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| El Veraz. | San Juan, Puerto Rico |
¿Juventud divino tesoro?

Por Armando de Armas

Allá por los 70 (si observan un mapa de la época verán con asombro cómo la mancha roja del comunismo parecía, y pretendía, tragarse al mundo) era yo alumno de una Secundaria Básica en el Campo, algo que la propaganda oficial presentaba como un sueño martiano y que nosotros percibíamos como una pesadilla.

Cuando llegó al aula una flamante profesora que se presentó como maestra de una nueva asignatura: Moral comunista, y dio inicio a la clase con una pregunta que era a la vez una afirmación: "¿sabían ustedes que el hombre viene del mono y que esa evolución fue producto del trabajo?".

Recuerdo que me paré del pupitre y le dije: "Maestra, si eso es verdad, yo hubiese preferido quedarme mono y comer platanitos sobre las matas". Razón suficiente para que la flamante profesora me cargara de por vida una nota en el expediente escolar que anunciaba que yo era un diversionista ideológico, término que en aquella época a mí me sonó a divertido ideológico o algo por el estilo, pero que como adivinarán ustedes tendría consecuencias nada divertidas.

Para crear al Hombre Nuevo, especie de zombi ideologizado, era necesario rehacer la Historia de manera tal que el indio Hatuey apareciese como primer revolucionario y primer internacionalista, Martí cargaría con la inconmensurable culpa del asalto a un cuartel en la mañana de Santa Ana, su Partido Revolucionario Cubano sería antecedente directo del Partido Comunista, y el mismo Martí, un pre-marxista. Fidel Castro era, nada más y nada menos, que un cumplidor de lo que Martí había prometido, y como el que cumple, superior al que promete. Castro era todo: la historia, la patria, la revolución, y una infame cancioncilla se dejaba oír por los medios de difusión masiva: "un Fidel que vibra en la montaña, un rubí, cinco franjas y una estrella". El proceso histórico cubano se insinuaba como serie de tentativas concatenantes para el advenimiento del Mesías Marxistoso.

A esa juventud le arrebataron a Dios y en cambio le ofrecieron como dogma unos valores artificiales, basados en trasnochadas teorías supuestamente científicas, y una parte de esa juventud creyó, o fingió creer, en esos valores y se inmoló en las guerras del Africa o se aburrió, y a veces gozó, en movilizaciones militares a la espera de una invasión yankee que nunca llegó; otra parte, la más lúcida quizás, se dijo: si esto es la patria, si estos son los valores, si esto es Martí; al demonio, pues, Martí y todo lo demás, y se rebeló con las únicas armas a su alcance: la música rock, el pelo largo, el alcohol, el desenfreno sexual y una conducta díscola y francamente antisocial frente a la moral de monjes rojos que preconizaba, y exigía, el régimen. Esta juventud vivió enajenada en islas de capitalismo mediante el ejercicio diligente del mercado negro, inconscientes creadores del germen de lo que últimamente se a dado en llamar Sociedad Civil dentro de la Cuba totalitaria. Todo esto en una época en que el oso soviético se proclama y parecía invencible, y donde los intentos más serios por liberar a Cuba del comunismo: el Escambray y Bahía de Cochinos, habían fracasado rotundamente, y nuestros mayores eran fusilados o se podrían en las cárceles con la indiferencia, o el beneplácito, de la opinión pública internacional.

Algunos hay que han acusado a la juventud actual de complicidad y quietismo frente al régimen. Eso es falso, primero, porque cuando esos jóvenes nacen ya los errores bien, o mal, intencionados de sus mayores habían llevado la República a manos de Fidel Castro, y segundo, porque la llamada por El Che Guevara arcilla fundamental de nuestra obra, la juventud, no resultó nada moldeable, todo lo contrario, y ejemplo de ello es que en la secundaria a que hice referencia al inicio, durante el trabajo agrícola obligatorio y bajo la estrecha vigilancia de guías de campo (virgilios-cancerberos) sembrábamos las posturas del tabaco al revés y que en noches de prolongados apagones lanzábamos cubos de orina a la cabeza de soñolientos chivatos de la Juventud Comunista. (El primer método aplicado en todos los sectores de la economía ha contribuido en gran medida, sin dudas, a la destrucción del mito del heroico comunista, téngase en cuenta los significados de la orina como mácula en el folklor abakuá).

Frente a un régimen totalitario por excelencia, y sin armas, los jóvenes cubanos han desarrollado el más original, y el único posible, sistema electoral: votan con los pies, ponen pies en polvorosa en los más endebles e inverosímiles medios de navegación, y los dos acontecimientos que más han hecho tambalear a ese régimen y, sobre todo, que más lo han desacreditado desde el punto de vista internacional, son el Exodo del Mariel en el 1980 y la crisis de los Balseros en el 94, que desembocó en las protestas del 5 de agosto en La Habana. Los noticieros mostraban en pantalla a los que gritaban libertad y se enfrentaban a la policía: todos eran jóvenes que pasaban en un instante, vislumbre de una posibilidad, de la búsqueda desesperada de la libertad a 90 millas, a la búsqueda de esa libertad en el accionar batallesco del Aquí y el Ahora.

Un sector de esa juventud, el más consciente políticamente tal vez, y también el más exiguo, se vinculó a los grupos de derechos humanos y de oposición en cuanto estos se vertebraron, y últimamente a organizaciones de abogados, economistas y periodistas independientes, como es el caso del periodista Olance Nogueras, por solo citar un caso. También, y en mayor medida, esos jóvenes a los que un día pretendieron suprimirles a Dios, ahora van por él a las iglesias, las logias masónicas y las casa-templo de las religiones afrocubanas, en lo que podría definirse como un verdadero renacer espiritual de esa juventud una vez tocado el fondo.

¿Qué podríamos hacer, pues, en el exilio por esa juventud irredenta?

Bueno, creo que podríamos cambiar la retórica patriotesca, (de eso estamos hartos los que hemos sobrevivido en Cuba), no más llamadas a la inmolación y el sacrificio (demasiado ha explotado el régimen para su provecho ese filón del pensamiento martiano) y no moralizar más (esto me recuerda la asignatura Moral Comunista que mencioné al comienzo). En cambio, sí deberíamos hablar de democracia, de las ventajas que representaría el vivir en democracia, para todos, desde el homosexual al convencional padre de familia, desde el "bisnero" al franciscano, desde el pacifista al militar, desde la jinetera al masón, desde el porquerizo al escritor. Hablar de lo que podrían lograr en cualquier sentido que se lo propongan en una sociedad pluralista, y sobre todo, de cómo funciona una sociedad de ese tipo, de cómo enfrentar sin temor los peligros que inevitablemente conlleva el vivir en tiranía, y de cómo funcionar a tono con las leyes en una democracia puede resultar en el mejor de los negocios.

Podríamos explicarles a esos jóvenes sobre la amplia gama de métodos de lucha que van desde la desobediencia civil a la acción directa, todas igualmente válidas de acuerdo con la indefensión de la ciudadanía frente a la maquinaria represiva del régimen. Podríamos, también, y esto es importante, provocar la chispa que haga, como en el 5 de agosto, que los jóvenes transiten de la búsqueda de la libertad en la fuga a la búsqueda de la libertad en el accionar batallesco; y presionar por todos los medios a nuestro alcance para que el embargo económico no sea levantado, sino incrementado, por una parte, y por la otra, apoyar a la resistencia interna no solo moralmente, sino con medicinas y dinero contante y sonante por aquello de Napoleón, o no se quién, de que la guerra se gana con dinero, dinero y más dinero. Ese dinero facilitaría desde la labor pacifista hasta la formación de células clandestinas, y podría emplearse en fomentar nuevos gérmenes de sociedad civil que irían desde la índole de una Unión de Churreros de Guanabacoa a un gremio Nacional de Escritores y Artistas Libres.

Con ese dinero podríamos incrementar el llamado mercado negro donde se mueven esos jóvenes que una vez decidieron habitar islas de capitalismo, mercado que a pesar de ser negro, o quizás por ello, se opone, y supera, eficazmente al mercado estatal. El ser opositor, el ser independiente, debe pasar de la condición del apestado a la del potentado, golpe demoledor a la base psicológica de los que aun sostienen la tiranía.

¿No es contradictorio eso de el embargo por un lado y de enviar dinero por otro?, se preguntarán algunos. No, no lo es, respondo yo, en todo caso sería pragmático, porque todo recurso que entre a la Isla por concepto de levantamiento del embargo serviría solo para fortalecer a quienes se le oponen. ¿Qué el régimen también se beneficiaría? Pues claro, pero a un precio político que no podría pagar jamás. Esa sería, creo, una manera eficaz de ayudar a la juventud dentro de la Isla.


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