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| El Veraz. | San Juan, Puerto Rico |
Medicina Enferma

Iván García

Fidel Castro se ufana de su sistema de salud. Sesenta mil médicos, cuatro mil prestando servicios en países del tercer mundo, forman parte de la propaganda dorada del régimen.

Pero en la Isla escasean medicamentos esenciales y la atención sanitaria es deficiente.

Durante la mayor parte de sus 27 años Rubén Prieto había explorado sin mucho éxito distintas y variadas formas de hacer dinero y llevar una existencia placentera. En su adolescencia Rubén fue un vulgar ratero. Robó bicicletas y ropa puesta a secar en las tendederas. Fue pillado y encerrado durante tres años tras las rejas.

La prisión no le cambió el vicio de apropiarse de lo ajeno. A la salida de la cárcel pensó que era más provechoso robar autos y asaltar turistas. Puso manos a la obra. Una noche lluviosa la policía lo atrapó, después de correr dos kilómetros por estrechas calles de La Habana Vieja. A una pareja de canadienses los había despojado de su cámara de video.

De nuevo a prisión. Después de cinco años vistiendo el uniforme gris de los presos y pasando mucha hambre en el superpoblado penal Combinado del Este, Rubén reflexionó y decidió darle un vuelco a su vida. Y se lo dio. Consiguió una plaza en un almacén de medicamentos de un hospital.

A diario se apropia descaradamente de gran cantidad de medicamentos que escasean y los vende a precio de oro. Su clientela es inmensa. Porque en la Cuba del 2000 falta desde la vitamina C -primordial en un país tropical- hasta antibióticos comunes. De ahí que la prosperidad de personas como Rubén Prieto esté garantizada si laboran en lugares donde haya medicinas.

En la Isla se roba en cualquier puesto de trabajo, pero si en alguno es más rentable es en el campo de la salud. Los 400 pesos (20 dólares) que gana una doctora como Ivón López le alcanzan para vivir una semana, ³entonces me llevo de mi hospital desde hilo de sutura hasta medicamentos que llegan al país mediante donaciones. Con eso puedo comer y vivir decentemente.

Antes de la caída del Muro de Berlín, en 1989, la salud pública era relativamente eficiente.

Era subvencionada por la antigua URSS y a ella se dedicaban millones de pesos. De forma desproporcionada y como si fueran perros calientes, se formaron miles de médicos. Demasiados para una nación de once millones de habitantes. Tenemos más médicos por habitantes que Suecia, que marcha a la vanguardia en este terreno. Pero muchas veces no tenían dónde desempeñarse.

Castro se dio a la tarea de construir aceleradamente dispensarios en cada barrio. Fue cuando surgieron los médicos de la familia. En 1999 llegó el período especial y los medicamentos comenzaron a escasear. Los galenos se vieron desarmados.

En la actualidad, un médico cuenta con una lista mínima de medicinas a recetar. De cada grupo de medicamentos se cuenta con uno o dos y en ocasiones con ninguno, como en el caso de antibióticos de última generación. El stock actual no excede de 60 ó 70 productos en una farmacia y según la OMS (Organización Mundial de la Salud) éste debe ser de 200 como mínimo², expresa un facultativo consultado.

Ello explica por qué a menudo los doctores indagan con los pacientes si poseen dólares o familiares en el exterior que les hagan llegar lo que necesitan. Con el billete verde de los enemigos de Castro se pueden obtener sofisticados medicamentos y también se pueden pedir a un pariente o un amigo en el extranjero.

El cubano de hoy, además de tener que suplicar que le envíen dólares para sobrevivir, también ruega que le remitan medicinas, ya sea a conocidos en Miami o en Madrid.

Conocedora de esta perentoria necesidad, la administración de Clinton elaboró una ley destinada a suavizar el embargo en cuanto a alimentos y medicamentos se refiere. Castro, exaltado, dijo que era una ³trampa² y no aceptó la medida.

El discurso antiyanqui, no obstante, no puede ocultar una realidad; que en la década de los 90 los gringos han sido los que más donaciones han hecho a la sanidad de la Isla, particularmente a través de la Iglesia Católica. De 1991 a 1999 el monto de los envíos superaba los 200 millones de dólares. Países como España y Canadá también gratuitamente despachan medicamentos con destino a Cuba, pero no siempre éstos les llegan a los pacientes.

Muchos se ³extravían² en almacenes donde trabaja gente como Rubén Prieto o en consultas donde atienden doctoras como Ivón López. Otros, según una funcionaria del sector, se venden en dólares en las llamadas ³farmacias internacionales² o se destinan a la atención médica de pacientes extranjeros que pagan en dólares contantes y sonantes.

Salvo excepciones, los hospitales y policlínicos cubanos están deteriorados y sufren por falta de equipos y medicamentos. Es más fácil hacer propaganda política y enviar médicos a Centroamérica que dedicar recursos para salir del atraso en el que se encuentra la salud cubana, dice Luis Gómez, con un fuerte ataque de asma y quien no pudo darse aerosol por no haber salbutamol.

En el habitual tour político que suele hacer a sus visitantes el régimen de La Habana, siempre está contemplada una estancia en la Escuela Latinoamericana de Medicina, en las afueras de la capital. Mas en los mismos instantes en que cualquier delegación recorre las instalaciones la doctora López se rasca la cabeza pensando cómo le consigue a una niña de dos años, que no puede tomar aspirina, otro analgésico. Mientras, Prieto sonríe feliz porque acaba de vender 20 sprays de salbutamol para el asma a 20 pesos (un dólar) cada uno


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