Por
Alvaro Vargas Llosa
Diario La Nacion
Del
socialismo a marca capitalista
El Che, cada vez más mito y menos realidad
El
Che Guevara, que hizo tanto (¿o fue tan poco?) por destruir
el capitalismo, se ha convertido ahora en una marca quintaesencialmente
capitalista. Su imagen adorna jarros de café, mecheros,
llaveros, billeteras, gorras de béisbol, sombreros, pañuelos,
bolsos, té de hierbas y, por supuesto, las omnipresentes
camisetas con la foto, tomada por Alberto Korda, del ídolo
socialista con su boina durante los primeros años de
la revolución, cuando el Che apareció por casualidad
dentro del visor del fotógrafo y que aún es, 38
años después de su muerte, el logo del chic revolucionario
(¿o es capitalista?). Incluso hay un jabón en
polvo cuyo eslogan es: “Che lava más blanco.”
Los
productos Che están comercializados por grandes corporaciones
y por empresas pequeñas, como la Burlington Coat Factory,
que hizo una publicidad de TV en la que aparece un joven con
pantalones de fajina y una camiseta del Che, o la Boutique
Flamingo, de Union City, Nueva Jersey, cuyo dueño respondió
al enojo de los exiliados cubanos locales con este devastador
argumento: "Vendo cualquier cosa que la gente quiera comprar."
Los
revolucionarios también se suman a este furor comercial,
desde "The Che Store", que ofrece "todas tus
necesidades revolucionarias" por Internet, hasta el escritor
italiano Gianni Minà, quien vendió a Robert Redford
los derechos cinematográficos del diario del
Che sobre su viaje juvenil por Sudamérica en 1952, a
cambio de que se le diera acceso al rodaje del film "Diarios
de motocicleta", para que Minà pudiera producir
su propio documental.
Por
no hablar de Alberto Granado, quien acompañó al
Che en su viaje de juventud y asesora hoy a documentalistas,
y que ahora, según El País, se queja de que el
embargo estadounidense a Cuba le dificulta mucho el cobro de
sus regalías.
Para
dar aún más fuerza a la ironía, el edificio
donde nació Guevara, en Rosario, una espléndida
construcción de principios del siglo XX, estuvo hasta
hace poco ocupado por el fondo de jubilaciones privadas
AFJP Máxima, un hijo de la privatización de la
seguridad social en la Argentina.
La
metamorfosis del Che Guevara en una marca capitalista no es
nueva, pero recientemente ha experimentado una reactivación?
Una reactivación especialmente notable, ya que aparece
años después del colapso político
e ideológico de todo lo que Guevara representaba.
Esta
imprevista reanimación se debe en gran parte a "Diarios
de motocicleta", la película producida
por Robert Redford y dirigida por Walter Salles (uno de los
tres films más importantes rodados o en proceso de filmación
durante los últimos dos años).
Bellamente
filmada en paisajes que evidentemente han escapado a los efectos
corrosivos de la polución capitalista, la película
muestra al joven en su viaje de autodescubrimiento, mientras
su incipiente conciencia social se enfrenta a la explotación
social y económica, preparando así el terreno
para la reinvención New Wave del hombre al que Sartre
una vez llamó el ser humano más completo
de nuestra época.
Pero para ser más preciso, el actual renacimiento del
Che empezó en 1997, con el trigésimo aniversario
de su muerte, cuando cinco biografías de Guevara llegaron
a las librerías y se descubrieron sus restos mortales
cerca de una pista de aterrizaje del aeropuerto boliviano de
Vallegrande, después de que un general retirado boliviano,
con un espectacular sentido de la oportunidad, revelara el lugar
exacto de la sepultura. El aniversario volvió a concentrar
la atención en la famosa foto de Freddy Alborta, donde
el cadáver del Che se ve tendido sobre una mesa,
escorzado y muerto y romántico, con la apariencia del
Cristo en una pintura de Mantegna.
"No
sé por qué"
Es habitual que los seguidores de un culto no conozcan la historia
de la vida real de su héroe, la verdad histórica.
No resulta sorprendente que los seguidores contemporáneos
de Guevara, sus admiradores poscomunistas, también se
engañen a sí mismos aferrándose a
un
mito? Excepto los jóvenes argentinos que han creado una
expresión que rima perfectamente en castellano: "Tengo
una remera del Che y no sé por qué."
Consideremos
algunas de las personas que recientemente han esgrimido o invocado
la imagen de Guevara como modelo de justicia y rebelión
ante el abuso de poder. En el Líbano, los manifestantes
que protestaban contra Siria ante la tumba del ex primer ministro
Rafik Hariri enarbolaban la imagen del Che.
Thierry
Henry, un jugador de fútbol francés que juega
para Arsenal, en Inglaterra, se presentó en una fiesta
de gala organizada por la FIFA, la institución mundial
del fútbol, con una camiseta roja y negra con la imagen
del Che.
En
una reseña reciente aparecida en The New York Times,
sobre "Land of the Dead", de George Romero, Manohla
Dargis señaló que "el mayor shock que esto
provoca probablemente sea la transformación de un zombi
negro en un justo líder revolucionario" y agregó:
"Supongo que, después de todo, el Che realmente
vive".
Maradona
exhibió el emblemático tatuaje del Che en su brazo
derecho durante un viaje a Venezuela, donde se reunió
con Hugo Chávez.
En
Stavropol, en el sur de Rusia, los manifestantes que denunciaban
pagos en efectivo a cambio de concesiones de asistencia social,
tomaron la plaza central enarbolando estandartes del Che.
En
San Francisco, City Lights Books, la legendaria cuna de la literatura
beat, ofrece a sus visitantes una sección dedicada a
América latina en la que la mitad de los estantes están
ocupados por libros del Che.
José
Luis Montoya, un oficial de la policía mexicana que combate
el narcotráfico, usa una muñequera del Che, porque
lo hace sentir más fuerte.
En
el campamento de refugiados de Dheisheh, en Cisjordania, los
pósteres del Che adornan un muro que rinde tributo a
la Intifada.
Una
revista dominical dedicada a la vida social en Sydney, Australia,
publica la lista de los tres invitados más deseados para
una cena: Alvar Aalto, Richard Branson y el Che Guevara. Leung
Kwok-hung, el rebelde electo como miembro del Consejo Legislativo
de Hong Kong, desafía a Pekín usando una remera
del Che.
En
Brasil, Frei Betto, el asesor del presidente Lula da Silva que
está a cargo del publicitado programa Hambre Cero, dice
que "deberíamos haberle prestado menos atención
a Trotsky y mucha más al Che Guevara".
Y
en la ceremonia de los premios Oscar de este año, Carlos
Santana y Antonio Banderas interpretaron la canción de
"Diarios de motocicleta", y Santana se presentó
luciendo la remera del Che y un crucifijo.
Las
manifestaciones del nuevo culto al Che están
en todos lados. Una vez más, el mito provoca el entusiasmo
de gente cuyas causas, en su mayoría, representan exactamente
lo opuesto a lo que era Guevara.
Ningún
hombre carece de cualidades que lo redimen. En el caso del Che
Guevara, esas cualidades pueden ayudarnos a medir la magnitud
del abismo que separa la realidad del mito. Su honestidad (más
bien, su honestidad parcial) hizo que dejara testimonio escrito
de sus crueldades, incluyendo cosas verdaderamente feas, pero
no las más feas. Su valor -que Castro describió
como "su manera, en cada momento difícil y peligroso,
de hacer las cosas más difíciles y peligrosas"-
significó que no vivió para hacerse plenamente
responsable del infierno de Cuba.
El
mito puede decirnos tanto sobre una época como la verdad.
Y, por eso, gracias a los testimonios del propio Che acerca
de sus ideas y sus acciones, y gracias también a su prematura
desaparición, podemos saber exactamente cuán engañados
están tantos de nuestros contemporáneos con respecto
a tantas cosas.
El
Che Guevara: una violenta, selectiva y fría máquina
de matar
Es
posible que el Che Guevara haya estado enamorado de su propia
muerte, pero mucho más enamorado estaba de la muerte
de los demás. En abril de 1967 resumió su idea
homicida de justicia en su "Mensaje a la Tricontinental":
"El odio como factor de lucha; el odio intransigente al
enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones
del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva
y fría máquina de matar".
Sus
escritos anteriores también están condimentados
con esta violencia retórica e ideológica. Aunque
su ex novia Chichita Ferreira dude de que la versión
original de sus diarios de viaje contengan la observación
"siento que mi nariz se dilata saboreando el olor acre
de la pólvora y la sangre del enemigo", Guevara
compartió con Alberto Granado esta exclamación:
"¿Revolución sin disparar ni un tiro? Estás
loco".
En
otros momentos los jóvenes bohemios parecían incapaces
de distinguir entre la frivolidad de la muerte como espectáculo
y la tragedia de las víctimas de una revolución.
En una carta a su madre, de 1954, escrita en Guatemala, donde
fue testigo del derrocamiento del gobierno revolucionario de
Jacobo Arbenz, escribió: "Aquí estuvo muy
divertido con tiros, bombardeos, discursos y otros matices que
cortaron la monotonía en que vivía".
La
disposición anímica de Guevara cuando viajó
con Fidel Castro desde México hacia Cuba a bordo del
Granma queda plasmada en una carta a su esposa escrita en 1957
y publicada en el libro Ernesto: Una memoria del Che Guevara
en Sierra Maestra: "Estoy en la manigua cubana, vivo y
sediento de sangre".
Esa
mentalidad había sido reforzada por su convicción
de que Arbenz había perdido por no haber ejecutado a
sus potenciales enemigos. En una carta dirigida a su ex novia
Tita Infante había observado: "Si se hubieran producido
esos fusilamientos, el gobierno hubiera conservado la posibilidad
de devolver los golpes".
No
sorprende que durante la lucha armada contra Batista, y luego
de la entrada a La Habana, Guevara matara o supervisara la ejecución,
con juicio sumario, de decenas de enemigos del pueblo comprobados,
sospechosos y de todos aquellos que se encontraban en el lugar
equivocado en el momento equivocado.
En enero de 1957, como lo indica su diario de Sierra Maestra,
Guevara mató a Eutimio Guerra porque sospechaba que estaba
pasando información: "Acabé con el problema
dándole un tiro con una pistola del calibre 32 en la
sien derecha? Sus pertenencias pasaron a mi poder". Más
tarde mató a Aristidio, un campesino que expresó
el deseo de abandonar la causa cuando los rebeldes siguieron
avanzando. Aunque se preguntó si esta víctima
"era de verdad suficientemente culpable como para merecer
la muerte", no tuvo reparos para ordenar la muerte de Echavarría,
hermano de uno de sus camaradas, a causa de crímenes
no especificados: "Tenía que pagar el precio".
En otros momentos simuló ejecuciones sin llevarlas a
cabo, como método de tortura psicológica.
"Ante
la duda, mátalo"
Luis Guardia y Pedro Corzo, dos investigadores de Florida que
trabajan en un documental sobre Guevara, han conseguido el testimonio
de Jaime Costa Vázquez, un ex comandante del ejército
revolucionario conocido
como "El Catalán", que sostiene que muchas
de las ejecuciones atribuidas a Ramiro Valdés, quien
más tarde se convertiría en ministro del Interior
de Cuba, fueron responsabilidad directa de Guevara, porque Valdés
estaba bajo sus órdenes en las montañas. "Ante
la duda, mátalo" eran las instrucciones del Che.
Según
Costa, en vísperas de la victoria, el Che ordenó
la ejecución de dos decenas de personas en Santa Clara,
en el centro de Cuba, adonde había llegado su columna
como parte del ataque final sobre la isla. Algunos fueron fusilados
en un hotel, tal como ha escrito Marcelo Fernández Sayas,
otro ex revolucionario que se hizo periodista, y quien agregó
que entre los ejecutados había campesinos que se habían
unido al ejército sólo para escapar al desempleo.
Pero
"la fría máquina de matar" no manifestó
todo el alcance de su rigor hasta que, inmediatamente después
de la caída del régimen de Batista, Castro lo
puso a cargo de la cárcel de La Cabaña. Era una
fortaleza de piedra usada para defender a La Habana de los piratas
ingleses en el siglo XVIII; más tarde se convirtió
en una barraca militar. De una manera que recuerda de forma
escalofriante a Lavrenti Beria, Guevara fue responsable, durante
la primera mitad de 1959, de uno de los períodos más
oscuros de la revolución.
José
Vilasuso, abogado y profesor de la Universidad Interamericana
de Bayamón, en Puerto Rico, quien perteneció al
cuerpo que estaba a cargo de los procesos judiciales sumarios
en La Cabaña, me contó: "El Che dirigió
la Comisión Depuradora. El proceso se regía por
la ley de la sierra: tribunal militar de hecho y no jurídico,
y el Che nos recomendaba actuar con convicción. Es decir,
con la convicción de que todos eran asesinos y de que
la forma revolucionaria de proceder era ser implacables. Miguel
Duque Estrada era mi jefe inmediato. Mi función era legalizar
profesionalmente la causa y pasarla al ministerio fiscal,
sin juicio propio alguno. Se fusilaba de lunes a viernes. Las
ejecuciones se llevaban a cabo de madrugada, poco después
de que la sentencia fuera dictada y confirmada en forma automática
por el cuerpo de apelación. La noche más siniestra
que recuerdo se ejecutaron siete hombres".
Sin
excepciones
Javier Arzuaga, el capellán vasco que daba consuelo a
los sentenciados a muerte y que presenció docenas de
ejecuciones, habló conmigo desde su hogar en Puerto Rico.
Ex sacerdote católico, ahora de 75 años, recordó
que en la cárcel de La Cabaña "había
800 hombres hacinados en un espacio pensado para no más
de 300: militares batistianos o miembros de algunos de los cuerpos
de la policía, periodistas, empresarios o comerciantes".
"El
juez no tenía por qué ser hombre de leyes; sí,
en cambio, pertenecer al ejército rebelde, al igual que
los compañeros que ocupaban con él la mesa del
tribunal. Casi todas las vistas de apelación estuvieron
presididas por el Che Guevara. No recuerdo ningún caso
cuya sentencia fuera revocada en esas vistas. Todos los días
yo visitaba la «galera de la muerte», donde permanecían
los prisioneros desde que eran sentenciados a muerte. Corrió
la voz de que yo hipnotizaba a los condenados antes de salir
para el paredón y que por eso se daban tan fáciles
las cosas, sin escenas desagradables, y el Che Guevara ordenó
que nadie fuera conducido al paredón sin que yo estuviera
presente. Asistí a 55 fusilamientos hasta el mes de mayo,
cuando me fui. Eso no quiere decir que no se siguiera fusilando.
Herman Marks era un americano, se decía que era prófugo
de la Justicia. Lo llamábamos «el carnicero»
porque gozaba gritando «pelotón, atención,
preparen, apunten, fuego».
"Conversé varias veces con el Che para interceder
por determinadas personas. Recuerdo bien el caso de Ariel Lima,
que era menor de edad, pero fue inflexible. Lo mismo puedo decir
de Fidel Castro, a quien acudí también en dos
ocasiones. Yo estaba muy traumatizado y a fines de mayo me sentía
tan mal que me ordenaron abandonar la parroquia de Casa Blanca,
dentro de cuyos límites se encontraba La Cabaña
y donde yo había celebrado misa en los últimos
tres años. Me fui a México para un tratamiento.
Cuando nos despedimos, el Che Guevara me dijo: «Hemos
fracasado los dos. Cuando nos quitemos las caretas, seremos
enemigos frente a frente»."
¿Cuántas
personas fueron asesinadas en La Cabaña? Pedro Corzo
calcula que alrededor de 200 personas, cifra similar a la que
da Armando Lago, un profesor de economía retirado que
compiló una lista de 179 nombres como parte de un estudio
de ocho años de duración sobre las ejecuciones
en Cuba. Vilasuso me dijo que fueron ejecutadas 400 personas
entre enero y fines de junio de 1959 (momento en el que el Che
dejó de estar a cargo de La Cabaña). Los cables
secretos enviados por la embajada estadounidense en La Habana
al Departamento de Estado en Washington hablaban de "más
de 500".
Según
Jorge Castañeda, uno de los biógrafos de Guevara,
un vasco católico simpatizante de la revolución,
el fallecido padre Iñaki de Aspiazu, habló de
700 víctimas. Félix Rodríguez, un agente
de la CIA que fue miembro del equipo que estuvo a cargo de la
búsqueda y persecución de Guevara en Bolivia,
me dijo que, tras la captura, interrogó a Guevara acerca
de las "más o menos 2000 ejecuciones" de las
que había sido responsable durante su vida. "Dijo
que eran todos agentes de la CIA y no cuestionó la cifra",
recuerda Rodríguez.
El
número más alto posiblemente incluye las ejecuciones
que se llevaron a cabo durante los meses posteriores al momento
en el que el Che dejó de estar a cargo de la prisión.
Y eso nos lleva de vuelta a Carlos Santana y su muy chic remera
del Che. En una carta publicada en El Nuevo Herald el 31 de
marzo de este año, el gran músico de jazz Paquito
D´ Rivera criticó a Santana por su atuendo en la
entrega de los Oscar, y añadió: "Uno de esos
cubanos fue mi primo Bebo, preso allí por ser cristiano.
El escuchaba desde su celda los fusilamientos de muchos que
morían gritando «¡Viva Cristo Rey!»".
Obsesionado por los controles, tuvo un rol clave para transformar
a Cuba en un bastión del totalitarismo
El Che, un megalómano con ansias de poder
El
deseo de poder del Che tenía otras maneras de expresarse
aparte del asesinato. La contradicción existente entre
su pasión por viajar -una manera de protestar contra
las restricciones oprimentes del Estado- y su impulso por convertirse
él mismo en un Estado opresor resulta patética.
Cuando
escribió sobre Pedro de Valdivia, conquistador de Chile,
Guevara reflexionaba: "El pertenecía a esa clase
singular de hombres que la especie produce rara vez, en quienes
el ansia de poder ilimitado es tan extremo que para conseguirlo
cualquier sufrimiento parece natural". Podría haberse
descripto a sí mismo con esos términos.
En
su vida adulta, su megalomanía se manifestó a
través del impulso predatorio de apoderarse de la vida
y la propiedad de otros, aboliendo así su libre albedrío.
En 1958, después de tomar la ciudad de Sancti Spiritus,
Guevara intentó, sin éxito, imponer una suerte
de sharia, regulando así las relaciones entre hombres
y mujeres, el consumo de alcohol y las apuestas informales?
un puritanismo que no caracterizaba exactamente a su propio
estilo de vida.
También
ordenó a sus hombres que robaran bancos, decisión
que justificó en una carta dirigida a Enrique Oltuski,
uno de sus subordinados, en noviembre de ese año: "Las
masas oprimidas aceptan robar los bancos porque no tienen ni
una moneda". Esta idea de revolución como una licencia
para redistribuir la propiedad tal como a él le parecería
adecuado llevó al marxista puritano a apoderarse de la
mansión de un emigrante después del triunfo de
la revolución.
El
impulso de despojar a otros de sus propiedades y a reclamar
la propiedad del territorio ajeno fue un elemento central en
la cruda política de poder de Guevara. En sus memorias,
el líder egipcio Gamal Abdel Nasser registra que Guevara
le preguntó cuántas personas habían abandonado
su país a causa de las reformas. Cuando Nasser le respondió
que no se había ido nadie, el Che replicó, furioso,
que la manera de medir la profundidad de un cambio es por medio
del número de personas "que sienten que no hay lugar
para ellos en la nueva sociedad". Este instinto predatorio
alcanzó su punto más alto en 1965, cuando empezó
a hablar, como si fuera Dios, del "Hombre Nuevo" que
él y su revolución crearían.
La
obsesión del Che por el control colectivista lo llevaría
a colaborar en la formación del aparato de seguridad
que se puso en marcha para sojuzgar a seis millones y medio
de cubanos. A principios de 1959, se llevó a cabo una
serie de reuniones secretas en Tarará, cerca de La Habana,
en la mansión a la que el Che se había retirado
temporalmente para recuperarse de una enfermedad. Allí
fue donde los dirigentes máximos, incluyendo a Castro,
diseñaron el Estado policial cubano.
Ramiro
Valdés, subordinado del Che durante la guerra de guerrilla,
fue puesto a cargo del G-2, un cuerpo organizado según
el modelo de la Cheka. Angel Ciutah, un veterano de la Guerra
Civil española enviado a los soviets que había
estado muy próximo a Ramón Mercader, el asesino
de Trotsky, y que más tarde cultivó la amistad
del Che, desempeñó un papel clave en la organización
del sistema, junto con Luis Alberto Lavandeira, quien había
desempeñado el cargo de supervisor en La Cabaña.
El propio Guevara se hizo cargo del G-6, el cuerpo encargado
de adoctrinar ideológicamente a las fuerzas armadas.
La
oportunidad perfecta
La invasión de Bahía Cochinos, respaldada por
Estados Unidos en abril de 1961, se convirtió en la ocasión
perfecta para consolidar el nuevo Estado policial, con el arresto
de decenas de miles de cubanos y una nueva serie de ejecuciones.
Tal como Guevara le dijo al embajador soviético Sergei
Kudrivtsev, los contrarrevolucionarios jamás volverían
"a alzar la cabeza". "Contrarrevolucionario"
es el término que se aplicaba a cualquiera que se apartara
del dogma. El sinónimo comunista de "hereje".
Los
campos de concentración eran una de las formas que el
poder dogmático empleaba para eliminar el disenso. La
historia atribuye al general español Valeriano Weyler,
capitán general de Cuba a fines del siglo XIX, haber
empleado por primera vez el término "concentración"
para describir la política de cercar las masas de potenciales
opositores con alambres de púas y empalizadas. Qué
adecuado resulta que los revolucionarios cubanos retomaran esa
tradición autóctona más de medio siglo
más tarde.
Al principio, la revolución movilizó voluntarios
para construir escuelas y trabajar en puertos, plantaciones
y fábricas; exquisitas oportunidades para fotos del Che
estibador, el Che recolector de caña, el Che obrero textil.
Pero no transcurrió mucho tiempo para que el trabajo
voluntario se hiciera un poco menos voluntario: el primer campo
de trabajos forzosos, Guanahacabibes, se estableció en
el oeste de Cuba a fines de 1960. Así es como el Che
explicó la función que cumplía este método
de reclusión: "A Guanahacabibes se manda a la gente
que no debe ir a la cárcel, la gente que ha cometido
faltas a la moral revolucionaria de mayor o menor grado... Es
trabajo duro, no trabajo bestial".
Este
campo fue el precursor del posterior confinamiento sistemático,
que empezó en 1965 en la provincia de Camagüey,
de disidentes, homosexuales, católicos, testigos de Jehová,
sacerdotes afro-cubanos y otra escoria semejante, bajo el estandarte
de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción. Apiñados
en ómnibus y camiones, los "ineptos" eran transportados
a punta de pistola a los campos de concentración organizados
según el modelo de Guanahacabibes. Algunos nunca regresarían,
otros serían violados, golpeados o mutilados; y casi
todos quedarían traumatizados de por vida, tal como lo
reveló al mundo un par de décadas atrás
el desgarrador documental de Néstor Almendros, Improper
Conduct.
Así,
la revista Time tal vez no dio del todo en el blanco en agosto
de 1960, al describir la división del trabajo de la revolución
en una nota de tapa que asignaba al Che Guevara la función
de "cerebro" y a Fidel Castro el "corazón"
y a Raúl Castro el "puño". Pero esa
interpretación reflejaba el rol crucial desempeñado
por Guevara en la transformación de Cuba en un bastión
del totalitarismo.
El
Che era un candidato improbable a la pureza ideológica,
dado su espíritu bohemio, pero durante los años
de entrenamiento en México y el siguiente período
de lucha armada en Cuba emergió como el ideólogo
comunista infatuado con la Unión Soviética, para
gran incomodidad de Castro y de otros que eran esencialmente
oportunistas dispuestos a usar los medios que fueran necesarios
para llegar al poder. Cuando los revolucionarios en ciernes
fueron arrestados en México en 1956, Guevara fue el único
que admitió que era comunista y que estaba estudiando
ruso. Durante la lucha armada en Cuba, forjó una fuerte
alianza con el Partido Socialista Popular (el partido comunista
de la isla) y con Carlos Rafael Rodríguez, un elemento
clave de la conversión al comunismo del régimen
de Castro. Esta tendencia al fanatismo convirtió al Che
en un eje vital de la "sovietización" de esa
revolución que tantas veces se había jactado de
su carácter independiente.
Al
borde de la guerra
Muy pronto después de que los barbudos llegaron al poder,
Guevara tomó parte de las negociaciones con Anastas Mikoyan,
el viceprimer ministro soviético que visitó Cuba.
Se le confió la misión de promover las negociaciones
cubano-soviéticas durante una visita a Moscú a
fines de 1960. Su segundo viaje a Rusia, en agosto de 1962,
fue aún más significativo, porque selló
el pacto que convertiría a Cuba en una cabeza de playa
nuclear soviética.
Se
reunió con Khrushchev en Yalta para ultimar detalles
de una operación que ya se había iniciado y que
involucraba la instalación de cuarenta y dos misiles
soviéticos, la mitad de los cuales estaban equipados
con cabezas nucleares, así como lanzamisiles y 42 mil
soldados. Tras presionar a sus aliados soviéticos con
el riesgo de que los Estados Unidos se enteraran de lo que estaba
ocurriendo, Guevara consiguió que le garantizaran la
intervención de la marina soviética? En otras
palabras, que Moscú estaba dispuesto a ir a la guerra.
Según
la biografía de Guevara escrita por Philippe Gavi, el
revolucionario había alardeado de que "por defender
sus principios, este país está dispuesto a arriesgarlo
todo en una guerra atómica inimaginablemente destructiva".
Inmediatamente después de que terminó la crisis
misilística cubana -cuando Khrushchev renegó de
la promesa hecha en Yalta y negoció un acuerdo con Estados
Unidos a espaldas de Castro, que incluía el retiro de
los misiles estadounidenses de Turquía-, Guevara le dijo
a un diario comunista británico: "Si los misiles
hubieran permanecido en Cuba, los hubiéramos usado, dirigiéndolos
hacia el corazón mismo de los Estados Unidos, incluyendo
Nueva York, para defendernos de la agresión". Y
un par de años más tarde, en las Naciones Unidas,
fue fiel a sus principios: "Como marxistas, hemos mantenido
que la coexistencia pacífica entre naciones no incluye
la coexistencia entre explotadores y explotados".
Guevara
se distanció de la Unión Soviética en los
últimos años de su vida. Lo hizo por razones erróneas,
acusando a Moscú de ser demasiado blanda ideológica
y diplomáticamente, por hacer demasiadas concesiones.
En octubre de 1964, un memorando escrito por Oleg Daroussenkov,
un funcionario soviético cercano al Che, cita estas palabras
de Guevara: "Pedimos armas a los checos; nos rechazaron.
Después se las pedimos a los chinos; dijeron que sí
pocos días después, y ni siquiera nos cobraron,
diciendo que no se le venden armas a un amigo". En realidad,
Guevara estaba resentido por el hecho de que Moscú les
pedía a los otros miembros del bloque comunista, incluyendo
Cuba, algo a cambio de la colosal ayuda y el respaldo político
que les prestaba.
Su
ataque final contra Moscú se produjo en Argel, en febrero
de 1965, en una conferencia internacional, donde acusó
a los soviéticos de haber adoptado la "ley del valor",
es decir, el capitalismo. Su ruptura con los soviéticos,
en suma, no fue un grito de libertad. Fue un aullido al estilo
de Enver Hoxha exigiendo la subordinación total de la
realidad a una ciega ortodoxia ideológica.
Más mito que realidad
El Che, antítesis brutal de Alberdi
El
gran revolucionario tuvo una posibilidad de poner en práctica
su visión económica -su idea de justicia social-
como director del Banco Nacional de Cuba y del Departamento
de Industria del Instituto Nacional de Reforma Agraria a fines
de 1959, y desde principios de 1961, como ministro de Industria.
El período en el que Guevara estuvo a cargo de casi toda
la economía cubana fue testigo del colapso casi total
de la producción azucarera, el fracaso de la industrialización
y la introducción del racionamiento en el que había
sido uno de los cuatro países latinoamericanos más
exitosos en el terreno económico desde antes de la dictadura
de Batista.
Su
período al frente del Banco Nacional, durante el que
imprimió billetes firmados "Che", ha sido resumido
así por su segundo, Ernesto Betancourt: "Encontré
en el Che una ignorancia absoluta de los principios más
elementales de la economía". La capacidad de percepción
de Guevara con respecto a la economía mundial fue célebremente
expresada en 1961, durante una conferencia hemisférica
en Uruguay, donde predijo un crecimiento del 10% en Cuba "sin
ningún temor", y para 1980, un ingreso per cápita
mayor que el de "Estados Unidos hoy". De hecho, para
1997, el trigésimo aniversario de su muerte, los cubanos
vivían con una dieta de dos kilos de arroz y medio kilo
de porotos por mes, 120 gramos de carne dos veces al año,
120 gramos de pasta de soja por semana y cuatro huevos por mes.
La
reforma agraria les quitó la tierra a los ricos, pero
se la dio a los burócratas, no a los campesinos. (El
decreto fue redactado en la casa del Che.) En nombre de la diversificación,
el área cultivada se redujo, y la mano de obra fue derivada
a otras actividades. El resultado fue que entre 1961 y 1963,
la cosecha se redujo a la mitad, apenas 3,8 millones de toneladas
métricas. ¿Este sacrificio fue justificado por
el progreso de la industrialización en Cuba? Desafortunadamente,
Cuba no disponía de materias primas para la industria
pesada y, como consecuencia de la redistribución revolucionaria,
no tenía una moneda sólida para comprarlas? y
tampoco tenía siquiera productos básicos.
Para
1961, Guevara tenía que dar incómodas explicaciones
a los funcionarios del gobierno: "Nuestros camaradas técnicos
de las empresas han fabricado una pasta dentífrica? que
es tan buena como la anterior, limpia lo mismo, aunque al cabo
de un tiempo se convierte en piedra".
Para
1963, se abandonaron todas las esperanzas de industrializar
Cuba, y la revolución aceptó su rol de abastecedor
colonial de azúcar del bloque soviético a cambio
de petróleo para cubrir sus necesidades y revender a
otros países. Durante las tres décadas siguientes,
Cuba sobreviviría gracias a un subsidio soviético
que oscilaba entre unos 65.000 y 100.000 millones de dólares.
Tras
haber fracasado como héroe de la justicia social, ¿Guevara
se merece un lugar en los libros de historia como genio de la
guerra de guerrillas? Su mayor logro militar en la lucha contra
Batista -la captura de la ciudad de Santa Clara después
de haber emboscado un tren cargado de refuerzos- ha sido seriamente
cuestionado. Numerosos testimonios indican que el comandante
del tren se rindió de antemano, tal vez después
de aceptar un soborno.
Inmediatamente
después del triunfo de la revolución, Guevara
organizó ejércitos guerrilleros en Nicaragua,
la República Dominicana, Panamá y Haití,
todos los cuales fueron aplastados. En 1964, envió a
la muerte al revolucionario argentino Jorge Ricardo Masetti,
convenciéndolo de que debía lanzar un ataque contra
su país natal desde Bolivia, justo en el momento en que
se había restaurado en la Argentina la democracia representativa.
Particularmente
desastrosa fue la expedición al Congo en 1965. Guevara
apoyó a dos rebeldes -Pierre Mulele en el Oeste y Laurent
Kabila en el Este- en su lucha contra el perverso gobierno congoleño,
apoyado por Estados Unidos, así como por mercenarios
sudafricanos y exiliados cubanos. Guevara pasó la mayor
parte de 1965 ayudando a los rebeldes en el Este, antes de abandonar
el país ignominiosamente. Luego, muy pronto, Mobutu llegó
al poder e instaló una tiranía que duró
décadas.
Desastre
en Bolivia
En Bolivia, el Che fue derrotado nuevamente, y por última
vez. Interpretó erróneamente la situación
local. La reforma agraria se había realizado años
atrás, el gobierno había respetado a muchas de
las instituciones de las comunidades campesinas, y el ejército,
a pesar de su nacionalismo, mantenía proximidad con los
Estados Unidos. "Las masas campesinas no nos ayudan nada",
fue la melancólica conclusión que Guevara consignó
en su diario de Bolivia. Peor aún, Mario Monje, el líder
comunista local, que no tenía estómago para la
guerra de guerrillas después de haber sido humillado
en las elecciones, condujo a Guevara a un lugar vulnerable en
el sudeste del país. Las circunstancias de la captura
del Che en el barranco Yuro fueron, como casi toda la expedición
a Bolivia, cosas de amateur.
Guevara
era sin duda audaz y valeroso, y rápido para organizar
la vida sobre una base militar en los territorios bajo su control,
pero no era el general Giap. Su libro "Guerra de guerrillas"
enseña que las fuerzas populares pueden derrotar a cualquier
ejército, que no es necesario esperar las condiciones
adecuadas porque un foco insurreccional (o un pequeño
grupo de revolucionarios) pueden crear esas condiciones, y que
la lucha debe desarrollarse primordialmente en zonas rurales.
Sin embargo, el ejército de Batista no era un ejército,
sino una corrupta banda de matones sin motivación y con
poca organización, y los focos guerrilleros, con la excepción
de Nicaragua, terminaron con los foquistas reducidos a cenizas.
En
las últimas décadas del siglo XIX, la Argentina
tenía el segundo índice de crecimiento del mundo.
En la década de 1890, el ingreso real de sus trabajadores
era mayor que el de los trabajadores suizos, alemanes y franceses.
En 1928, el país ocupaba el lugar número doce
en el mundo por su PBI per cápita. Ese logro, que las
generaciones siguientes arruinarían, se debía
en gran medida a Juan Bautista Alberdi. Al igual que Guevara,
a Alberdi le gustaba viajar: recorrió a pie las pampas
y los desiertos del Norte a los 14 años, hasta llegar
a Buenos Aires. Al igual que Guevara, Alberdi se opuso a un
tirano, Juan Manuel de Rosas.
Al
igual que Guevara, Alberdi tuvo la oportunidad de ejercer influencia
sobre un líder revolucionario en el poder? Justo José
de Urquiza, que derrocó a Rosas en 1852. Y, al igual
que Guevara, Alberdi representó al nuevo gobierno viajando
por el mundo, y murió en el extranjero. Pero a diferencia
del antiguo y nuevo mimado de la izquierda, Alberdi jamás
mató una mosca. Su libro "Bases y puntos de partida
para la organización de la República Argentina"
fue el cimiento de la Constitución de 1853, que limitó
el gobierno, abrió el comercio, estimuló la inmigración
y garantizó el derecho de propiedad, inaugurando así
un período de 70 años de asombrosa prosperidad.
No se entrometió en los asuntos de otras naciones, oponiéndose
a la guerra contra Paraguay. Su imagen no adorna el abdomen
de Mike Tyson.