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Familias Deshechas. El Costo Humano de las Restricciones de USA y Cuba

Human Rights watch

 


Durante las últimas cuatro décadas, cientos de miles de personas han salido de Cuba, muchas de ellas en busca del disfrute de los derechos fundamentales que les negaba el gobierno de Fidel Castro, como los derechos a la libertad de expresión, asociación y asamblea. Sin embargo, su capacidad para perseguir el ejercicio de estas libertades en el extranjero se ha visto restringida por la negativa de Cuba del ejercicio de otro derecho
fundamental—el derecho a la libertad de circulación.

Cuba se niega con frecuencia a conceder permiso a sus ciudadanos para salir del país y suele negar permiso para regresar a algunos que han salido. Estas restricciones han llevado a la separación involuntaria de muchas familias cubanas, violando de esta manera, el derecho de los niños a estar con sus padres.

El daño emocional para los familiares es incalculable. Un médico cubano que vive en Brasil, por ejemplo, nunca ha podido conocer a su hijo de seis años. Su ex esposa y su hijo están en Cuba, pero en vista de que violó las restricciones para viajar negándose a regresar en 2000 de un viaje autorizado, el gobierno le ha prohibido visitar el país para ver a su hijo. Una madre cubana que vive en México y que estuvo separada de sus hijos durante tres años en circunstancias similares dijo a Human Rights Watch que sentía como si el gobierno cubano hubiera “arrancado una parte de mi vida”.

Sin embargo, Cuba no es el único país que impone restricciones para viajar que dividen a familias. Durante las últimas cuatro décadas, Estados Unidos se ha servido del terrible historial de Cuba en materia de derechos humanos para justificar un embargo económico destinado a sacar del poder a Fidel Castro. Esta política no sólo no ha logrado llevar la democracia a la isla, sino que ha ofrecido a Castro una justificación conveniente para las prácticas represivas de su gobierno. Recientemente, en lugar de abandonar o modificar el embargo, el gobierno de George W. Bush ha intentado fortalecerlo mediante restricciones para viajar las cuales, al igual que las políticas de Fidel Castro, menoscaban el derecho de los cubanos a la libertad de circulación.

Como parte de una prohibición más amplia de los viajes a Cuba, en 2004, el gobierno de Bush impuso límites estrictos sobre los viajes por motivos familiares. De acuerdo con las nuevas reglas, sólo se puede visitar a familiares en Cuba una vez cada tres años y sólo si estos familiares encajan dentro de la estricta interpretación oficial de “familia”.

Al igual que las reglas sobre viajes impuestas por Cuba, estas nuevas restricciones han tenido un profundo impacto sobre muchas familias cubanas. Una mujer cubanoamericana de Miami se vio obligada a suspender sus visitas frecuentes para atender a su padre enfermo—un viudo en estado avanzado de Alzheimer y sin familiares cercanos en Cuba—y no pudo ayudarle ni reconfortarle cuando cayó en una depresión, dejó de comer y finalmente murió. Un sargento del ejército de Estados Unidos, al que le negaron la autorización para visitar a sus dos hijos en Cuba durante un permiso de dos semanas del servicio activo en Irak, se vio forzado a regresar al frente sintiendo que no había podido “cumplir [su] obligación como padre”.

Las restricciones para viajar impuestas por Cuba y Estados Unidos van en contra del principio de derechos humanos de que todas las personas tienen derecho a regresar a su propio país. Este principio de Derecho internacional, establecido en la Declaración Universal de Derechos Humanos y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, se aplica en este caso no sólo a los ciudadanos cubanos, sino también a los cubanoamericanos que tienen lazos tan estrechos con Cuba que no pueden simplemente ser considerados extranjeros. Al negar el permiso de salida a algunos de sus ciudadanos, la política sobre viajes de Cuba también viola su derecho a salir del país. Y en el caso de los niños separados de sus padres por las restricciones para viajar, las políticas de ambos países vulneran su derecho a la unidad familiar consagrado en la Convención sobre los Derechos del Niño y la Declaración Universal de Derechos Humanos.

Human Rights Watch realizó entrevistas con más de 50 cubanos y cubanoamericanos
cuyas familias han tenido que soportar la separación provocada por las restricciones impuestas por Cuba, Estados Unidos, o ambos países. Estos casos ilustran el profundo dolor que la separación prolongada causa en las familias —desde la aflicción de los niños forzados a crecer sin ver a sus padres hasta la angustia de los adultos que no pueden despedirse de los seres queridos que están muriendo.

Los casos también demuestran porqué la libertad de circulación es un derecho fundamental para las personas que se enfrentan a regímenes represivos, así como para los emigrantes que intentan mantener sus lazos familiares en el país que han dejado atrás.

Las restricciones de Cuba sobre los viajes

El gobierno cubano prohíbe a sus ciudadanos salir o regresar a Cuba sin antes haber
obtenido una autorización oficial. Los viajes no autorizados pueden acarrear un enjuiciamiento penal.

Cuba niega permisos de salida a cientos, posiblemente miles, de personas cada año. Una gran parte de los cubanos a los que se niega los permisos de viaje son profesionales de la salud, a quienes se les alega que la “Resolución 54” del Ministerio de Salud Pública exige a los profesionales de la salud que soliciten permisos de salida un plazo de espera de tres a cinco años antes de estudiar su solicitud.

Cuba justifica la restricción de los permisos de viaje para profesionales de la salud como una medida para evitar la “fuga de cerebros”. Argumenta que los profesionales calificados que han recibido educación por parte del Estado cubano tienen la obligación de servir al pueblo cubano. Sin embargo, no sólo aplica esta política a los recién graduados de las facultades de medicina, sino también a los médicos veteranos, incluyendo una neuróloga de 62 años que desempeñó un papel fundamental en el desarrollo del avanzado programa de neurociencia de Cuba. El gobierno cubano lleva más de una década negándole el permiso a esta destacada doctora para visitar a su hijo y sus nietos en Argentina alegando que su cerebro “es patrimonio del Estado cubano”, por lo cual debe permanecer en la isla; a pesar de que renunció a su puesto en 1994.

Asimismo, Cuba niega regularmente los permisos a los familiares de los que denomina “desertores”, es decir, personas que salieron del país sin permiso o se negaron a regresar al final de un viaje autorizado. También le niega a estos “desertores” el permiso para regresar a Cuba, separándoles así completamente de sus familiares que permanecen en la isla.

La separación forzada resultante de estas restricciones para viajar puede ser devastadora para las familias. Una madre cubana que vive en Alemania dijo que, cuando el gobierno cubano le negó el permiso de salida a su hijo, fue como “sentenciar a mi hijo a vivir como un huérfano con padres vivos”. Otro padre describió el dolor que supuso la separación de su hija durante diez años: “Cada vez que servíamos un plato de comida y sabíamos que nuestra hija estaba lejos y no a nuestro lado era muy duro… Esas heridas nunca se cierran”.

Además de la angustia emocional de la separación, los intentos de eludir las restricciones pueden resultar muy costosos, ya sean los graves peligros a los que se enfrentan los que huyen del país adentrándose en ultramar o los exorbitantes sobornos que hay que pagar a funcionarios corruptos para obtener permisos de viaje.

Teniendo en cuenta estas posibilidades, y el miedo de la separación prolongada de la familia, el control de Cuba sobre los viajes ofrece a las autoridades un instrumento poderoso de control de lo que los ciudadanos dicen del gobierno cubano. Un activista de derechos humanos cubano al que le han negado el permiso para visitar a su familia en Florida, describió la política sobre viajes como un “arma de disuasión usada para intimidar, reprimir y controlar varios tipos de actividades”. Asimismo, la destacada neuróloga a quien le han negado el permiso de salida describió la restricción sobre los
viajes como “una forma de chantaje psicológico” que disuade a las personas de criticar al gobierno. “Creen que callándose y complaciendo al gobierno puede que un día el gobierno les dé permiso”, agregó.

Restricciones estadounidenses sobre los viajes a Cuba

Al evaluar el embargo de Estados Unidos sobre Cuba, un informe de 2004 de la Comisión de Ayuda a una Cuba Libre del Presidente George W. Bush concluyó que uno de los principales obstáculos para promover una “Cuba libre” ha sido la conducta del propio pueblo cubano.

Según la comisión presidencial, los cubanoamericanos y los cubanos que viven en Estados Unidos que realizan visitas regulares a sus familiares en la isla y generan “un
aporte importante de dinero al régimen”, al pagar las altas tasas sobre viajes impuestas por el gobierno cubano y gastar dólares en los comercios estatales de la isla. Con el fin de interrumpir esta fuente de ingresos, el gobierno de Bush impuso restricciones estrictas a los viajes por motivos familiares en junio de 2004. De acuerdo con las nuevas reglas, se puede visitar a los familiares en Cuba una vez cada tres años, y sólo si éstos son “familiares cercanos”, que, según la definición, incluyen a cónyuges, hijos, nietos, padres, abuelos, hermanos, o cónyuges de alguno de ellos.

El gobierno de Bush insiste que sigue siendo posible visitar a familiares en Cuba. “Una
persona puede decidir cuándo quiere viajar una vez cada tres años y la decisión depende de ella”, señaló Dan Fisk, Adjunto al Asistente para Asuntos del Hemisferio Occidental de la Secretaría de Estado. “Por lo tanto, si tienen a un familiar que esté muriendo, tienen que decidir cuándo quieren viajar”, agregó.

Pero esta decisión puede ser terriblemente difícil de tomar, especialmente para los que tienen familiares ancianos, para los que la muerte puede llegar en cualquier momento, o los que tienen muchos familiares cuya salud pende de un hilo. Más aún, en muchos casos, no se trata de despedirse de familiares enfermos sino de ayudarles a vivir. Los viajes sirven para llevar el dinero y los productos médicos que escasean en la isla y darles un respiro temporal a otros familiares que están cuidando del familiar enfermo. Las visitas también sirven para ofrecer un apoyo emocional que puede ser crucial para ayudar a que el familiar enfermo pueda cobrar las fuerzas necesarias para superar la enfermedad o simplemente soportar el dolor. “Cada vez que voy allí es como darle una inyección de felicidad”, dijo una mujer sobre su madre enferma. “Le hace querer seguir viviendo”, agregó.

Una visita una vez cada tres años no es ni siquiera una alternativa para aquellos cubanos cuyos familiares en la isla no encajan dentro de la definición de “familiar cercanos”. El gobierno ha defendido esta restricción subestimando su repercusión sobre las familias afectadas. “¿Qué se supone que tenemos que decirles?”, preguntó Roger Noriega, quien entonces ejercía de Asistente para Asuntos del Hemisferio Occidental de la Secretaría de Estado, a un periodista. “¿Vamos a continuar permitiendo que este dinero se amontone en las arcas de un régimen que los va a mantener encadenados bajo una dictadura porque queremos preservar el derecho de las personas a visitar a sus tías?”, agregó. Sin embargo, “visitar a sus tías” no es una cuestión trivial para muchos cubanos. Varias de las personas entrevistadas para este informe hablaron de las tías y los tíos que los habían criado como si fueran realmente sus padres. Y muchos hablaron de familiares que quedarían fuera de la definición de “familiares cercanos”, siento una parte integral de sus familias.

Las restricciones arbitrarias impuestas sobre los viajes por motivos familiares obligan a muchos cubanoamericanos desesperados a recurrir al viaje ilegal para poder ayudar a sus familiares. Muchas de las personas entrevistadas para este informe expresaron una gran frustración porque las nuevas restricciones del gobierno les obligaban a elegir entre atender a sus familias y respetar la ley.

Cuando se le interpela sobre la angustia provocada por esta política, la defensa en última instancia del gobierno de Bush ha sido trasladar la responsabilidad al gobierno cubano.

“El problema de la situación cubana no es que las familias estén divididas”, señaló Noriega. “El problema es que la mitad de la familia vive en una dictadura”. Sin embargo, está claro que, para los partidarios del embargo, también es un problema que los cubanos en Estados Unidos insistan en visitar y apoyar a la otra “mitad”, generándole de esta manera, ingresos al gobierno cubano. En este sentido, el problema para el gobierno es que las familias no están lo suficientemente divididas.

Muchos de los cubanos expatriados que fueron entrevistados para este informe dijeron
que habían abandonado Cuba porque se oponían a la manera en que estaba siendo gobernada. Pero también insistieron en que no abandonarían a sus familias. “Puedes oponerte al régimen, a las políticas”, señaló uno de ellos. “Pero no te vas a oponer a tu familia”, agregó.

Muchos americanos nacidos en Cuba dijeron que sentían que, con las restricciones para viajar, Estados Unidos estaba traicionando los mismos valores que estaba promoviendo respecto de Cuba. “Vine a este país en busca de libertad”, señaló otro. “Y ahora siento que alguien me está quitando la libertad por la que vine aquí”, agregó.

Recomendaciones

Al gobierno cubano

• El gobierno cubano debe abolir las restricciones para viajar que violan el derecho de toda persona a salir de su país y regresar a él. En particular, el gobierno debe reformar su código penal para eliminar los delitos de salida ilegal y entrada ilegal (artículos 216 y 217) para los ciudadanos cubanos.
• El gobierno también debe poner fin a todas las políticas y regulaciones que contribuyen a la separación de familias. En particular, el gobierno debe abolir la restricción, vigente desde 1999, que impide a los que han salido del país sin permiso o han estado en el extranjero más tiempo del permitido de regresar a Cuba durante cinco años.
• El gobierno debe cesar la práctica de obligar a los que viajan al extranjero a dejar a sus hijos en Cuba.
• El gobierno debe reformar la “Resolución 54” del Ministerio de Salud Pública, que impide que los médicos y los profesionales de la salud salgan de la isla hasta que hayan transcurrido entre tres y cinco años desde el momento en que solicitaron permiso para salir. Cualquier nueva disposición debe disponer maneras menos coercitivas para fomentar que los médicos practiquen la medicina en Cuba antes de emigrar, tales como crear incentivos económicos o establecer un requisito de residencia para que los estudiantes de medicina obtengan su título universitario. Sin embargo, se deben considerar excepciones para los médicos y otros profesionales de la salud que intenten reunirse con sus hijos en el extranjero.
• Toda regulación que límite los viajes debe hacerse pública. Aunque a muchos de los cubanos que entrevistamos les habían dicho que la “Resolución 54” prohibía su salida, ninguno de ellos había visto nunca el texto de la misma.
• En el caso de los niños cubanos cuyos padres viven fuera del país, el único factor que debe determinar si los niños pueden salir o no es el interés superior
del niño. Bajo ninguna circunstancia se debe retener a un niño en Cuba como castigo por las acciones de uno o más de sus progenitores.

Al gobierno de Estados Unidos

• El gobierno de Estados Unidos debe poner fin al embargo económico sobre Cuba. El embargo no es una política ajustada destinada a producir reformas específicas, sino una estrategia del mazazo con el único objetivo de derrocar al gobierno. Además de haber fracasado en su objetivo principal, el carácter indiscriminado del embargo ha dañado a la población en general y ha ofrecido al gobierno una justificación para sus políticas represivas.
• Hasta tanto se adopte esta medida, el gobierno de Estados Unidos debe eliminar las restricciones para viajar que socavan la unidad familiar y el derecho de toda persona a regresar a su país de origen.
• En particular, el gobierno de Estados Unidos debe eliminar las restricciones para viajar de cubanos a Cuba—lo que incluye a los cubanoamericanos que nacieron en Cuba o que tienen familiares en la isla.
• Hasta tanto se eliminen las restricciones para viajar, el gobierno de Estados Unidos debe disponer de excepciones por razones humanitarias que permitan a las personas obtener permisos para visitar a sus familiares en Cuba que padecen enfermedades graves o que se encuentren en otras situaciones de emergencia.


Las restricciones de Cuba sobre los viajes

Antecedentes

Restricciones para viajar en el pasado

Más de un millón de personas de “origen o descendencia” cubanos viven en Estados
Unidos. Más de 700.000 de ellos nacieron en Cuba, mientras muchos siguen teniendo
familiares cercanos en la isla.

Durante las últimas cuatro décadas, la inmigración cubana ha llegado en oleadas a Estados Unidos, propulsada por los acontecimientos económicos y políticos en la isla y restringida por las políticas migratorias de Cuba (así como las políticas estadounidenses que se examinan en la siguiente sección de este informe). La primera oleada, que incluyó a unos 200.000 emigrantes cubanos, empezó poco después de la revolución de 1959 y se prolongó hasta que el gobierno de Castro detuvo los viajes regulares a Estados Unidos en 1962.

La segunda oleada comenzó en 1965, cuando el gobierno cubano permitió que unas 5.000 personas salieran por una ruta marítima desde el puerto de Camarioca, un trayecto que continuó durante ocho años en forma de ruta aérea, conocida como los “vuelos de la libertad”, que consistieron en dos vuelos diarios a Miami en los que llegaron otros 200.000 cubanos a Estados Unidos. El gobierno cubano canceló esta ruta aérea en 1973 y se produjo una suspensión virtual de la emigración durante el resto de la década.
El siguiente éxodo importante tuvo lugar en 1980, cuando el gobierno cubano, en respuesta a las crecientes presiones para emigrar (y la ocupación de la embajada peruana por unas 10.000 personas que intentaban salir del país), permitió que más de 125.000 personas salieran de la isla, entre ellas algunos criminales condenados y otras personas consideradas “indeseables” en Cuba, en lo que llegó a denominarse el “Barco Mariel”.
Posteriormente, en 1981, Cuba empezó a conceder permiso a sus ciudadanos para visitar Estados Unidos, pero los niveles de migración se mantuvieron bajos, hasta que la presión para la emigración masiva volvió a crecer a principios de los noventa. En 1994, se inició otro éxodo importante, cuando el gobierno cubano anunció que no detendría a
nadie que intentara salir de la isla. Unas 30.000 personas intentaron cruzar el Estrecho de Florida, muchas de ellas en balsas. Esta situación conllevó a la “crisis de los balseros”, la cual hizo que Estados Unidos y Cuba negociaran un acuerdo por el que Estados Unidos aceptó admitir un mínimo de 20.000 cubanos al año y Cuba se comprometió a aceptar el regreso de emigrantes no autorizados interceptados en el mar por la Guardia Costera de Estados Unidos.

Además de controlar la emigración, el gobierno cubano ha puesto límites estrictos a las visitas de emigrantes cubanos a la isla. Durante un período de 20 años desde la revolución, Cuba les prohibió regresar (y confiscó su propiedad en la isla cuando se fueron). En 1978, el gobierno cubano comenzó a permitir que visitaran la isla. Sin embargo, durante los años ochenta, impuso límites sobre quién podía visitar. En 1994 el gobierno suavizó las restricciones sobre las visitas de emigrantes, al permitirles viajar a Cuba sin visa. Pero en 1999, empezó a imponer una prohibición de cinco años para el regreso de todo cubano que hubiera salido del país sin permiso.

Restricciones actuales sobre los viajes

El gobierno cubano prohíbe actualmente a sus ciudadanos que salgan del país o regresen a él sin antes haber obtenido un permiso oficial. 7 Los viajes no autorizados pueden acarrear un enjuiciamiento penal. De acuerdo con el Código Penal de Cuba, aquel que, “sin cumplir las formalidades legales, salga o realice actos tendentes a salir del territorio nacional”, incurre en sanción de privación de libertad de uno a tres años. Asimismo, el que “organice, promueva o incite” la salida ilegal incurre en sanción de privación de 4 años de libertad.

El proceso legal para salir de Cuba es caro y, para los profesionales, complicado. Los que estén empleados tienen que pedir primero un permiso de su empleador, el cual traslada la petición al ministerio gubernamental competente. Una vez que el ministerio aprueba la petición (un proceso que puede llevar años), se traslada a la Dirección de Migración. Los no profesionales se dirigen directamente a la Dirección de Migración.

El solicitante debe adquirir entonces un pasaporte que cuesta 50 dólares. Solicitar el permiso de salida cuesta otros 150 dólares, que no se devuelven aunque se niegue el permiso. El último paso es un examen médico que cuesta 450 dólares. Todas estas tasas son exorbitantes para los cubanos.

Cuba llegó a un acuerdo sobre emigración con Estados Unidos en mayo de 1995, por el que se comprometió a no aplicar la ley sobre salida ilegal a los cubanos repatriados. Sin embargo, el hecho de que no haya revocado esta ley pone seriamente en entredicho su voluntad de legitimar el derecho fundamental de sus ciudadanos a salir de su país.

Cuba niega de manera habitual el permiso de salida a varias categorías de solicitantes, entre ellos los profesionales de la salud y los jóvenes que no hayan cumplido el servicio militar obligatorio. Asimismo, Cuba se niega frecuentemente a permitir que sus ciudadanos cuyos viajes estén autorizados lleven a sus hijos con ellos al extranjero. En algunos casos, niega los permisos a familiares de personas que han salido del país sin autorización o se han negado a regresar al final de un viaje autorizado. Castiga adicionalmente a estos “desertores” negándoles el permiso para regresar a Cuba.

Human Rights Watch no pudo obtener información por parte del gobierno cubano en relación con la negación de solicitudes de permisos. (Las autoridades cubanas no respondieron a nuestras reiteradas peticiones de entrevistas). En consecuencia, es difícil determinar con precisión el alcance total de esta práctica. Sin embargo, existe un amplio consenso entre activistas de derechos humanos y médicos cubanos en que se trata de un hecho generalizado.

Este consenso se ve corroborado por el gran número de cubanos que han informado a la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana de la negación de su permiso para salir de Cuba después de obtener visas para entrar a Estados Unidos. La Sección de Intereses recibió informes de 1.762 personas a las que les habían negado los permisos de salida entre octubre de 2003 y marzo de 2005.14 Los funcionarios estadounidenses que Estados Unidos conceda al menos 20.000 visas de residentes a cubanos cada año. Aproximadamente el 85 por ciento de los cubanos que inmigran a Estados Unidos mediante este mecanismo son elegidos por lotería, según el Departamento de Estado. Muchos de los otros son familiares.

Negación de permisos de salida

Profesionales de la salud

Una gran parte de los cubanos a los que se niegan los permisos de salida son médicos u otros profesionales de la salud. De los casos registrados por la Sección de Intereses de Estados Unidos, casi la mitad corresponden a esta categoría.

La razón por la que se niegan los permisos de salida a tantos profesionales de la salud es la “Resolución 54” del Ministerio de Salud Pública o al menos eso es lo que les informan a tantos de ellos cuando rechazan sus solicitudes. Sin embargo, ninguno de las personas entrevistadas ha visto nunca el reglamento—ni siquiera los que habían pedido un ejemplar cuando éste fue citado en la negativa de sus permisos. “Es como una ley fantasma”, señaló un médico a Human Rights Watch. “Nadie la ha visto por escrito”,

Según la mayoría de las versiones, la “Resolución 54” exige a los profesionales de la salud que soliciten permisos de salida que esperen de tres a cinco años antes de que se estudie su petición. Algunos médicos han informado que la regla especifica que deben pasar esos años de espera trabajando en comunidades rurales.

Mientras que el texto de la resolución se ha mantenido fuera del alcance del público, las razones que la justifican no lo han estado. La restricción forma parte de un esfuerzo general de prevenir una “fuga de cerebros” de profesionales calificados de Cuba. El Presidente Castro ha acusado a Estados Unidos de atraer activamente a gran número de profesionales calificados de Cuba, de esta manera “privando al país de médicos, ingenieros, arquitectos y otros graduados universitarios formados gratuitamente en nuestro país”. Asimismo, ha prometido que Cuba no tolerará un éxodo de profesionales, declarando que no explotarán el país como si fuera “una incubadora de cerebros”, y que “cuando los incube, es, en primer lugar, para servir a nuestro pueblo y también para otros países hermanos del mundo que sufren del saqueo y de la pobreza, no para engordar los bolsillos de los saqueadores del mundo”

Sin embargo, como demuestra el caso de la Dra. Hilda Molina esta restricción se aplica a médicos que ya han realizado importantes contribuciones al sistema de salud cubano. Y como también demuestra el caso de la Dra. Molina, un resultado de esta política es la separación forzada de familias.

Familiares de “desertores”

Cuba niega regularmente permisos a familiares de “desertores” que han salido del país sin permiso o que se han negado a regresar al final de un viaje autorizado.

Lázaro Betancourt descubrió esto cuando desertó de Cuba en 1999 después de haber
trabajado en el servicio de seguridad del gobierno durante 20 años. Estados Unidos le
concedió asilo inmediatamente y, en seis meses, lo extendió a su esposa y a su hijo de nueve años en Cuba. Sin embargo, el gobierno cubano no les permitió salir de la isla.
Según su experiencia profesional en el gobierno, Betancourt cree que todo ex miembro de las fuerzas armadas tiene que esperar cinco años antes de poder sacar a su familia. No obstante, han transcurrido más de cinco años desde que salió de Cuba, y sigue sin recibir muestras de que su esposa y su hijo podrán salir. Aunque Betancourt ha escrito en repetidas ocasiones al Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba en relación a su familia, nunca ha recibido respuesta

La esposa y el hijo de Betancourt no son los únicos familiares afectados, señala Betancourt. En 2001, la hermana de Betancourt, Maydelín Betancourt Morín, obtuvo una visa para Estados Unidos mediante la lotería de inmigración. Su esposo y sus dos hijos automáticamente también recibieron visas. Sin embargo, el gobierno cubano
concedió permisos de salida a su esposo y a sus hijos, pero no a Maydelín. Bentacourt dijo a Human Rights watch que los funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores le habían dicho a su hermana que no obtendría un permiso para viajar porque su hermano era un “traidor”.

La negación de permisos de salida a familiares de “desertores” no es en lo más mínimo una nueva política en Cuba. Un caso bien conocido se remonta a 1980, cuando el músico de jazz cubano Paquito D’Rivera desertó durante una gira con su grupo en Madrid. D’Rivera pidió permiso para que su esposa y su hijo se reunieran con él, pero el gobierno cubano les negó los permisos de salida. Durante nueve años, D’Rivera insistió en obtener el permiso, pero le fue negado reiteradamente sin explicación alguna. No pudo sacarles del país hasta 1989, cuando sobornó a algunos funcionarios

Otro músico que sufrió una larga separación de su familia es el compositor Jorge F. Rodríguez, quien obtuvo un permiso de seis meses para viajar a México en 1992 y decidió quedarse allí. Durante su estadía en México, Rodríguez apeló dos veces a los
funcionarios cubanos para que concedieran el permiso para que su esposa y su hija de 11 años se pudieran reunir con él. Aunque el gobierno mexicano concedió visas a la familia, las autoridades cubanas sólo permitieron la salida de la esposa de Rodríguez. Al no querer abandonar a su hija, su esposa se quedó en Cuba hasta que, después de tres años de separación, pudieron finalmente escapar ilegalmente en 1995.

En 2000, el Dr. Leonel Córdova huyó de una misión médica en Zimbabwe y viajó a Estados Unidos, donde le concedieron asilo. Pidió permiso para que su esposa y sus dos hijos, de 4 y 11 años, salieran de Cuba y se reunieran con él. No fue sino hasta que su esposa murió en un accidente de tráfico el año siguiente que les concedieron el permiso de salida a sus hijos, con la intervención de los miembros del Congreso de Estados Unidos.

Joel Moreno Molina, profesor de informática en La Habana, viajó a Perú en marzo de 1999, como parte de un acuerdo oficial para dar clases en la Universidad Peruana de Ciencias. Aunque se suponía que su estancia debía finalizar en enero de 2001, Moreno decidió quedarse en Perú y, después de casarse con una peruana, obtuvo la residencia en el país en julio de 2001. Esperando el nacimiento de su primer hijo en noviembre de 2002, Moreno y su esposa planearon que la madre de Moreno viniera de Cuba para ayudarles en el momento del parto. Su madre empezó los trámites para obtener un permiso de salida varios meses antes de la fecha prevista. Su empleador, el Ministerio de Salud Pública, le dio permiso para viajar, y el gobierno peruano le concedió una tarjeta de residencia peruana en julio 2002, por ser la madre de Moreno. No obstante, según Moreno, las autoridades de migración cubanas se negaron a permitirle salir por ser la madre de un “desertor”. Le dijeron que tenía que esperar tres años. Finalmente le permitieron viajar en marzo de 2003, casi cuatro meses después del nacimiento.

Hijos de personas en el extranjero

El gobierno cubano también niega permisos de salida a los hijos de personas cuyos viajes al extranjero han sido autorizados oficialmente. A “Elena Vargas”, por ejemplo, le exigieron que dejara a su hija de diez años en Cuba cuando se fue a trabajar a México y después a Perú en los noventa, como parte de los acuerdos gubernamentales con las universidades de esos países. Cuando estaba en Perú, volvió a casarse y decidió quedarse.
Pero no pudo obtener permiso para que su hija se reuniera con ella. Aunque le fue posible visitar a su hija en Cuba, le fue imposible traer a su hija a vivir con ella. La niña
murió en un accidente el 30 de diciembre de 2000.
Zaida Jova y Vicente Becerra son ingenieros cubanos que viajaron a Brasil en 1997 para trabajar. Al igual que Elena Vargas, la pareja se vio obligada a dejar a su hija de siete años, Sandra, en Cuba, según alegan, como condición para poder viajar.

Después del nacimiento de su segundo hijo, la pareja decidió instalarse permanentemente en Brasil. El gobierno de Brasil concedió inmediatamente la residencia a todos los miembros de la familia, incluyendo a Sandra, como parte de una política de reunificación familiar. La Habana, sin embargo, se negó a permitir que Sandra saliera del país. Tras la intervención del gobierno brasileño, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y otros organismos, permitieron finalmente que Sandra se reuniera con sus padres en junio de 2001, tras cuatro años de separación.

Negación de permisos de entrada

Como demuestra el caso ilustrativo de Juan López Linares antes mencionado, además de negar los permisos de salida, el gobierno cubano niega el permiso de entrada a ciertas personas después de haberse ido de la isla. El Dr. Ramón Martínez Martínez, por ejemplo, señaló que el gobierno cubano se ha negado a permitirle regresar a Cuba a visitar a sus hijos pequeños, a los que no ha visto desde que se fue en 1998. El Dr. Martínez, quien es cirujano plástico, viajó a Argentina el 13 de diciembre de 1998 para visitar a amigos, y decidió quedarse. Su segunda esposa y su hijo se reunieron pronto con él. La primera esposa de Martínez había muerto, y Martínez dejó a sus dos hijos—de 11 y 7 años—con sus abuelos maternos, de acuerdo con los deseos de la madre. Durante los últimos siete años, el Dr. Martínez no ha podido obtener permiso para regresar a Cuba a visitar a sus hijos. Los funcionarios del consulado de Cuba en Buenos Aires al parecer le dijeron que su regreso a Cuba estaba “indefinidamente” prohibido. El Dr. Martínez dice que, si hubiera sabido que no iba a poder ver a sus hijos durante tanto tiempo, nunca se habría ido.

De manera similar, a Joel Moreno Molina, antes mencionado, le han negado repetidamente el permiso de entrada a Cuba para visitar a su familia después de que se quedara en Perú más tiempo del autorizado. Las autoridades cubanas en Perú le dijeron que tendría que esperar cinco años porque estaba clasificado como un “desertor”. En octubre de 2004, Moreno volvió a pedir un permiso de entrada, esperando poder celebrar el cumpleaños de su segundo hijo con sus padres. Pero la embajada le informó nuevamente que no podía regresar hasta que hubieran transcurrido cinco años.

La repercusión de las restricciones de Cuba sobre los viajes

El dolor de la separación forzada para las familias

La separación forzada resultante de las políticas de Cuba con respecto a los viajes puede causar una profunda angustia en los hijos separados de sus padres. La separación también puede tener un fuerte impacto en los adultos. Incluso cuando las familias se reúnen finalmente, la separación forzada puede dejar marcas duraderas. Varias personas a las que entrevistamos señalaron que sus matrimonios fueron destruidos por la separación. Otros describieron la pérdida de intimidad con sus hijos que han crecido sin conocer a uno o los dos de sus progenitores.

Paquito D’Rivera, por ejemplo, describió la repercusión que tuvo su separación forzada
de su familia sobre su matrimonio en su autobiografía:

Corría el año de 1981, y yo andaba por las calles de New York con el alma rota por mi hijo ausente, desesperado por la inminente ruptura de mi matrimonio, provocado por la lejanía, las amenazas a la madre de mi hijo por parte de las autoridades cubanas prohibiéndole salir del país...

La separación forzada desembocó finalmente en divorcio y le distanció de su hijo. “Perdí mi matrimonio y la infancia de mi hijo”, señaló D’Rivera a Human Rights Watch. “Por eso mi hijo es casi como un extraño para mí. Tenemos una buena relación, pero es como amigos, aunque no muy buenos amigos”.

Blanca Reyes intentó salir de Cuba con su esposo y su hijo de nueve años en 1980, pero decidió, en cambio, quedarse con su hijo cuando el gobierno le negó el permiso para salir. Su plan consistía en que su esposo saliera y pidiera permiso para que su esposa y su hijo se reunieran con él. Pero el gobierno no permitió que su hijo saliera del país hasta 1993. Para entonces, la separación había destrozado el matrimonio, según Reyes, que culpa al gobierno cubano de su divorcio. “A nosotros nos divorció Fidel Castro. …no tuvimos alternativa, nos separamos porque Fidel nos obligó a estar separados. …La distancia entre Miami y la Habana es inmensa”, señaló. Reyes considera que la separación también le causó un daño emocional grave a su hijo:
“A mi lo que más me duele de todo esto es el dolor que tuvo que pasar mi hijo. El niño
fue el que se quedó sin padre … El niño apenas tenía cuatro años y antes de esta separación con su padre, él era un niño muy feliz. Después de que empezaron a pasar todas estas cosas se volvió un niño serio”.
El hijo de Reyes, Miguel Ángel Sánchez Reyes, describió el impacto duradero que tuvo esta separación forzada sobre su relación con su padre: Soy una persona que creció sin padre. Y cuando no sabes cómo es tu papá, lo idealizas y cuando lo ves es posible que sea como pensabas o es posible que no sea… Dejé de verle cuando tenía nueve años y le volví a ver cuando tenía 21 años. Y a esa edad es difícil reconectar con tu padre y es muy difícil crear ese vínculo entre padre e hijo. A pesar de que tenemos una buena relación, es difícil.

El alto costo de los intentos de reunificación

Además de la angustia emocional de la separación, los esfuerzos por eludir las restricciones pueden resultar muy costosos. En varios de los casos que documentamos, los cubanos se sintieron obligados a pagar sobornos para salir. Y, como ilustra el caso de Paquito D’Rivera, con frecuencia, los sobornos no son suficientes. La noche antes de la fecha prevista para que su esposa y su hijo volaran a Miami, la policía allanó su casa y les quitó los pasaportes. D’Rivera respondió “haciendo un escándalo muy grande por todo el mundo”. Compró una máquina de fax y empezó a enviar cartas a los periódicos “de todo el planeta” hasta que, después de varias semanas de intensa publicidad, el gobierno les devolvió los pasaportes. D’Rivera pudo finalmente reunirse con ellos en Miami en enero de 1989.

Otros han adoptado medidas aún más desesperadas para sacar a sus familiares de Cuba. Uno de los casos más dramáticos es el de Orestes Lorenzo Pérez, un piloto de la Fuerza Aérea Cubana que desertó en 1991 volando un jet MIG-20 durante un vuelo de entrenamiento hasta Key West, Florida. Poco después de llegar a Florida, Lorenzo
puso en marcha una campaña para traer a su esposa y sus hijos, de diez y seis años, a Estados Unidos. Aunque obtuvo visas para que los tres vinieran a Estados Unidos, el gobierno cubano se negó a concederles permiso para salir. Lorenzo emprendió una campaña internacional para presionar al gobierno cubano para que dejara salir a su familia, presentando su caso ante el Presidente George H.W. Bush, y realizando una huelga de hambre en España.

A pesar de todos sus esfuerzos, los funcionarios dijeron a su esposa que nunca dejarían salir a la familia del país. Por lo tanto, Lorenzo decidió tomar medidas drásticas. Tomó prestada una avioneta y, a través de un mensajero, comunicó a su familia que le esperaran en un puente conocido de la carretera costera al este de La Habana, en la provincia norteña de Matanzas. A la hora convenida, aterrizó el avión en la carretera, recogió a su familia y regresó a Estados Unidos. “Era una posibilidad entre un millón”, dijo a Notisur, “poder colarse en Cuba es posible, pero aterrizar en una carretera con tráfico… entre automóviles, fue de hecho un milagro… La posibilidad de ser capturado o derribado era grande, pero valió la pena por la libertad de mis hijos”.
Muchos otros miles han optado por una escapada arriesgada en altamar. Un ejemplo reciente conocido es el de José Contreras, ahora pitcher en un equipo de la Liga Mayor de Béisbol, que desertó de Cuba en octubre de 2002, pero no pudo obtener permiso para que su esposa y sus hijos pequeños salieran de la isla. Al parecer, los funcionarios del gobierno cubano le dijeron a su esposa que ella y sus hijas, de 11 y 3 años, tendrían que esperar cinco años por un permiso de salida.81 Sin embargo, el 20 de junio de 2004, las tres embarcaron secretamente un barco de diez metros con otros 18 cubanos y huyeron
a Estados Unidos. Llegaron al sur de Florida a la mañana siguiente y Contreras pudo reunirse con su familia después de dos años de separación.82 Un gran número de cubanos se han ahogado intentando dichas huidas.

Restricciones sobre viajes como coacción política

El derecho a salir de un país es un ingrediente esencial de la libertad. Permite que las
personas escapen de sistemas políticos represivos. Para muchos exiliados cubanos, salir de la isla parecía la única manera posible de disfrutar de las libertades políticas fundamentales de las que carecían en Cuba. Orestes Lorenzo, por ejemplo, dijo a Human Rights Watch que lo que le hizo intentar su atrevida huida fue su sentimiento de que, en Cuba, “tu destino está en las manos de un todo poderoso”, Fidel Castro. “Uno no tiene protagonismo en la vida propia… no eres dueño de tu destino”, agregó

La Dra. Hilda Molina describió el impacto del miedo a los informantes en la vida diaria. “En Cuba hay una careta generalizada, porque o de verdad estás con el régimen o pretendes estarlo”.

Para los profesionales de la salud, las restricciones para viajar crean un sentimiento especialmente marcado de que están siendo privados de sus libertades fundamentales.
Como explicó un médico que salió de Cuba: “Te preguntas ¿para qué me sirve el estudio? ¿Para qué estudié? En vez de ayudarte el estudio te golpea… Te consideras un rehén, como si hubieras cometido un crimen”.

Es más, los profesionales de la salud que piden permiso para salir de Cuba tienen que
soportar el estigma de la “deserción” durante los tres o cinco años (o incluso más) que esperan su visa. “El profesional se expone a que lo llamen traidor, gusano”, explicó un médico exiliado. “Porque claro desde el momento que dices que te quieres ir empieza toda la propaganda en contra tuya”,

Las restricciones también pueden servir para forzar la colaboración con el gobierno. Carmen Delia Llano Ochoa sufrió varios arrestos domiciliarios en Cuba por ser disidente. En 2001, Llano pagó a un “coyote” que sobornó a los funcionarios de migración para que eliminaran la información relacionada con sus actividades políticas de su expediente. Esto le permitió salir de la isla el 22 de diciembre de 2001, y solicitar asilo político en Canadá. Aunque Canadá le concedió la residencia a ella, Cuba se negó inicialmente a permitirles salir a su esposo y a su hijo de ocho años. Según Llano, los funcionarios del consulado cubano en Montreal intentaron obligarla a identificar a opositores del gobierno como condición para sacar a su familia de la isla. Llano, enojada, organizó una protesta frente al consulado cubano desde el 20 de octubre hasta el 10 de diciembre de 2004. El 12 de diciembre, La Habana cedió y permitió la salida de su esposo y su hijo.

Además de servir de medio para forzar el cumplimiento, las restricciones para viajar pueden ser una forma de castigo para los opositores políticos. Rafael León Rodríguez, por ejemplo, un activista político de 59 años, no ha podido salir del país a pesar de que Estados Unidos le concedió una visa en 2000. Ha solicitado reiteradamente un permiso de salida para poder visitar a sus tres hijos y cuatro nietos que viven en Miami. Los hijos salieron de Cuba con su ex esposa en 1980. Nunca ha conocido a sus nietos. Sus solicitudes de permisos de salida han sido ignoradas o rechazadas. Ha señalado que las autoridades le han indicado que estos rechazos se deben a su actividad política con el grupo de oposición, el Proyecto Democrático Cubano.

De manera similar, el disidente Edgardo Llompart se enfrentó a la separación de su hija de 19 años como castigo por sus actividades de oposición y su negativa a cooperar con el gobierno. Llompart formó parte de un grupo de disidentes excarcelados en 1991 después de haber sido condenados por rebelión al haber organizado un movimiento político independiente en los ochenta. Cuando lo pusieron en libertad, le dieron dos alternativas: cooperar con el gobierno o irse al exilio. Las autoridades le permitieron llevarse a su hijo y a su esposa a Estados Unidos, pero le negaron el permiso de salida a su hija, Ibet Llompart, por un período de diez años. “Mi vida emocional y física se vieron muy afectadas” por la separación, dijo Llompart a Human Rights Watch. “Cada vez que servíamos un plato de comida y sabíamos que nuestra hija estaba lejos y no a nuestro lado era muy duro… Esas heridas nunca se cierran”, agregó.

La amenaza de la separación se ve agravada por el hostigamiento a los familiares que
quedan atrás, que se enfrentan a toda una gama de formas de persecución, desde despidos hasta el repudio social. La esposa de Joel Brito, por ejemplo, fue despedida de su empleo de directora de presupuesto de la alcaldía de La Habana cuando su esposo se quedó fuera del país después de una conferencia en Bolivia. Según Brito, su esposa fue víctima de llamadas frecuentes con insultos en la que le pedían que denunciara públicamente a su esposo, algo a lo que se negó rotundamente. Los agentes de seguridad del Estado la entrevistaron durante varias horas sobre su esposo, presionándola para que lo llamara traidor y engañándola al decirle que Brito había encontrado una nueva esposa y estaba empezando una nueva familia en Estados Unidos.

El compositor Jorge Rodríguez dijo a Human Rights Watch que su esposa y su hija sufrieron un acoso constante después de que las dejara en Cuba. Se vieron obligadas a dejar su apartamento debido a la hostilidad de los vecinos. Los compañeros de clase de su hija se burlaban de ella, diciéndole que su padre era un traidor. Los funcionarios de seguridad detuvieron a su esposa en múltiples ocasiones y le dijeron que nunca vería a Rodríguez de nuevo. A su esposa le rebajaron el salario, lo que hizo que eventualmente renunciara a su empleo.

Miguel Ángel Sánchez Reyes, habló con Human Rights Watch del estigma que sintió
como hijo de un “desertor”:
Yo pensaba al principio que mi papá era un traidor a la patria, un traidor de Fidel. Lo primero es encontrarte con que tu papá es un traidor. El temor a que esas personas que te rodean se enteren que tu padre ha desertado de Cuba. Eso no lo cuentas, si te preguntan que dónde está tu papá, tu dices que no está, o que tu papá está separado de tu madre pero nunca dices que se fue de Cuba porque tienes un temor gigante al rechazo. Tienes temor a ser rechazado por los estudiantes y la sociedad.

Las personas que te conocen también te rechazan porque eres el hijo de un desertor. No se reúnen contigo. A mi me daba miedo encontrármelas en la calle y que me pararan y me dijeran algo porque de pronto más gente se enteraba de quién era mi papá. Es un temor al rechazo. Y al mismo tiempo es difícil disimular y pretender que estás contento.

En el transcurso de la investigación para este informe, Human Rights Watch se encontró con numerosas personas que tenían miedo de hablar con nosotros sobre sus casos, incluso cuando les garantizamos el anonimato. Uno de los principales temores que tenían estos y otros cubanos es que les negaran el permiso a ellos o a sus familiares para salir o entrar a Cuba. “Le pido que no use mi nombre”, dijo una mujer en Miami al final de una entrevista, “porque mi mamá sigue en Cuba y voy a visitarla el año que viene… No quiero que me impidan ir y me digan: ‘Estabas diciendo cosas, estabas hablando’”.

Asimismo, “Elena Vargas” dijo a Human Rights Watch que no quería que se hiciera público su nombre en este informe porque tenía miedo de que acosaran a su familia. “Es que en Cuba hay mucho miedo”, dijo. “Miedo a saber, miedo a solidarizarse, miedo a que la gente sepa. Porque es que puede que para otros esto no sea indispensable pero cuando tu estás en Cuba no quieres saber qué pasa o no quieres que piensen que eres cómplice porque no quieres que te dejen sin jabón, sin el aceite”, agregó.

La Dra. Hilda Molina ofreció a Human Rights Watch detalles de otros tres casos—y dijo que sabía de muchos casos más—relacionados con conocidos a los que les habían negado los permisos de salida, pero que le habían dicho que no querían ser entrevistados por miedo a las posibles consecuencias negativas. “Es una forma de chantaje psicológico”, señaló. “Creen que callándose y complaciendo al gobierno puede que un día el gobierno les dé permiso [para viajar]”, agregó.

La separación forzada es, en otras palabras, una de los instrumentos más eficaces para evitar que las personas hablen de las restricciones para viajar, o critiquen otras políticas del gobierno cubano. Como explica el activista Rafael León Rodríguez: “La amenaza de negar el permiso para viajar es un arma de disuasión usada para intimidar, reprimir y controlar varios tipos de actividades”.


Restricciones de Estados Unidos sobre los viajes Antecedentes

Restricciones para viajar en el pasado

Desde poco después de que Fidel Castro llegara al poder en 1959, Estados Unidos ha
usado una combinación de medidas encubiertas y abiertas destinadas a sacarle del poder, entre ellas numerosos intentos de asesinato. La más duradera de estas medidas ha sido el embargo comercial estadounidense, que lleva más de 40 años en vigencia.

Las restricciones de los viajes a Cuba, uno de los componentes principales del embargo, se remontan a una nota del 16 de enero de 1961 del Departamento de Estado, en la que se proclamó que los viajes a Cuba de ciudadanos estadounidenses eran “contrarios a la política exterior de Estados Unidos y… por otra parte desfavorables a los intereses nacionales”. Desde entonces, las restricciones para viajar se han endurecido y suavizado alternativamente en diferentes momentos por sucesivos gobiernos.

De acuerdo con la nota del Departamento de Estado de 1961, toda persona que viajara a Cuba tenía que contar con un permiso específico del Departamento en su pasaporte. Un fallo de la Corte Suprema de Estados Unidos de 1967 afirmó que el viaje sin un pasaporte específicamente autorizado no constituía un delito de acuerdo con la legislación aplicable.Sin embargo, los reglamentos del Departamento del Tesoro que prohíben las transacciones financieras relacionadas con los viajes a Cuba, promulgados en 1963 de acuerdo con la Ley sobre Comercio con el Enemigo (Trading With the Enemy Act) de 1917, son aplicables en el ámbito penal. En consecuencia, los que viajen a Cuba sin un permiso del Departamento del Tesoro pueden ser enjuiciados por su uso de moneda estadounidense en Cuba—un tecnicismo que permite a Estados Unidos restringir los viajes a Cuba con la excusa de limitar las transacciones financieras. Estas medidas han perdurado como el principal medio para restringir los viajes de Estados Unidos a Cuba. El Departamento del Tesoro concede algunos permisos para viajar, pero las categorías de estas excepciones han sido reducidas o ampliadas en diferentes momentos en las últimas cuatro décadas.

Para una discusión sobre la ineficacia del embargo y su impacto negativo sobre los derechos humanos, véase “Cuba: Human Rights and U.S. Policy”, declaración de Tom Malinowski, Director de Campañas en Washington, Human Rights Watch, ante el Comité de Finanzas del Senado, 4 de septiembre de 2003.

Los viajes por motivos familiares son una de las excepciones que se han establecido o eliminado desde los años setenta. Como parte de una iniciativa más amplia en las
relaciones entre Estados Unidos y Cuba, el Presidente Carter dejó inactiva la prohibición en 1977, pero el Presidente Ronald Reagan volvió a imponer las restricciones en 1982.

Aunque el gobierno de Reagan prohibió la mayoría de los viajes a Cuba, sus nuevas regulaciones permitieron los viajes por motivos familiares. En respuesta a la crisis de los balseros de 1994, el Presidente Clinton suspendió la autorización general de los viajes por motivos familiares, pero la reinstauró a finales de 1995, como parte de un esfuerzo por ampliar los contactos interpersonales entre las personas en Cuba y Estados Unidos.

En 1999, junto con otras medidas para suavizar la prohibición de los viajes, aumentar los vuelos charter e incrementar los contactos interpersonales, el gobierno de Clinton eliminó el requisito de que los permisos para las visitas a familiares, ya fueran generales o específicos, tuvieran que responder a una necesidad humanitaria “extrema”. Las visitas de cubanoamericanos a sus familiares en Cuba aumentaron significativamente en la segunda mitad de los noventa.

El President George W. Bush mantuvo inicialmente la tendencia de suavizar los requisitos para los viajes por motivos familiares, introduciendo, en marzo de 2003, nuevas regulaciones por las que se creó un permiso general para viajar a Cuba una vez al año a visitar a la familia, sin que fuera necesario pedir una autorización especial.

Asimismo, las regulaciones de 2003 permitían que las personas solicitaran permisos específicos para realizar visitas adicionales cada año, y que visitaran a familiares “con una consanguinidad de no menos de tres generaciones con esa persona o un antepasado común”.

Nuevas restricciones para viajar por motivos familiares

En 2004, la Comisión del Presidente Bush para Contribuir a una Cuba Libre publicó un
informe en el que concluyó, entre otras cosas, que uno de los principales beneficiarios de los viajes a Cuba y desde Cuba era el propio Fidel Castro: “Se ha suministrado efectivamente al régimen una válvula de escape institucionalizada para el descontento
cubano con un generador de ingresos asociado”.102 Al aplicar altas tasas a las diferentes transacciones relacionadas con los viajes, y al requerir a los cubanos que compren en comercios estatales de la isla, Castro ha convertido estos viajes en “una fuente importante de dinero para el régimen”.

La comisión estimó que, en 2003, unas 100 a 125.000 personas viajaron a Cuba para visitar a familiares (de las cuales 31.000 hicieron múltiples viajes) y el gobierno cubano pudo generar 96.3 millones de dólares en divisas de estas visitas.104 Como consecuencia, la comisión afirmó que “los cubanos que emigraron recientemente se han convertido en una de las mayores fuentes de fondos y productos de la isla”.

La comisión recomendó que para fortalecer el embargo, habría que controlar estos viajes.

Por lo tanto, en junio de 2004, el gobierno estableció nuevas regulaciones para los viajes por motivos familiares. De acuerdo con éstas, sólo se puede visitar Cuba con permisos específicos, que sólo pueden concederse cada tres años. En concreto, se prohíben los viajes por motivos familiares a Cuba a las personas que, en los tres años anteriores, hayan emigrado de Cuba, regresado de un viaje a Cuba conforme al programa general de permisos o recibido un permiso específico para visitar a la familia. La visita no puede durar más de 14 días.

Las nuevas regulaciones también limitan la definición de “familiar cercano” a “la esposa, esposo, hijo, hija, nieto, nieta, padre, madre, abuelo, abuela, hermana o hermano de esa persona o su cónyuge, así como el cónyuge, el viudo o la viuda de cualquiera de los antes mencionados”. Quedan excluidos los tíos, las tías, los sobrinos, las sobrinas, los primos, las primas y otros familiares de este tipo, independientemente del papel que hayan podido desempeñar en la vida de la persona antes de la separación. Las nuevas regulaciones también prohíben el envío de dinero y paquetes humanitarios a otra persona que no sea la esposa, esposo, hijo, hija, nieto, nieta, padre, madre, abuelo, abuela, hermana o hermano, y limita la cantidad y la frecuencia de dichos regalos por cada hogar, mientras que antes se limitaba únicamente por cada persona (lo que permitía el envío de múltiples regalos a un solo hogar, así como el envío a no familiares).

A diferencia de las anteriores restricciones para viajar, las nuevas regulaciones no contemplan excepciones. Las personas que violen las restricciones sobre las visitas a
familiares pueden incurrir en sanciones de 4.000 dólares si han sido notificadas previamente por la Oficina de Control de Bienes en el Extranjero (Office of Foreign Assets Control, OFAC) del Departamento del Tesoro, y 1.000 dólares si no han recibido dicha notificación previa.

A principios de 2005, Human Rights Watch realizó entrevistas a 25 cubanos que vivían
en Estados Unidos y no habían podido obtener un permiso para visitar a sus familias en Cuba desde la entrada en vigor de las nuevas restricciones. Estos casos ilustran la
profunda angustia que puede producir la separación forzada de las familias. Personas
informadas en la comunidad cubano americana de Miami calculan que otros cientos de familias han sufrido problemas similares debido a las nuevas restricciones para viajar. El director de una agencia de viajes de Miami especializada en viajes a Cuba dijo a Human Rights Watch: “No pasa un día sin que venga alguien ansioso, llorando, desesperado por visitar a su familia”.


Casos ilustrativos

Marisela Romero

Antes de que las nuevas restricciones sobre viajes entraran en vigor, Marisela Romero, de 53 años, había ido a Cuba varias veces al año para ayudar a su padre de 87 años, que Entrevista telefónica de Human Rights Watch con el director de una agencias de viajes, Miami, Florida, se encontraba en la fase avanzada de Alzheimer y era incapaz de cuidarse a sí mismo.

Necesitaba ayuda para comer y se orinaba encima regularmente, necesitando que otros cambiaran sus sábanas, su ropa, y los pañales que tenía que llevar.

Romero había salido de Cuba en 1992, y después de la muerte de su madre y su hermana en 2002, los únicos familiares que podían cuidar de su padre enfermo eran su sobrino y su esposa.

Romero contrató a dos personas para ayudarles y empezó a hacer viajes frecuentes a Cuba, para poder pagar a estos asistentes, llevar dinero y suministros y, quizá lo más importante, ofrecerle afecto filial a su padre. “Siempre que venía se ponía muy alegre”, dijo Marisol Claraco, la esposa de su sobrino, a Human Rights Watch. “Porque aunque tenía Alzheimer, él sabía quién era ella… ella se acostaba a su lado y le hablaba, y él sentía su amor y se ponía mejor”, agregó.

Las nuevas restricciones pusieron freno a sus visitas. Desde su último viaje en mayo de 2004, no tendría derecho a visitar a su padre de nuevo hasta 2007. Las regulaciones también le impidieron efectivamente enviar dinero para la atención médica de su padre y otros gastos.

“Estábamos desesperados”, recordó la esposa del sobrino de Romero. “Le vimos deteriorarse día a día, y ella no podía venir, y nosotros no podíamos hacer nada Estábamos sufriendo en este lado y ella estaba sufriendo en el otro lado”.

La OFAC notificó a Romero que “no sería procedente” pedir permiso para visitar a su familia en Cuba “hasta que hubiera pasado el plazo requerido de tres años”.

En septiembre, Romero supo por el médico de su padre en Cuba que había entrado en
una profunda depresión, muy probablemente por su ausencia prolongada, y que había
dejado de comer. Ella estaba devastada respecto sobre que hacer. “Hubiera ido todos los meses”, dijo. Me hubiera quedado con él. Me hubiera asegurado de que estaba bien cuidado. Pero tenía miedo de violar la ley”, agregó.

Decidió solicitar a la Oficina de Control de Bienes en el Extranjero (OFAC) un permiso
para viajar, esperando que se pudiera hacer una excepción en su caso. Todavía no había recibido respuesta en octubre, cuando su sobrino la alertó de que su padre había sido hospitalizado y se encontraba muy grave. Llamó a la OFAC dos veces y dejó un mensaje en la contestadora, pero no recibió respuesta. Mientras tanto, el estado de su padre se fue deteriorando y, finalmente, el 20 de marzo, falleció.

Al mes siguiente, Romero recibió una carta de la OFAC respondiendo a su petición de
septiembre de permiso para visitar a su padre. Le habían negado la petición. No le permitieron viajar hasta 2007.

Cuatro meses después de la muerte de su padre, Romero dijo a Human Rights Watch
que aún no se había recuperado del trauma: “Me encuentro muy mal. No puedo vivir normalmente. Es una tortura, noche tras noche, minuto a minuto”. La principal causa de su angustia es saber de que no pudo estar con su padre cuando ella cree que él más la necesitaba. “Murió solo. No hubo nadie para llamar a un sacerdote. Nunca tuvimos oportunidad de despedirnos”, agregó.

La angustia de Romero se ve agravada por su enojo ante el hecho de que el gobierno de Estados Unidos le restrinja su libertad para viajar:

Vine a este país en busca de libertad, no por razones económicas. Me acuerdo cuando me vi en el aeropuerto de Miami, lo primero que me vino a la cabeza fue: “¡O Dios mío, soy libre!” Y ahora me siento como si me estuvieran quitando la libertad por la que vine aquí… Me han quitado el derecho a ir a ver a mi familia cuando quiera… ¿Cómo puede ser que un país tan bello tiene una ley como ésta?

Andrés Andrade

Andrés Andrade de 50 años, quien emigró en 1980 “en busca de nuevas oportunidades”, había estado viajando regularmente a Cuba en los últimos años para ayudar a su hermana, Arelis Andrade López, a cuidar de su padre y de su madre que
estaba luchando contra el cáncer.

“Era una gran ayuda para mí”, dijo Arelis Andrade a Human Rights Watch . “Estoy sola aquí, mis hijos son jóvenes y tienen que trabajar”, dijo. Pero con la implementación de las restricciones, ya no pudo contar con la ayuda de su hermano. “Era horrible porque ya no podía tenerle otra vez para mí… No podía tener el apoyo emocional de mi hermano… Le echaba mucho de menos”, agregó.

En noviembre de 2004, su madre desarrolló un grave problema pulmonar y tuvo que ser hospitalizada. En el pasado, Andrés Andrade habría podido viajar a Cuba para ayudar a su hermana a cuidar de su madre. Pero esta vez estaba sola. “Me pasé cuatro días seguidos sin dormir, sentada en una silla al lado de ella”, recordó Arelis.

La ausencia de Andrés Andrade fue aún más dura para su madre agonizante. “Estaba
aferrándose a la vida porque esperaba que viniera”, recordó Arelis Andrade.

Ella quería que él viniera, pero al mismo tiempo decía: “Dile que no venga, porque no quiero que se meta en problemas”. A veces no quería comer, y yo le decía: “Mira Mima, tienes que comer, porque va a venir mi hermano a ver si estás comiendo”. Tenía que decirle “mentiras piadosas”, como dicen. Pero murió. Murió esperando ver a mi hermano… Ese día antes de que muriera, sus gritos eran horribles. Lloraba y gritaba su nombre.

Cuando murió, Arelis Andrade le envió a su hermano la noticia por correo electrónico.
“Él me llamó llorando, diciendo que no había podido ver a mi mamá, que habría podido
verla antes de morir si no hubiera sido por las restricciones”, dijo.

La muerte de su madre también tuvo un efecto devastador sobre su padre de 82 años, quien sufría de diabetes, presión alta y que había sobrevivido tres ataques al corazón.

Según Arelis Andrade, la pérdida de su esposa después de 60 años de matrimonio le provocó una profunda depresión que ha minado aún más su salud ya precaria.

En el pasado, Andrés Andrade enviaba regularmente medicinas para su padre y, en ocasiones, cuando la situación se agravaba, viajaba a Cuba con suficientes medicinas para que duraran por varios meses. De acuerdo con las nuevas restricciones, sólo puede enviar 100 dólares al mes, lo cual, según insiste, no es suficiente para cubrir las necesidades de su padre. Es más, no podrá visitarle de nuevo hasta 2007 y teme que su padre haya muerto para entonces. Dice que las restricciones para viajar le han “afectado mucho emocionalmente”. Su incapacidad para visitar a su familia y ofrecerles un mayor apoyo le ha sembrado un sentimiento de impotencia.

Al igual que en la fase final de la enfermedad de su madre, Arelis Andrade tiene que
asumir toda la carga del cuidado de su padre.

Actualmente, cuido de mi padre, pero estoy sola… Es una persona muy difícil de cuidar. Es muy obstinado y siempre quiere salirse con la suya… Cuando mi madre murió, le decía: “Pipo, no te preocupes”, pero lloraba… Todavía no se cree que ha muerto y se pone a llorar.

Dice que, al igual que madre antes de morir, está muy afligido por no poder ver a su hermano.

Todos los días me dice que está esperando que venga Andrés, porque tiene un regalo para él que le dio mi mamá, y que es una cosa que sólo le puede decir a él. Y le pregunto: “Pipo, ¿qué es lo que tienes que darle, que decirle a Andrés?” Pero sólo me dice que es algo que le tiene que decir en persona. Casi no puede ver y está prácticamente sordo. Está muy flaco. Dice que quiere irse con mi madre, que quiere morir, pero que antes de morir quiere ver a Andrés y darle el regalo que mi madre le dejó. Le rezo a Dios todos los días para que mi padre llegue hasta 2007… Pero ya tiene 82 años y está muy enfermo… A veces, cuando me desespero, me siento sola fuera en el patio y lloro.

La repercusión de las restricciones de Estados Unidos sobre los viajes

Separación familiar

En su defensa de las nuevas restricciones para viajar, el gobierno de Bush ha pasado por alto la importancia que para muchos cubanos tienen las visitas a sus familias en Cuba.
Por ejemplo, Dan Fisk, Adjunto al Asistente para Asuntos del Hemisferio Occidental de la Secretaría de Estado, ha declarado que, antes de las nuevas restricciones, “los cubanos habían establecido, en efecto, un puente aéreo con la isla—viviendo y trabajando la mitad del tiempo aquí y viviendo y de vacaciones la otra mitad del tiempo allá—al mismo tiempo que servían de conducto de moneda fuerte para el régimen”.

El derecho de regresar al país de origen no está condicionado por el propósito del viaje, por lo que el hecho de que muchos cubanos puedan simplemente pasar sus “vacaciones” en Cuba es completamente irrelevante. Pero como ilustran los casos anteriores, este derecho sirve para proteger mucho más que los viajes de placer. Este derecho puede también ser fundamental para permitir que los emigrantes mantengan una conexión con algunas de las personas que más aprecian en sus vidas—sus familias.

Es indudablemente cierto que muchos cubanos, entre ellos algunos de los entrevistados, viajaban regularmente a Cuba en sus vacaciones y en ocasiones especiales. “Saray Gómez”, por ejemplo, una maestra de escuela de 62 años que salió de Cuba en 1970, viajaba a Cuba tres veces al año—para el cumpleaños de su padre en marzo, el de su madre en agosto y en navidad. Sin embargo, tanto ella como muchos de los cubanos a los que entrevistamos se irritaban ante la sugerencia de que sólo viajaban a Cuba por placer. “Mi familia es lo más importante para mí”, dijo.

“No me voy a Cuba de vacaciones”, insistió “Isabella González”, de 76 años, que solía
visitar Cuba una vez al año hasta que entraron en vigor las nuevas regulaciones. “Voy
porque tengo que ver a mis hermanas. La familia es lo más importante que tienes”. A
final de cuentas, dijo, “es lo único que tienes”.

Aunque muchos de los entrevistados remarcaron su oposición al gobierno cubano, también insistieron en que sus opiniones políticas no afectaban sus relaciones familiares.

“Gregorio Torres”, que dejó a sus padres, hermanos y dos hijos cuando emigró con su
esposa y su hijastra en 2000, dijo a Human Rights Watch: “Puedes oponerte al régimen, a las políticas. Pero nunca te vas a oponer a tu familia”.

Familiares enfermos

Los viajes por motivos familiares se vuelven especialmente importantes cuando los familiares que viven en Cuba están enfermos. Las regulaciones anteriores reconocían este hecho permitiendo que los cubanos obtuvieran permisos especiales para visitar a
familiares en Cuba por razones “humanitarias”. Las regulaciones actuales eliminan esta excepción.

El gobierno de Bush ha insistido en que los cubanos seguirán pudiendo visitar a sus familiares enfermos, sólo que con menos frecuencia. “Una persona puede decidir cuándo quiere viajar una vez cada tres años y la decisión depende de ella. Así que si tienen un familiar muriéndose, tienen que decidir cuándo quieren viajar”, ha dicho Fisk.

Pero ésta no es una opción para personas con familiares en mal estado de salud, e incluso lo es menos para los que tienen varios familiares enfermos. “Saray Gómez”, por ejemplo, visitó a su familia antes de la muerte de su padre en enero de 2004, y como consecuencia ahora no puede visitar a su madre que también está gravemente enferma.

Tampoco es una alternativa para muchas de las personas a las que entrevistamos que
viajaron el año pasado y que por lo tanto tienen que esperar hasta 2007. “Nelson Espinoza”, por ejemplo, señaló: “No puedo esperar tres años para ver a mi hermana, que está en un estado muy delicado, porque no sé lo que va a pasar”. Asimismo,
“Lorena Vásquez”, que visitó Cuba en 2004, está muy preocupada por su hermana que
padece cáncer: “Es como si no la fuera a ver más. No va a durar tres años”.

Es más, la cuestión para muchos no es tanto despedirse de un familiar sino ayudarle a vivir. Un objetivo principal de las visitas a familiares, como pudimos ver en el caso de
Marisela Romero, es llevar dinero y medicinas. Aunque todavía se pueden enviar remesas y suministros mediante empresas de mensajería, un efecto colateral de las restricciones para viajar, según comentan varias personas, es que ahora es más difícil enviar las remesas. “Sandra Sánchez”, ha estado enviando medicinas a su padre, que tiene cáncer, todos los meses, pero toma más tiempo que lleguen las medicinas porque ha disminuido el número de personas que viajan a la isla.

De manera similar, Ivonne Acanda, que lleva varios años enviando medicinas a familiares, dice que la empresa de mensajería que utilizaba en el pasado tuvo que cerrar debido a las restricciones para viajar. “Ahora no conozco a nadie que vaya a Cuba, y no puedes arriesgarte a enviar estas medicinas que son tan importantes con alguien a quien no conozcas muy bien”, señaló. En octubre de 2004, envió de hecho medicinas con una mujer que iba a viajar.

Me arriesgué con esa señora, y gracias a Dios se portó muy bien y llevó las medicinas directamente hasta la puerta de mi sobrino. Pero en otras ocasiones, puedes encontrar a gente que no te hace el favor y es difícilpedirle a alguien que no conoces que lleve medicinas a Cuba.

Varias personas insistieron que, incluso cuando es posible enviar dinero y medicinas, atender a familiares enfermos implica más que simplemente cubrir los gastos. María Lemos, por ejemplo, ha estado ayudando a cuidar a su madre de 82 años en Cuba, que está muy mal de salud: sufre de dolores crónicos, está confinada en una silla de ruedas y padece una úlcera y artritis severa. Antes de las restricciones, solía visitarla una o dos veces al año, pero dado que su última visita fue en mayo de 2004, tiene prohibido regresar a Cuba hasta 2007. Todavía puede enviar dinero y medicinas a Cuba. Pero está convencida de que su madre necesita más que eso para soportar sus males.

Redefinición de la familia

Para los que no tienen familiares que encajen en la definición de “familiar cercano”, viajar no es una opción. El gobierno ha defendido esta restricción subestimando su impacto. “¿Qué se supone que tenemos que decirles?”, preguntó Roger Noriega, quien en ese entonces era Asistente para Asuntos del Hemisferio Occidental de la Secretaría de Estado, a un periodista. “¿Vamos a continuar permitiendo que este dinero se amontone en las arcas de un régimen que los va a mantener encadenados bajo una dictadura porque queremos preservar el derecho de las personas a visitar a sus tías?”, agregó.

Pero para muchas personas con las que Human Rights Watch habló las consecuencias pueden ser bastante significativas. Saray Gómez, por ejemplo, está preocupada de que, si su madre enferma muere, no podrá obtener permiso para visitar a su tía de 75 años, que también se encuentra muy mal de salud. “Aparentemente para él [Presidente Bush], las tías y los tíos no son familia. [Pero] la quiero como si fuera mi madre. Ayudó a criarme. No tuvo hijos. Eramos sus hijos”, dijo.

Además de los tíos y las tías, varias personas que entrevistamos nos hablaron de otros familiares cercanos que no entran dentro de esta categoría de acuerdo con las nuevas restricciones. Ignacio Menéndez, de 55 años, vino a Estados Unidos en el Mariel en 1980, junto con su esposa, que tuvo que dejar a tres hijos de su primer matrimonio porque su padre no los dejó salir. Menéndez dice que tenía una relación muy estrecha con los tres niños y que le ven como su “verdadero padre”. Desde los noventa, él y su esposa han visitado Cuba una vez al año, pero ya no podrán realizar un viaje por motivos familiares hasta 2007. Él está especialmente preocupado por su hijastra de 33 años, a la que el año pasado le diagnosticaron un linfoma y cuya recuperación, después de cuatro operaciones, está lejos de estar garantizada.

Ivonne Acanda ya no tiene familiares en Cuba que encajen dentro de la definición de “familiar cercano” del gobierno de Bush, pero tiene numerosos tíos, primos y sobrinos,
así como familiares de su esposo, a los que considera parte de su familia. Uno de ellos es el sobrino de su esposo, ahora un veinteañero, que fue arrollado por un tren en 2002, lo que le provocó la pérdida de una pierna y graves daños en la otra. Desde el accidente, ha viajado tres veces a Cuba llevándole medicinas, y ha enviado medicamentos por mensajería cuando no podía viajar. Está ansiosa por viajar para poder llevarle una silla de ruedas y visitar a sus otros familiares que no forman parte de su “familia cercana”, porque, como dice: “La sangre es algo que te tira”.

Lealtades divididas

Frente a estas restricciones, muchos cubanos se han sentido obligados a violar las leyes, ya sea ofreciendo información falsa para obtener un permiso de viaje, o viajando a través de un tercer país sin notificarlo a las autoridades. Al parecer, el medio más usual para eludir las restricciones es inscribirse en una de las iglesias que tienen permisos especiales como organizaciones religiosas. Estos permisos están destinados a delegaciones religiosas que realizan trabajos en Cuba. Sin embargo, varias personas con las que hablamos dijeron que las iglesias les habían permitido, mediante el pago de una considerable tarifa, participar en una delegación y pasar tiempo en Cuba con sus familias.

Es posible que declararse miembros de una iglesia haya incomodado a alguna de estas personas, pero sintieron que la necesidad de ver a familiares lo justificaba. Saray Gómez, por ejemplo, ex líder católica en Cuba, se inscribió en una delegación de santería después que su padre sufriera un ataque al corazón en diciembre. (Irónicamente, Gómez abandonó la isla en 1970, en parte, según dice, porque el gobierno no le permitía practicar su religión.)

Ignacio Menéndez resumió su conflicto interno de este modo: “Somos ciudadanos de
Estados Unidos y necesitamos cumplir las leyes. Pero tengo derecho a visitar Cuba.
Cuba es mi país. Mi patria”.

Libertad restringida

Como ocurre con el embargo, el gobierno de Bush justifica las restricciones para viajar
como una respuesta al historial de derechos humanos de Castro. “Puede que a las personas no les parezca justo”, dijo Noriega, quien entonces era Asistente de la Secretaría de Estado. “El problema de la situación cubana no es que las familias estén divididas. El problema es que la mitad de la familia vive en una dictadura”, agregó.

Muchas de las personas entrevistadas para este informe comparten la opinión crítica del gobierno de Estados Unidos sobre el historial de Castro en materia de derechos humanos. Algunos dijeron que ellos mismos habían sido víctimas de la persecución política en Cuba. Unos cuantos incluso defendieron el embargo. Pero todos se opusieron a las restricciones para viajar por motivos de familia. Y, de hecho, varios dijeron que les recordaba precisamente al tipo de política de la que esperaban escapar cuando emigraron.

“También odiamos al gobierno cubano”, dijo Alejandro López, un artista de 41 años que había sido amenazado con la cárcel por que su trabajo fue malinterpretado como religioso por las autoridades. “Estoy aquí porque quiero ser libre. Pero ahora el gobierno de Estados Unidos quiere tratarme como lo haría el gobierno cubano”, agregó.

“Entendería que [una política así] ocurriera en Cuba”, dijo Beatriz Niz Gallardo, que salió de Cuba en 1983, “pero no aquí en el país más democrático del mundo”.

Lourdes Arteaga, que salió de Cuba en gran parte porque “estaba cansada de la represión”, dijo: “Aquí están haciendo lo mismo que hace Fidel. Allá no te dejan salir, y aquí no te dejan ir a visitar a su familia”.

Para Arlene García, cuyo padre está luchando contra el cáncer en Cuba, las restricciones son un amargo recuerdo del tipo de política de la que sus padres querían que escapara cuando organizaron su emigración siendo una adolescente, hace 30 años:

“Mis padres hicieron un gran sacrificio enviándome a mí, su hija mayor, fuera del país para que pudiera ser libre. Ahora no puedo visitar ni ayudar a mi padre, que hizo ese enorme sacrificio para mí. Ahora soy ciudadana estadounidense y creo que es una vergüenza que nuestro país tenga una ley así.

Después de insistir en que no violaría las restricciones para viajar, Jorge F. Rodríguez agregó:

Me siento muy mal porque eso fue precisamente por lo que vine a este país. Salí de Cuba porque no tenía libertad de expresión… Llego aquí y este es un país libre, donde tengo toda la libertad para expresarme. Pero creo que no pueden quitarte el derecho a viajar libremente, especialmente cuando viajas a un país a visitar a tu familia, y especialmente cuando un familiar está enfermo. Para un país que proclama los derechos humanos, está mal establecer restricciones como éstas.

Al igual que Rodríguez, muchos otros han cuestionado lo que consideraron un doble estándar en materia de derechos humanos en la política del gobierno con respecto a Cuba. Saray Gómez, por ejemplo, dijo: “No entiendo como un país que habla sobre los derechos humanos puede hacer algo así”.

Arlene García en una visita a su sobrina y su padre, que hizo un “gran sacrificio” enviándola fuera Cuba cuando era una adolescente. Ahora él está luchando contra el cáncer y ella no puede visitarlo.

“Vinimos aquí pensando que este era el país de la libertad”, dijo Ignacio Menéndez. “Dices que eres el país de la libertad, el país de los derechos humanos, cuando estás
violando los derechos humanos de los cubanos”, agregó.

IV. La libertad de circulación en el derecho internacional

De acuerdo con el Derecho internacional, todos los cubanos tienen derecho de salir y
volver a Cuba. La Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH) establece el principio de que “[t]oda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso el propio, y a regresar a su país”.

El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP) establece asimismo que “[t]oda persona tendrá derecho a salir libremente de cualquier país, incluso del propio”, que “[n]adie podrá ser arbitrariamente privado del derecho a entrar en su propio país”.

El derecho a regresar se extiende incluso a aquellos cubanos que hayan obtenido la ciudadanía en Estados Unidos o en un tercer Estado, ya que la definición de “propio país” en estas disposiciones del PIDCP no se limita al “país de nacionalidad”. Según el Comité de Derechos Humanos de la ONU, también se aplica “a la persona que, debido a vínculos especiales o a pretensiones en relación con un país determinado, no puede ser considerada como un simple extranjero”.

El derecho a la libertad de circulación es un elemento fundamental de la libertad. La libertad de salir de un país para ir a otro permite a las personas escapar de sistemas políticos que les niegan otras libertades fundamentales, sirviendo así como un último recurso. El derecho de regresar al propio país protege de manera similar contra la represión oficial al impedir que el Estado exilie a grupos o personas que desaprueba.

En el caso de los extranjeros, el derecho a regresar también contribuye a fortalecer el
derecho a salir de un país, garantizándoles que tendrán un lugar donde volver.

En el caso de los padres e hijos que residen en países diferentes, el derecho a salir y
volver está protegido además por la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN), que prohíbe la separación forzada de la familia. La Convención establece el derecho del niño “a mantener periódicamente, salvo en circunstancias excepcionales[,] relaciones personales y contactos directos con ambos padres”.

“El alcance de la expresión "su propio país" es más amplio que el de "país de su nacionalidad". No se limita a la nacionalidad en el sentido formal, es decir, a la nacionalidad recibida por nacimiento o naturalización; comprende, cuando menos, a la persona que, debido a vínculos especiales o a pretensiones en relación con un país determinado, no puede ser considerada como un simple extranjero”.

Estados Unidos firmó la CDN el 16 de febrero de 1995, pero todavía no la ha ratificado.

Dispone que los Estados Partes “respetarán el derecho del niño y de sus padres a salir de cualquier país, incluido el propio, y de entrar en su propio país”.

La Convención también les exige que respondan a las solicitudes de viaje “a los efectos de la reunión de la familia… de manera positiva, humanitaria y expeditiva”. Y la DUDH y el PIDCP reconocen un derecho más general a la unidad familiar, al disponer: “La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado”.

El Derecho internacional permite que los Estados restrinjan el derecho a la libertad de
movimiento, pero sólo en circunstancias limitadas. Tanto el PIDCP como la Convención sobre los Derechos del Niño prohíben a los Estados que restrinjan el derecho a salir de cualquier país, salvo cuando las restricciones en cuestión estén contempladas en la ley, sean “necesarias para proteger la seguridad nacional, el orden público, la salud o la moral públicas o los derechos y libertades de terceros”, y sean compatibles con los demás derechos reconocidos en dichos tratados.

La obligación de respetar el derecho de regresar al propio país es aún más estricta.
Mientras que el PIDCP establece específicamente que no se puede “privar arbitrariamente” a nadie de este derecho, el Comité de Derechos Humanos de la ONU
ha concluido que “hay pocas circunstancias, si es que hay alguna, en que la privación del derecho a entrar en su propio país puede ser razonable”.199 Por otro lado, la Convención sobre los Derechos del Niño no establece restricciones del derecho a entrar al propio país con el fin de reunirse con la familia.

La Convención relaciona explícitamente este derecho con la prohibición, en el artículo 9, de la separación forzosa de las familias. El artículo 9 dispone que los Estados Partes “velarán por que el niño no sea separado de sus padres contra la voluntad de éstos”, y sólo contempla excepciones cuando “tal separación es necesaria en el interés superior del niño” y cuando dichamedida sea la que “a reserva de revisión judicial, las autoridades competentes determinen”. Convención sobre Derechos del Niño, Artículo 9(1).

El concepto de que la unidad familiar tiene derecho a protección se ve reforzado por otras disposiciones que prohíben la injerencia arbitraria en la familia y afirman el derecho a formar una familia.

“La referencia al concepto de arbitrariedad en este contexto tiene por objeto subrayar que se aplica a toda actuación del Estado, legislativa, administrativa o judicial; garantiza que incluso las injerencias previstas por la ley estén en consonancia con las disposiciones, los propósitos y los objetivos del Pacto, y sean, en todo caso, razonables en las circunstancias particulares. El Comité considera que hay pocas circunstancias, si es que hay alguna, en que la privación del derecho a entrar en su propio país puede ser razonable…”

La práctica de Cuba de negar permisos de salida o de entrada a sus ciudadanos socava el derecho de éstos a salir y volver, como lo establece la Declaración Universal de Derechos Humanos, así como su derecho a la unidad familiar. La obligación internacional de Cuba de respetar la Declaración Universal se deriva del hecho que la
DUDH está ampliamente reconocida como parte del Derecho internacional consuetudinario y constituye una referencia fundamental para medir el desempeño de cualquier país en materia de derechos humanos.

Aunque Cuba no es parte del PIDCP, ha ratificado la Convención sobre los Derechos del Niño. Al hacerlo, Cuba asumió la responsabilidad de cumplir las disposiciones del
tratado e incorporarlas a su legislación nacional. En consecuencia, su negación de permisos de salida y entrada a padres e hijos que intentan reunirse constituye una violación de su obligación contractual. Además, el hecho de que no dé una respuesta oportuna a los padres e hijos que solicitan permisos de salida o de entrada también supone un incumplimiento de sus obligaciones de acuerdo con la CDN.

Tampoco está justificada la negación de permisos de salida por parte del gobierno cubano a los médicos, aunque puede cumplir con un objetivo legítimo de salud pública.200 Es fácil imaginar otras maneras menos coercitivas de fomentar que los médicos practiquen la medicina durante varios años en Cuba antes de emigrar (como ofrecer incentivos económicos o establecer un requisito de residencia médica para la obtención de la licenciatura de medicina). Además, es muy poco probable que hacer una excepción en el caso de los médicos que intentan reunirse con sus hijos en el extranjero tenga un impacto significativo sobre el sistema de salud pública en Cuba.

Las restricciones de Estados Unidos sobre los viajes por motivos de familia también impiden la unidad familiar y socavan el derecho de los cubanos y los cubanoamericanos a regresar a su propio país.

La definición limitada de la familia recogida en las restricciones también es incompatible con las normas internacionales. Según el Comité de Derechos Humanos de la ONU, el término “familia” usado en el PIDCP.

Y a diferencia de Cuba, Estados Unidos ha ratificado el PIDCP y tiene por lo tanto la obligación de perseguir políticas que promuevan los derechos reconocidos por éste Pacto. Sin embargo, dado que Estados Unidos no ha reconocido que sus restricciones para viajar vulneran los derechos, y no simplemente los privilegios, los sucesivos gobiernos estadounidenses se han sentido libres para aplicar su discrecionalidad política a la hora de endurecer o suavizar las restricciones.

Al permitir los viajes por motivos familiares sólo cada tres años y no contemplar excepciones por razones humanitarias, las restricciones actuales limitan gravemente la capacidad de cientos de miles de cubanos y cubanoamericanos de ejercer su derecho a regresar a su país de origen. Como se señaló anteriormente, el Comité de Derechos Humanos de la ONU ha establecido que “hay pocas circunstancias, si es que hay alguna” en que la limitación del ejercicio de este derecho sería aceptable. Dada la ineficacia demostrada del embargo, y la profunda angustia que provocan las restricciones para viajar por motivos familiares, no cabe dudas de que la justificación esgrimida por el gobierno Bush para la política de los viajes no se ajustaría a los elevados criterios del comité.

Conclusión

En diciembre de 1999, en el momento más polémico del caso Elián González, el niño de seis años al que su familia de Miami le impidió regresar con su padre a Cuba, el Presidente Fidel Castro se presentó delante de un grupo de alumnos que habían estado protestando frente a la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana y declaró:

La política de la Revolución, si alguien quiere salir de nuestro país para otro país, si le dan permiso de entrada en ese otro país, es autorizarlo a que salga. Nuestro país no prohíbe que ninguna familia emigre, porque construir una sociedad revolucionaria y justa como el socialismo es una decisión voluntaria y libre.

Era una razón sólida para una política sólida. Pero, como ha demostrado este informe,
no era más que ficción. Cuba niega con frecuencia a sus residentes el derecho a salir de su país. También impide regresar a algunos que han salido. El resultado es la separación forzada de familias. Dada la angustia que puede causar esta separación, la verdadera política sobre viajes de Cuba ofrece al gobierno un instrumento poderoso para castigar a los desertores y silenciar a los críticos. Y supone una cruda demostración de que el tipo de “socialismo” de Castro no es, para un gran número de cubanos, “voluntario” ni está basado en “decisiones libres”.

Mientras tanto, el gobierno de Bush se ha comprometido a promover una “Cuba libre”.

Sin embargo, insiste en hacerlo mediante una política de embargo que ya ha acumulado un historial de cuatro décadas de fracaso. En lugar de buscar una nueva y más efectiva estrategia para promover la democracia en la isla, el gobierno ha reforzado una característica fundamentalmente inhumana de la vieja estrategia. En el nombre de la promoción de la libertad en Cuba, Estados Unidos ha socavado una libertad fundamental de cientos de miles de cubanoamericanos. Y, al hacerlo, ha provocado un daño profundo y, en ciertos casos, irreparable a incontables familias cubanas.

El reto de construir una sociedad cubana más abierta y justa es urgente. La solución, sin embargo, no puede estar basada en el desprecio por los derechos individuales ni el bienestar de las familias. Ha llegado el momento de que tanto el gobierno estadounidense como el gobierno cubano pongan fin a sus políticas inhumanas con respecto a los viajes.


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