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| El Veraz. | San Juan, Puerto Rico |

Gorki Underground

Por Alexander Jorge

Gorky aporrea su guitarra mientras el público estupefacto lo lacera con la mirada, no pueden creer lo que acaba de vociferar aquel pequeño engendro de pelo desgreñado a medio crecer.

Oropesa se da vuelta para observarlo por encima de sus gafas al mismo tiempo que gruñe una palabrota entre dientes. ¿Qué coño le pasa a ese? –aúlla Mundy a su espalda. «Marlen y Tatiana son dos chicas sanas» –recibe como respuesta desde el escenario y los valientes ubicados en las primeras filas comienzan a romper la inercia moviéndose poco a poco al ritmo de la música.

«No puedo creer que le haya dicho maricones a todo el mundo» escucha Tatiana pero los comentarios que brotan a su lado no logran que pierda la concentración. Sí, allí está Marlen, con aquel pantalón engomado que ella misma le regalara en su cumpleaños. Sí, allí está, al lado de esos estúpidos roqueros que tan mal le caen.

¿Dónde están los palestinos aquí? –grita Gorky en medio de la canción y un «tu madre» gritando al unísono le llega desde el público. ¡Todos los palestinos son maricones! (Palestinos: Termino despectivo utilizado en la Habana en contra de los habitantes de las provincias orientales de Cuba que emigran a la capital y viven en solares promiscuos, personas estas que son el caldo de cultivo de las fuerza represivas del gobierno castrista, la inmensa mayoría esperan que formando parte de la policia puedan quedarse y conseguir vivienda en la Habana. N.E.)– riposta el pequeño diablo y le da la espalda al auditorio sin dejar de rasgar la guitarra como si la segunda mención de su madre elevada al cuadrado no hiriera su moral.

Qué suerte, no está con el novio ese, pero coño, está con esos mierdas que la instrumentaron para alejarla de mi lado –piensa Tatiana mientras se acerca a Marlen apartando la gente como si fueran basura flotando en un río revuelto.

«Marlen y Tatiana son dos chicas sanas, nunca se te tiran en una parada» –canta Gorky y todos se fijan por primera vez en un letrero pintado en la guitarra: «Está mi leche» reza la frase unida a una pequeña flecha que apunta hacia la pelvis del engendro.

Al fin te veo –escucha Marlen a su espalda y el conocido timbre de esa voz troca su etílica euforia en un despertar de espanto: fueron cinco años de concubinato, de pasión a la vista de todos; cinco largos años de sudor nocturno y roce de vulvas. Tú de nuevo –dijo al volverse y advirtió que los decibeles del audio no habían dejado que sus palabras llegaran al oído de Tatiana. ¿Qué coño tú quieres? –le grita y sobre el escenario, un enjambre de paranoicos toma por asalto el pequeño espacio entre el borde de la tarima y las referencias. Esta es la última vez que voy a hablar contigo –le dice Tatiana con el rostro casi pegado al suyo— a lo mejor, el haber conocido a ese hombre te ha hecho despertar la curiosidad por probar algo nuevo ¿te acostaste con él? no importa, eso te lo puedo perdonar; lo que sí no puedo perdonar es que ahora te quieras casar con él.

Gorky empuja con el pie a uno de los fanáticos que —en sodómica posición—esperaba a que su ídolo lo arrojara de un puntapié hacia la masa de gente que, allí abajo, hervía como la lava de un volcán. Ciro deja de tocar el bajo, se afloja los shorts y los deja caer para luego simular una penetración anal en el trasero de uno de los fanáticos.

¿Qué coño le hallas ahora a la pinga? –prosigue Tatiana a pesar del gesto de desdén de Marlen— ¿acaso no gemías de placer conmigo? ¿acaso el «te quiero» que tanto repetías era mentira? ¡Todos los holguineros son maricones! (Holguin: Provincia en donde nacieron los hermanos Castros N.E)–vocifera Gorky desde el escenario. Antes me gustabas pero ahora me das asco –responde Marlen enfatizando la última palabra con una mueca de repugnancia.

¡Maricón eres tú! –le responde Gorky desde el público seguido de una lluvia de pomos. ¡Esto no se va a quedar así! ¡a Tatiana la caimana nadie la deja así como así! –vocifera clavando sus uñas en los hombros de Marlen. ¡Y los que tiraron los pomos son más maricones todavía! Vuelve a gritar Gorky sin dejar de azotar su guitarra. ¡Jamás voy a revolcarme de nuevo con una tortillera como tú! –Le grita Marlen en la cara –voy a morir con un hombre; tú me engatusaste cuando era una adolescente, me hiciste creer que los hombres daban asco, me partiste con los dedos ¡vete pal carajo y déjame en paz! Gorky cambia con rapidez su guitarra Lead Star por una Ural rusa y los acordes de una nueva canción comienzan a escucharse por los enormes bafles del audio. Marlen recibe una bofetada que casi la hace caer de lado pero Oropesa la sostiene. ¡Pero qué coño! –masculla Mundy con rabia y atrapa el delgado cuello de Tatiana con sus zarpas a la vez que su puño se eleva. ¡Déjala! –grita Marlen y Mundy suelta su presa de mala gana. Los mirones que habían hecho un círculo alrededor de la zona del conflicto comienzan a circular al ver que no ocurre nada más; mientras, Marlen se lleva a su agresora hacia un lado del escenario. «Dejo de pajearme y salgo a la calle en busca de barrigas» –canta Ciro mientras Gorky vocifera un: ¡a singar cojones! que enardece la sangre del auditorio que ya le ha cogido la vuelta a este engendro de cantante y su grupo de locos. Perdóname, perdóname por favor –dice Tatiana con los ojos enrojecidos –es que no puedo resignarme a perderte, yo te quiero mucho ¿sabes? Te quiero tanto que envejecería a tu lado.

«Porno para Ricardo, Porno para Ricardo» –canta Gorky a dúo con Ciro al mismo tiempo que rasga una revista Hustler y arroja sus páginas colmadas de vulvas dilatadas y falos húmedos hacia el público enardecido. Yo lo siento mucho Tati pero comprendí, gracias a Alfonso, que yo iba por el camino equivocado. Gorky deja la guitarra rusa en el suelo y toma otra revista –Playboy esta vez— y se acerca al público mientras los demás integrantes del grupo tocan sin parar. Pasé unos momentos nada malos contigo –prosigue Marlen— pero ahora sé que no son las mujeres las que me gustan, ahora solo quiero a mi Alfonso, quiero llenarme solo de él y no quiero volver atrás Tati, no quiero volver a ser lo que era. Imágenes de falos erectos, litros de semen y coitos de todo tipo vuelan por toda la estancia y los policías comienzan a moverse nerviosamente. Las páginas caen en un océano de sudor, melenas y ropas negras mientras el pequeño diablo las arroja sin parar. Está bien, no te voy a molestar más Marlen; te juro por mi madre que nunca más me vas a volver a ver. ¡No digas eso! –grita Marlen tomando el rostro de Tatiana entre sus manos—No digas eso, podemos ser amigas, como al principio ¿te acuerdas? Antes que me llevaras a tu casa por primera vez. Gorky despliega un enorme poster y la ardiente voluptuosidad de Pamela Anderson recorre la vista de todos.

«Porno para Ricardo» –aúlla el audio y varias manos se extienden hacia el pequeño engendro que se pasea por todo el escenario con su última limosna a ofrecer. Un policía mira la escena con ojos desorbitados y garabatea sin parar en una pequeña libreta. Otros agentes del orden se remueven inquietos y miran hacia su jefe esperando una orden.

Ok Marlen, mi Marlencita, amor de mi vida, como tú quieras –responde Tatiana y extrae del bolsillo trasero de su jean una pequeña caneca de Habana Club— ¿te acuerdas? La misma caneca de la que tomamos por primera vez y de la cual vamos a tomar en esta despedida; sí Marlen, esto es una despedida. Cuando salga de aquí me voy a ir muy lejos, donde nada me haga recordarte.

Marlen toma con fervor la caneca y mira con ojos de llanto a su examante. Toma un buche profundo que le hace cerrar los ojos mientras una bola de fuego recorre su garganta. Adiós –susurra Tatiana arrebatándole la caneca y se pierde entre la multitud sudorosa dejando a Marlen desconcertada. La guitarra rusa está en manos del pequeño engendro, levantada en lo alto para que el público la vea bien. ¿Rompemos esta mierda? –aúlla y una imponente afirmación uniforme se eleva como el terrible sonido de un trueno.

¿La rompemos? –vuelve a aullar y la policía comienza a acercarse al escenario. ¿Rompemos esta guitarra de mierda? –aúlla nuevamente con un brillo maligno en sus pequeños ojos. Marlen no se quiere perder eso y se introduce a empujones en el tumulto. Un ligero mareo le hace tambalear y en su estómago comienza a crecer un dolor. Ya se halla en primera fila y la figura de Gorky comienza a tornarse borrosa a pesar de la corta distancia.

La guitarra –todavía conectada— choca contra el suelo del escenario con fuerza y un horrible estruendo se escucha por los bafles del audio. La guitarra choca contra el suelo, y Tatiana –ya en la calle— arroja la caneca por una alcantarilla al mismo tiempo que escucha el estruendo. La guitarra choca contra el suelo y Marlen siente un escalofrío que recorre todo su cuerpo a la vez que un buche de sangre sube por su garganta. La guitarra choca contra el suelo y fragmentos del brazo, las clavijas y las unidades salen volando hacia todas partes. La guitarra choca contra el suelo y Gorky le da un formidable puntapié arrojando la caja hacia las primeras filas del auditorio.

El pedazo de madera golpea el rostro de Marlen y ella cae de espaldas vomitando sangre. La policía sube al escenario y atrapan con fuerza al pequeño demonio. El público brama. Algunos lanzan improperios a los agentes del orden, otros se arremolinan alrededor del cuerpo de Marlen. «Estás detenido por agresión y alteración del orden público» –le dice al oído al detenido. ¡Está muerta! –grita alguien desde el tumulto y los policías miran a su presa con odio. «Homicidio» –le susurran en la cara a Gorky y mientras es arrastrado fuera del escenario logra ver por un instante el cuerpo inerte de Marlen que es levantado en vilo como el ataúd de un mártir.


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