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| El Veraz. | San Juan, Puerto Rico |
El Muerto Vivo

Por Claudia Márquez Linares

Vivir en Cuba y que se murmure: “El Caballo se ñampio”, no es cosa de juegos. Aquí afuera como que uno lo coge suave después de una borrachera o se sienta a imaginar con la cabeza en la almohada la llegada a Cuba.

Pero no haber cruzado el charco, vivir en el Cerro o en Centro Habana y salir a la calle con policías en todas las esquinas, da miedo. Y no lo digo yo que disfruto del aire transparente de la democracia lo dicen los cubanos que muertos de miedo te dicen por teléfono: “No, no puedo dar entrevistas”. “No menciones ESE nombre que me puedes buscar problemas”. Y por ahí disímiles manifestaciones de terror.

El miedo cobro su verdadero rostro en cada uno de los cubanos por estos días. La mayoría sale a la calle y se apertrecha. No con la ropa de ultima moda ni con zapatos de lujo sino con la mascara que mas le convenga para salir a flote.

Eso de que el viejo esta muerto, se esta muriendo o que esta grave demuestra que el horno no esta pa’ pastelitos. La mente de los cubanos es una hoguera de imaginación por estos días, una ola de millones de personas gritando contra el gobierno, cientos de jóvenes subiéndose a los autos, emborrachándose, gritando de alegría consignas comprometedoras; pero sus cuerpos y sus rostros expresan lo contrario. O permanecen inmóviles como si el tiempo se hubiese detenido desde el primero de agosto.

Algún que otro atrevido te sube una ceja y te frunce el ceño: “Tu has visto como esta la cosa”. Y el otro responde: “Ni hables de eso, muchacho”. Y todo se queda ahí. Las palabras sobran. Los bares están abarrotados pero eso de andar comentando que el “Barba guindo el piojo” nadie se lo permite ni a las consecuencias del alcoholismo crónico.

El miedo es palpable por estos días. Solo hace falta mirar las caras desencajadas y los ojos escurridizos de los habitantes de la Isla. Nadie puede emitir opinión alguna. La gente muestra el terror a través de la ventana de sus ojos aunque sus bocas no digan nada, aunque sus mentes se vuelquen en elucubraciones y predicciones futuristas.

Ya Miami hizo un buen ensayo de lo que seria una Cuba libre. La gente salio a festejar y lo hicieron con todas las ganas como si estuvieran en la Isla. Imagínense, los que salieron hace poco nunca habían gritado como esa noche que el viejo, supuestamente, paso a mejor vida, digo, si los ángeles le abrieron la puerta, que lo dudo.

En Miami se grito y se bailo en nombre de todos los cubanos que se reprimen a cada segundo. El cubano de estos días es un zombi y los entiendo. Con la muerte del Coma-Andante no se juega. Ni se menciona, ni se andan haciendo chistes, ni se le da riendas sueltas a lo que te dicta el corazón. Eso déjaselo a los cubanos de Miami que les encanta codearse con la gusanera y forman la guaracha y el guaguanco enseguida que al Viejo le da un desmayo.

Yo entiendo a los cubanos de adentro. Busco artículos que narren la cotidianidad de estos días y ni la sombra. Pero es lógico. Simplemente, no se puede.


La última vez que me di cuenta que con la muerte del Tipo no se juega fue cuando la Seguridad del Estado encontró en un registro en mi casa una foto de un chiste que circulaba por la Internet por esos días. Fidel Castro aparecía en una portada del Granma, metido en un ataúd, y se anunciaba su muerte.

Cuando el oficial se viro y me dijo: ¿Qué significa esto? Yo no tuve miedo. ¡Me cague! Me dio como un descenso, una fatiga mezclada con sudores fríos, dolor de estomago y nauseas. Yo lo único que quería era que la tierra me tragara. Me quede muda porque los nervios no me atinaban a nada. Me aterrorice.

Al instante lo que paso por mi cabeza fue una celda de Villa Marista y un sentimiento de desamparo increíble.

No sabía si llorar, si reírme, si correr.

Fue el susto más grande de mi vida.

Foto: Imagen que tomara la Seguridad del Estado en mi casa durante la ola represiva de marzo del 2003.


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