardo ni perezoso él tradujo al español, e incluso al Braille, para que ninguno de sus compatriotas amantes del género se viera privado de aprenderlo.

Miembro del prestigioso y extenso clan musical de los Romeu, Armando nació el mismo año en que su tío Antonio María, el bien llamado Mago de las Teclas, fundara su famosa orquesta danzonera. En semejante ambiente, nada raro que desde muy temprano Armando se sintiese conquistado por la música: ya a los ocho años tocaba la flauta en la Banda Militar de Regla (que dirigía su padre) y después, todavía niño, hacía las suplencias al flautista de la popularísima orquesta de su tío.

Pero Armando sólo sería súbdito del danzón hasta un día de 1924, cuando después de terminar la tanda que hacía con la típica de su padre en el Jockey Club, se quedó a escuchar la banda del estadounidense Ted Naddy. "Aquella música me embrujó —ha confesado el maestro. Me parecía música de otro mundo. Tanto fue así, que al terminar la temporada le compré su instrumento al saxofonista de Naddy y tres o cuatro años más tarde ya estaba yo tocando con su mismísima banda en el hotel Almendares".

Eran los tiempos en que diversos grupos jazzísticos norteamericanos se daban a conocer en la isla y Armando, todavía adolescente, trabajó con varios de ellos. Después, también lo haría con las primeras bandas cubanas. Comenzaba a adentrarse en el jazz, a conocer sus vastas posibilidades cromáticas, el encanto de la improvisación, la complejidad de los pasajes armónicos y orquestales, sin sospechar que el cabo sería su máximo propulsor en Cuba.

Romeu no habría sido el maestro de maestro que es, sin ser él mismo un excelente saxofonista. Mario Bauzá (que coincidentemente nació el mismo año que Armando, como si el azar hubiese querido unir en una misma fecha a dos gigantes del jazz cubano), lo invitó a tocar con él infinidad de veces en el cabaret Montmartre y siempre le dedicó los más encendidos elogios. Casi al final de su vida, entrevistado por Down Beat, Bauzá declaró que Romeu era uno de los mejores saxos tenor con que había trabajado.

Y en efecto, el maestro era capaz de atacar los pasajes más difíciles con la mayor soltura y rapidez, hasta el punto que si la épica de su magisterio no lo hubiese consagrado, de todas formas habría sido célebre como instrumentista.

"Creo que hice un buen aporte en ese sentido —admite Romeu sin faltar a su modestia. Ejecutar una obra implica la participación de la personalidad y del juicio del ejecutante. La velocidad, la intensidad, la creación de efectos, el ejercicio controlado de la libertad expresiva en las improvisaciones: ahí es donde el ejecutante demuestra su emoción y su propio sentido musical. Y yo traté de transmitirles eso a mis alumnos y a los músicos que trabajaron conmigo".

En 1933, Armando Romeu creó su propia formación tipo jazz band y en 1940 la orquesta Bellamar, que de hecho, desde 1942, se convirtió en la del cabaret Tropicana. En una de las tres ocasiones en que Nat King Cole actuó en el bien llamado paraíso bajo las estrellas, se admiró tanto de la banda de Romeu que envió un mensaje a los Estados Unidos pidiendo a los técnicos que grabarían un LD suyo en español, que vinieran a Cuba, "... porque la orquesta que yo necesito está aquí". El cantante negro norteamericano, por añadidura, pidió a Romeu que le hiciera los arreglos al tema "Quizás, quizás", pues no le gustaba el que le había hecho cierto célebre jazzista estadounidense cuyo nombre no mencionamos para no herir susceptibilidades.

En 1967, cuando Romeu llevaba 25 años dirigiendo en Tropicana, fue llamado para fundar, junto con los maestros Rafael Somavilla, Manuel Duchesne Cuzán y Tony Taño, una banda que hizo época en la música cubana en general, y en particular en el jazz: la Orquesta Cubana de Música Moderna (que por demás, fue la primera de la isla en interpretar rock y la música de los Beatles, al menos en grandes escenarios).

"Me entregaron una lista de músicos —recuerda Romeu— y me preguntaron si quería dirigirlos. ¿Cómo no iba a querer, si eran los mejores músicos cubanos del momento? La Orquesta Cubana de Música Moderna fue una escuela donde yo aprendí tanto como ellos".

Por aquella lamentablemente desaparecida banda pasaron verdaderos talentos jazzísticos, entre ellos Chucho Valdés, Carlos Emilio Morales, Paquito D’ Rivera, Enrique Plá y Carlos del Puerto.

Y el que más y el que menos contrajo una deuda con el magisterio prodigioso de Armando Romeu. Una simple revisión de esos nombres revela que la Orquesta Cubana de Música Moderna propició un conocimiento y un entrenamiento nada ajenos a la inmensa calidad que luego mostraría la banda líder del jazz cubano, Irakere.

Ahora bien, ¿qué piensa el maestro Romeu sobre los jazzistas cubanos de hoy día?

"Están más avanzados que los de los Estados Unidos. Lo digo sin falsos orgullos nacionalistas. En el mundo no hay un tenorista como Averhoff, ni un saxofonista como César López. En el piano tenemos prodigios: Chucho, López-Nussa, Rubalcaba... Y todos los años de las escuelas salen muchachitos a quienes ya los maestros no tienen nada más que enseñarles del instrumento...

"Pero hay un problema —acota crítico. Son grandes solistas, pero tú los metes en una sección de saxofones y no saben qué hacer. Es que en las escuelas le enseñan el instrumento, pero no a comportarse en una orquesta".

¿Intransigencia de viejo maestro? ¿Prurito de músico virtuoso? ¿Resabios de la edad? Nada de eso. Simplemente que su magisterio no puede admitir fallos allí donde los hay. Por eso, entre otras muchas y buenas razones, sería bueno que algún día la famosa Enciclopedia del Jazz añada un par de líneas a lo que ya dice sobre Don Armando Romeu y lo reconozca como el más serio candidato al título de máximo difusor del jazz en Cuba.

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