Human
Rights watch
Durante las últimas cuatro décadas, cientos de miles
de personas han salido de Cuba, muchas de ellas en busca del disfrute
de los derechos fundamentales que les negaba el gobierno de Fidel
Castro, como los derechos a la libertad de expresión, asociación
y asamblea. Sin embargo, su capacidad para perseguir el ejercicio
de estas libertades en el extranjero se ha visto restringida por
la negativa de Cuba del ejercicio de otro derecho
fundamental—el derecho a la libertad de circulación.
Cuba
se niega con frecuencia a conceder permiso a sus ciudadanos para
salir del país y suele negar permiso para regresar a algunos
que han salido. Estas restricciones han llevado a la separación
involuntaria de muchas familias cubanas, violando de esta manera,
el derecho de los niños a estar con sus padres.
El
daño emocional para los familiares es incalculable. Un
médico cubano que vive en Brasil, por ejemplo, nunca ha
podido conocer a su hijo de seis años. Su ex esposa y su
hijo están en Cuba, pero en vista de que violó las
restricciones para viajar negándose a regresar en 2000
de un viaje autorizado, el gobierno le ha prohibido visitar el
país para ver a su hijo. Una madre cubana que vive en México
y que estuvo separada de sus hijos durante tres años en
circunstancias similares dijo a Human Rights Watch que sentía
como si el gobierno cubano hubiera “arrancado una parte de mi
vida”.
Sin
embargo, Cuba no es el único país que impone restricciones
para viajar que dividen a familias. Durante las últimas
cuatro décadas, Estados Unidos se ha servido del terrible
historial de Cuba en materia de derechos humanos para justificar
un embargo económico destinado a sacar del poder a Fidel
Castro. Esta política no sólo no ha logrado llevar
la democracia a la isla, sino que ha ofrecido a Castro una justificación
conveniente para las prácticas represivas de su gobierno.
Recientemente, en lugar de abandonar o modificar el embargo, el
gobierno de George W. Bush ha intentado fortalecerlo mediante
restricciones para viajar las cuales, al igual que las políticas
de Fidel Castro, menoscaban el derecho de los cubanos a la libertad
de circulación.
Como
parte de una prohibición más amplia de los viajes
a Cuba, en 2004, el gobierno de Bush impuso límites estrictos
sobre los viajes por motivos familiares. De acuerdo con las nuevas
reglas, sólo se puede visitar a familiares en Cuba una
vez cada tres años y sólo si estos familiares encajan
dentro de la estricta interpretación oficial de “familia”.
Al igual que las reglas sobre viajes impuestas por Cuba, estas
nuevas restricciones han tenido un profundo impacto sobre muchas
familias cubanas. Una mujer cubanoamericana de Miami se vio obligada
a suspender sus visitas frecuentes para atender a su padre enfermo—un
viudo en estado avanzado de Alzheimer y sin familiares cercanos
en Cuba—y no pudo ayudarle ni reconfortarle cuando cayó
en una depresión, dejó de comer y finalmente murió.
Un sargento del ejército de Estados Unidos, al que le negaron
la autorización para visitar a sus dos hijos en Cuba durante
un permiso de dos semanas del servicio activo en Irak, se vio
forzado a regresar al frente sintiendo que no había podido
“cumplir [su] obligación como padre”.
Las
restricciones para viajar impuestas por Cuba y Estados Unidos
van en contra del principio de derechos humanos de que todas las
personas tienen derecho a regresar a su propio país. Este
principio de Derecho internacional, establecido en la Declaración
Universal de Derechos Humanos y el Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos, se aplica en este caso no sólo
a los ciudadanos cubanos, sino también a los cubanoamericanos
que tienen lazos tan estrechos con Cuba que no pueden simplemente
ser considerados extranjeros. Al negar el permiso de salida a
algunos de sus ciudadanos, la política sobre viajes de
Cuba también viola su derecho a salir del país.
Y en el caso de los niños separados de sus padres por las
restricciones para viajar, las políticas de ambos países
vulneran su derecho a la unidad familiar consagrado en la Convención
sobre los Derechos del Niño y la Declaración Universal
de Derechos Humanos.
Human
Rights Watch realizó entrevistas con más de 50 cubanos
y cubanoamericanos
cuyas familias han tenido que soportar la separación provocada
por las restricciones impuestas por Cuba, Estados Unidos, o ambos
países. Estos casos ilustran el profundo dolor que la separación
prolongada causa en las familias —desde la aflicción de
los niños forzados a crecer sin ver a sus padres hasta
la angustia de los adultos que no pueden despedirse de los seres
queridos que están muriendo.
Los
casos también demuestran porqué la libertad de circulación
es un derecho fundamental para las personas que se enfrentan a
regímenes represivos, así como para los emigrantes
que intentan mantener sus lazos familiares en el país que
han dejado atrás.
Las
restricciones de Cuba sobre los viajes
El
gobierno cubano prohíbe a sus ciudadanos salir o regresar
a Cuba sin antes haber
obtenido una autorización oficial. Los viajes no autorizados
pueden acarrear un enjuiciamiento penal.
Cuba niega permisos de salida a cientos, posiblemente miles, de
personas cada año. Una gran parte de los cubanos a los
que se niega los permisos de viaje son profesionales de la salud,
a quienes se les alega que la “Resolución 54” del Ministerio
de Salud Pública exige a los profesionales de la salud
que soliciten permisos de salida un plazo de espera de tres a
cinco años antes de estudiar su solicitud.
Cuba
justifica la restricción de los permisos de viaje para
profesionales de la salud como una medida para evitar la “fuga
de cerebros”. Argumenta que los profesionales calificados que
han recibido educación por parte del Estado cubano tienen
la obligación de servir al pueblo cubano. Sin embargo,
no sólo aplica esta política a los recién
graduados de las facultades de medicina, sino también a
los médicos veteranos, incluyendo una neuróloga
de 62 años que desempeñó un papel fundamental
en el desarrollo del avanzado programa de neurociencia de Cuba.
El gobierno cubano lleva más de una década negándole
el permiso a esta destacada doctora para visitar a su hijo y sus
nietos en Argentina alegando que su cerebro “es patrimonio del
Estado cubano”, por lo cual debe permanecer en la isla; a pesar
de que renunció a su puesto en 1994.
Asimismo,
Cuba niega regularmente los permisos a los familiares de los que
denomina “desertores”, es decir, personas que salieron del país
sin permiso o se negaron a regresar al final de un viaje autorizado.
También le niega a estos “desertores” el permiso para regresar
a Cuba, separándoles así completamente de sus familiares
que permanecen en la isla.
La
separación forzada resultante de estas restricciones para
viajar puede ser devastadora para las familias. Una madre cubana
que vive en Alemania dijo que, cuando el gobierno cubano le negó
el permiso de salida a su hijo, fue como “sentenciar a mi hijo
a vivir como un huérfano con padres vivos”. Otro padre
describió el dolor que supuso la separación de su
hija durante diez años: “Cada vez que servíamos
un plato de comida y sabíamos que nuestra hija estaba lejos
y no a nuestro lado era muy duro… Esas heridas nunca se cierran”.
Además
de la angustia emocional de la separación, los intentos
de eludir las restricciones pueden resultar muy costosos, ya sean
los graves peligros a los que se enfrentan los que huyen del país
adentrándose en ultramar o los exorbitantes sobornos que
hay que pagar a funcionarios corruptos para obtener permisos de
viaje.
Teniendo
en cuenta estas posibilidades, y el miedo de la separación
prolongada de la familia, el control de Cuba sobre los viajes
ofrece a las autoridades un instrumento poderoso de control de
lo que los ciudadanos dicen del gobierno cubano. Un activista
de
derechos humanos cubano al que le han negado el permiso para visitar
a su familia en Florida, describió la política sobre
viajes como un “arma de disuasión usada para intimidar,
reprimir y controlar varios tipos de actividades”. Asimismo, la
destacada neuróloga a quien le han negado el permiso de
salida describió la restricción sobre los
viajes como “una forma de chantaje psicológico” que disuade
a las personas de criticar al gobierno. “Creen que callándose
y complaciendo al gobierno puede que un día el gobierno
les dé permiso”, agregó.
Restricciones
estadounidenses sobre los viajes a Cuba
Al
evaluar el embargo de Estados Unidos sobre Cuba, un informe de
2004 de la Comisión de Ayuda a una Cuba Libre del Presidente
George W. Bush concluyó que uno de los principales obstáculos
para promover una “Cuba libre” ha sido la conducta del propio
pueblo cubano.
Según
la comisión presidencial, los cubanoamericanos y los cubanos
que viven en Estados Unidos que realizan visitas regulares a sus
familiares en la isla y generan “un
aporte importante de dinero al régimen”, al pagar las altas
tasas sobre viajes impuestas por el gobierno cubano y gastar dólares
en los comercios estatales de la isla. Con el fin de interrumpir
esta fuente de ingresos, el gobierno de Bush impuso restricciones
estrictas a los viajes por motivos familiares en junio de 2004.
De acuerdo con las nuevas reglas, se puede visitar a los familiares
en Cuba una vez cada tres años, y sólo si éstos
son “familiares cercanos”, que, según la definición,
incluyen a cónyuges, hijos, nietos, padres, abuelos, hermanos,
o cónyuges de alguno de ellos.
El
gobierno de Bush insiste que sigue siendo posible visitar a familiares
en Cuba. “Una
persona puede decidir cuándo quiere viajar una vez cada
tres años y la decisión depende de ella”, señaló
Dan Fisk, Adjunto al Asistente para Asuntos del Hemisferio Occidental
de la Secretaría de Estado. “Por lo tanto, si tienen a
un familiar que esté muriendo, tienen que decidir cuándo
quieren viajar”, agregó.
Pero
esta decisión puede ser terriblemente difícil de
tomar, especialmente para los que tienen familiares ancianos,
para los que la muerte puede llegar en cualquier momento, o los
que tienen muchos familiares cuya salud pende de un hilo. Más
aún, en muchos casos, no se trata de despedirse de familiares
enfermos sino de ayudarles a vivir. Los viajes sirven para llevar
el dinero y los productos médicos que escasean en la isla
y darles un respiro temporal a otros familiares que están
cuidando del familiar enfermo. Las visitas también sirven
para ofrecer un apoyo emocional que puede ser crucial para ayudar
a que el familiar enfermo pueda cobrar las fuerzas necesarias
para superar la enfermedad o
simplemente soportar el dolor. “Cada vez que voy allí es
como darle una inyección de
felicidad”, dijo una mujer sobre su madre enferma. “Le hace querer
seguir viviendo”, agregó.
Una
visita una vez cada tres años no es ni siquiera una alternativa
para aquellos cubanos cuyos familiares en la isla no encajan dentro
de la definición de “familiar cercanos”. El gobierno ha
defendido esta restricción subestimando su repercusión
sobre las familias afectadas. “¿Qué se supone que
tenemos que decirles?”, preguntó Roger Noriega, quien entonces
ejercía de Asistente para Asuntos del Hemisferio Occidental
de la Secretaría de Estado, a un periodista. “¿Vamos
a continuar permitiendo que este dinero se amontone en las arcas
de un régimen que los va a mantener encadenados bajo una
dictadura porque queremos preservar el derecho de las personas
a visitar a sus tías?”, agregó. Sin embargo, “visitar
a sus tías” no es una cuestión trivial para muchos
cubanos. Varias de las personas entrevistadas para este informe
hablaron de las tías y los tíos que los habían
criado como si fueran realmente sus padres. Y muchos hablaron
de familiares que quedarían fuera de la definición
de “familiares cercanos”, siento una parte integral de sus familias.
Las
restricciones arbitrarias impuestas sobre los viajes por motivos
familiares obligan a muchos cubanoamericanos desesperados a recurrir
al viaje ilegal para poder ayudar a sus familiares. Muchas de
las personas entrevistadas para este informe expresaron una gran
frustración porque las nuevas restricciones del gobierno
les obligaban a elegir entre atender a sus familias y respetar
la ley.
Cuando
se le interpela sobre la angustia provocada por esta política,
la defensa en última instancia del gobierno de Bush ha
sido trasladar la responsabilidad al gobierno cubano.
“El
problema de la situación cubana no es que las familias
estén divididas”, señaló Noriega. “El problema
es que la mitad de la familia vive en una dictadura”. Sin embargo,
está claro que, para los partidarios del embargo, también
es un problema que los cubanos en Estados Unidos insistan en visitar
y apoyar a la otra “mitad”, generándole de esta manera,
ingresos al gobierno cubano. En este sentido, el problema para
el gobierno es que las familias no están lo suficientemente
divididas.
Muchos
de los cubanos expatriados que fueron entrevistados para este
informe dijeron
que habían abandonado Cuba porque se oponían a la
manera en que estaba siendo gobernada. Pero también insistieron
en que no abandonarían a sus familias. “Puedes oponerte
al régimen, a las políticas”, señaló
uno de ellos. “Pero no te vas a oponer a tu familia”, agregó.
Muchos
americanos nacidos en Cuba dijeron que sentían que, con
las restricciones para viajar, Estados Unidos estaba traicionando
los mismos valores que estaba promoviendo
respecto de Cuba. “Vine a este país en busca de libertad”,
señaló otro. “Y ahora siento que alguien me está
quitando la libertad por la que vine aquí”, agregó.
Recomendaciones
Al
gobierno cubano
•
El gobierno cubano debe abolir las restricciones para viajar que
violan el derecho de toda persona a salir de su país y
regresar a él. En particular, el gobierno debe reformar
su código penal para eliminar los delitos de salida ilegal
y entrada ilegal (artículos 216 y 217) para los ciudadanos
cubanos.
• El gobierno también debe poner fin a todas las políticas
y regulaciones que contribuyen a la separación de familias.
En particular, el gobierno debe abolir la restricción,
vigente desde 1999, que impide a los que han salido del país
sin permiso o han estado en el extranjero más tiempo del
permitido de regresar a Cuba durante cinco años.
• El gobierno debe cesar la práctica de obligar a los que
viajan al extranjero a dejar a sus hijos en Cuba.
• El gobierno debe reformar la “Resolución 54” del Ministerio
de Salud Pública, que impide que los médicos y los
profesionales de la salud salgan de la isla hasta que hayan transcurrido
entre tres y cinco años desde el momento en que solicitaron
permiso para salir. Cualquier nueva disposición debe disponer
maneras menos coercitivas para fomentar que los médicos
practiquen la medicina en Cuba antes de emigrar, tales como crear
incentivos económicos o establecer un requisito de residencia
para que los estudiantes de medicina obtengan su título
universitario. Sin embargo, se deben considerar excepciones para
los médicos y otros profesionales de la salud que intenten
reunirse con sus hijos en el extranjero.
• Toda regulación que límite los viajes debe hacerse
pública. Aunque a muchos de los cubanos que entrevistamos
les habían dicho que la “Resolución 54” prohibía
su salida, ninguno de ellos había visto nunca el texto
de la misma.
• En el caso de los niños cubanos cuyos padres viven fuera
del país, el único factor que debe determinar si
los niños pueden salir o no es el interés superior
del niño. Bajo ninguna circunstancia se debe retener a
un niño en Cuba como castigo por las acciones de uno o
más de sus progenitores.
Al
gobierno de Estados Unidos
•
El gobierno de Estados Unidos debe poner fin al embargo económico
sobre Cuba. El embargo no es una política ajustada destinada
a producir reformas específicas, sino una estrategia del
mazazo con el único objetivo de derrocar al gobierno. Además
de haber fracasado en su objetivo principal, el carácter
indiscriminado del embargo ha dañado a la población
en general y ha ofrecido al gobierno una justificación
para sus políticas represivas.
• Hasta tanto se adopte esta medida, el gobierno de Estados Unidos
debe eliminar las restricciones para viajar que socavan la unidad
familiar y el derecho de toda persona a regresar a su país
de origen.
• En particular, el gobierno de Estados Unidos debe eliminar las
restricciones para viajar de cubanos a Cuba—lo que incluye a los
cubanoamericanos que nacieron en Cuba o que tienen familiares
en la isla.
• Hasta tanto se eliminen las restricciones para viajar, el gobierno
de Estados Unidos debe disponer de excepciones por razones humanitarias
que permitan a las personas obtener permisos para visitar a sus
familiares en Cuba que padecen enfermedades graves o que se encuentren
en otras situaciones de emergencia.
Las restricciones de Cuba sobre los viajes
Antecedentes
Restricciones
para viajar en el pasado
Más
de un millón de personas de “origen o descendencia” cubanos
viven en Estados
Unidos. Más de 700.000 de ellos nacieron en Cuba, mientras
muchos siguen teniendo
familiares cercanos en la isla.
Durante
las últimas cuatro décadas, la inmigración
cubana ha llegado en oleadas a Estados Unidos, propulsada por
los acontecimientos económicos y políticos en la
isla y restringida por las políticas migratorias de Cuba
(así como las políticas estadounidenses que se examinan
en la siguiente sección de este informe). La primera oleada,
que incluyó a unos 200.000 emigrantes cubanos, empezó
poco después de la revolución de 1959 y se prolongó
hasta que el gobierno de Castro detuvo los viajes regulares a
Estados Unidos en 1962.
La
segunda oleada comenzó en 1965, cuando el gobierno cubano
permitió que unas 5.000
personas salieran por una ruta marítima desde el puerto
de Camarioca, un trayecto que continuó durante ocho años
en forma de ruta aérea, conocida como los “vuelos de la
libertad”, que consistieron en dos vuelos diarios a Miami en los
que llegaron otros 200.000 cubanos a Estados Unidos. El gobierno
cubano canceló esta ruta aérea en 1973 y se produjo
una suspensión virtual de la emigración durante
el resto de la década.
El siguiente éxodo importante tuvo lugar en 1980, cuando
el gobierno cubano, en respuesta a las crecientes presiones para
emigrar (y la ocupación de la embajada peruana por unas
10.000 personas que intentaban salir del país), permitió
que más de 125.000 personas salieran de la isla, entre
ellas algunos criminales condenados y otras personas consideradas
“indeseables” en Cuba, en lo que llegó a denominarse el
“Barco Mariel”.
Posteriormente, en 1981, Cuba empezó a conceder permiso
a sus ciudadanos para visitar Estados Unidos, pero los niveles
de migración se mantuvieron bajos, hasta que la presión
para la emigración masiva volvió a crecer a principios
de los noventa. En 1994, se inició otro éxodo importante,
cuando el gobierno cubano anunció que no detendría
a
nadie que intentara salir de la isla. Unas 30.000 personas intentaron
cruzar el Estrecho de Florida, muchas de ellas en balsas. Esta
situación conllevó a la “crisis de los balseros”,
la cual hizo que Estados Unidos y Cuba negociaran un acuerdo por
el que Estados Unidos aceptó admitir un mínimo de
20.000 cubanos al año y Cuba se comprometió a aceptar
el regreso de emigrantes no autorizados interceptados en el mar
por la Guardia Costera de Estados Unidos.
Además
de controlar la emigración, el gobierno cubano ha puesto
límites estrictos a las visitas de emigrantes cubanos a
la isla. Durante un período de 20 años desde la
revolución, Cuba les prohibió regresar (y confiscó
su propiedad en la isla cuando se fueron). En 1978, el gobierno
cubano comenzó a permitir que visitaran la isla. Sin embargo,
durante los años ochenta, impuso límites sobre quién
podía visitar. En 1994 el gobierno suavizó las restricciones
sobre las visitas de emigrantes, al permitirles viajar a Cuba
sin visa. Pero en 1999, empezó a imponer una prohibición
de cinco años para el regreso de todo cubano que hubiera
salido del país sin permiso.
Restricciones
actuales sobre los viajes
El
gobierno cubano prohíbe actualmente a sus ciudadanos que
salgan del país o regresen a él sin antes haber
obtenido un permiso oficial. 7 Los viajes no autorizados pueden
acarrear un enjuiciamiento penal. De acuerdo con el Código
Penal de Cuba, aquel que, “sin cumplir las formalidades legales,
salga o realice actos tendentes a salir del territorio nacional”,
incurre en sanción de privación de libertad de uno
a tres años. Asimismo, el que “organice, promueva o incite”
la salida ilegal incurre en sanción de privación
de 4 años de libertad.
El proceso legal para salir de Cuba es caro y, para los profesionales,
complicado. Los que estén empleados tienen que pedir primero
un permiso de su empleador, el cual traslada la petición
al ministerio gubernamental competente. Una vez que el ministerio
aprueba la petición (un proceso que puede llevar años),
se traslada a la Dirección de Migración. Los no
profesionales se dirigen directamente a la Dirección de
Migración.
El
solicitante debe adquirir entonces un pasaporte que cuesta 50
dólares. Solicitar el permiso de salida cuesta otros 150
dólares, que no se devuelven aunque se niegue el permiso.
El último paso es un examen médico que cuesta 450
dólares. Todas estas tasas son exorbitantes para los cubanos.
Cuba
llegó a un acuerdo sobre emigración con Estados
Unidos en mayo de 1995, por el que se comprometió a no
aplicar la ley sobre salida ilegal a los cubanos repatriados.
Sin embargo, el hecho de que no haya revocado esta ley pone seriamente
en entredicho su voluntad de legitimar el derecho fundamental
de sus ciudadanos a salir de su país.
Cuba
niega de manera habitual el permiso de salida a varias categorías
de solicitantes, entre ellos los profesionales de la salud y los
jóvenes que no hayan cumplido el servicio militar obligatorio.
Asimismo, Cuba se niega frecuentemente a permitir que sus ciudadanos
cuyos viajes estén autorizados lleven a sus hijos con ellos
al extranjero. En algunos casos, niega los permisos a familiares
de personas que han salido del país sin autorización
o se han negado a regresar al final de un viaje autorizado. Castiga
adicionalmente a estos “desertores” negándoles el permiso
para regresar a Cuba.
Human
Rights Watch no pudo obtener información por parte del
gobierno cubano en relación con la negación de solicitudes
de permisos. (Las autoridades cubanas no respondieron a nuestras
reiteradas peticiones de entrevistas). En consecuencia, es difícil
determinar con precisión el alcance total de esta práctica.
Sin embargo, existe un amplio consenso entre activistas de derechos
humanos y médicos cubanos en que se trata de un hecho generalizado.
Este
consenso se ve corroborado por el gran número de cubanos
que han informado a la Sección de Intereses de Estados
Unidos en La Habana de la negación de su permiso para salir
de Cuba después de obtener visas para entrar a Estados
Unidos. La Sección de Intereses recibió informes
de 1.762 personas a las que les habían negado los permisos
de salida entre octubre de 2003 y marzo de 2005.14 Los funcionarios
estadounidenses
que Estados Unidos conceda al menos 20.000 visas de residentes
a cubanos cada año. Aproximadamente el 85 por ciento de
los cubanos que inmigran a Estados Unidos mediante este mecanismo
son elegidos por lotería, según el Departamento
de Estado. Muchos de los otros son familiares.
Negación
de permisos de salida
Profesionales
de la salud
Una
gran parte de los cubanos a los que se niegan los permisos de
salida son médicos u otros profesionales de la salud. De
los casos registrados por la Sección de Intereses de Estados
Unidos, casi la mitad corresponden a esta categoría.
La
razón por la que se niegan los permisos de salida a tantos
profesionales de la salud es la “Resolución 54” del Ministerio
de Salud Pública o al menos eso es lo que les informan
a tantos de ellos cuando rechazan sus solicitudes. Sin embargo,
ninguno de las personas entrevistadas ha visto nunca el reglamento—ni
siquiera los que habían pedido un ejemplar cuando éste
fue citado en la negativa de sus permisos. “Es como una ley fantasma”,
señaló un médico a Human Rights Watch. “Nadie
la ha visto por escrito”,
Según
la mayoría de las versiones, la “Resolución 54”
exige a los profesionales de la salud que soliciten permisos de
salida que esperen de tres a cinco años antes de que se
estudie su petición. Algunos médicos han informado
que la regla especifica que deben pasar esos años de espera
trabajando en comunidades rurales.
Mientras
que el texto de la resolución se ha mantenido fuera del
alcance del público, las razones que la justifican no lo
han estado. La restricción forma parte de un esfuerzo
general de prevenir una “fuga de cerebros” de profesionales calificados
de Cuba. El Presidente Castro ha acusado a Estados Unidos de atraer
activamente a gran número de profesionales calificados
de Cuba, de esta manera “privando al país de médicos,
ingenieros, arquitectos y otros graduados universitarios formados
gratuitamente en nuestro país”. Asimismo, ha prometido
que Cuba no tolerará un éxodo de profesionales,
declarando que no explotarán el país como si fuera
“una incubadora de cerebros”, y que “cuando los incube, es, en
primer lugar, para servir a nuestro pueblo y también para
otros países hermanos del mundo que sufren del saqueo y
de la pobreza, no para engordar los bolsillos de los saqueadores
del mundo”
Sin
embargo, como demuestra el caso de la Dra. Hilda Molina esta restricción
se aplica a médicos que ya han realizado importantes contribuciones
al sistema de salud cubano. Y como también demuestra el
caso de la Dra. Molina, un resultado de esta política es
la separación forzada de familias.
Familiares
de “desertores”
Cuba niega regularmente permisos a familiares de “desertores”
que han salido del país sin permiso o que se han negado
a regresar al final de un viaje autorizado.
Lázaro
Betancourt descubrió esto cuando desertó de Cuba
en 1999 después de haber
trabajado en el servicio de seguridad del gobierno durante 20
años. Estados Unidos le
concedió asilo inmediatamente y, en seis meses, lo extendió
a su esposa y a su hijo de nueve años en Cuba. Sin embargo,
el gobierno cubano no les permitió salir de la isla.
Según su experiencia profesional en el gobierno, Betancourt
cree que todo ex miembro de las fuerzas armadas tiene que esperar
cinco años antes de poder sacar a su familia. No obstante,
han transcurrido más de cinco años desde que salió
de Cuba, y sigue sin recibir muestras de que su esposa y su hijo
podrán salir. Aunque Betancourt ha escrito en repetidas
ocasiones al Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba en relación
a su familia, nunca ha recibido respuesta
La
esposa y el hijo de Betancourt no son los únicos familiares
afectados, señala Betancourt. En 2001, la hermana de Betancourt,
Maydelín Betancourt Morín, obtuvo una visa para
Estados Unidos mediante la lotería de inmigración.
Su esposo y sus dos hijos automáticamente también
recibieron visas. Sin embargo, el gobierno cubano
concedió permisos de salida a su esposo y a sus hijos,
pero no a Maydelín. Bentacourt dijo a Human Rights watch
que los funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores le
habían dicho a su hermana que no obtendría un permiso
para viajar porque su hermano era un “traidor”.
La
negación de permisos de salida a familiares de “desertores”
no es en lo más mínimo una nueva política
en Cuba. Un caso bien conocido se remonta a 1980, cuando el músico
de jazz cubano Paquito D’Rivera desertó durante una gira
con su grupo en Madrid. D’Rivera pidió permiso para que
su esposa y su hijo se reunieran con él, pero el gobierno
cubano les negó los permisos de salida. Durante nueve años,
D’Rivera insistió en obtener el permiso, pero le fue negado
reiteradamente sin explicación alguna. No pudo sacarles
del país hasta 1989, cuando sobornó a algunos funcionarios
Otro
músico que sufrió una larga separación de
su familia es el compositor Jorge F. Rodríguez, quien obtuvo
un permiso de seis meses para viajar a México en 1992 y
decidió
quedarse allí. Durante su estadía en México,
Rodríguez apeló dos veces a los
funcionarios cubanos para que concedieran el permiso para que
su esposa y su hija de 11 años se pudieran reunir con él.
Aunque el gobierno mexicano concedió visas a la familia,
las autoridades cubanas sólo permitieron la salida de la
esposa de Rodríguez. Al no querer abandonar a su hija,
su esposa se quedó en Cuba hasta que, después de
tres años de separación, pudieron finalmente escapar
ilegalmente en 1995.
En
2000, el Dr. Leonel Córdova huyó de una misión
médica en Zimbabwe y viajó a Estados Unidos, donde
le concedieron asilo. Pidió permiso para que su esposa
y sus dos hijos, de 4 y 11 años, salieran de Cuba y se
reunieran con él. No fue sino hasta que su esposa murió
en un accidente de tráfico el año siguiente que
les concedieron el permiso de salida a sus hijos, con la intervención
de los miembros del Congreso de Estados Unidos.
Joel
Moreno Molina, profesor de informática en La Habana, viajó
a Perú en marzo de 1999, como parte de un acuerdo oficial
para dar clases en la Universidad Peruana de Ciencias. Aunque
se suponía que su estancia debía finalizar en enero
de 2001, Moreno decidió quedarse en Perú y, después
de casarse con una peruana, obtuvo la residencia en el país
en julio de 2001. Esperando el nacimiento de su primer hijo en
noviembre de 2002, Moreno y su esposa planearon que la madre de
Moreno viniera de Cuba para ayudarles en el momento del parto.
Su madre empezó los trámites para obtener un permiso
de salida varios meses antes de la fecha prevista. Su empleador,
el Ministerio de Salud Pública, le dio permiso para viajar,
y el gobierno peruano le concedió una tarjeta de residencia
peruana en julio 2002, por ser la madre de Moreno. No obstante,
según Moreno, las autoridades de migración cubanas
se negaron a permitirle salir por ser la madre de un “desertor”.
Le dijeron que tenía que esperar tres años. Finalmente
le permitieron viajar en marzo de 2003, casi cuatro meses después
del nacimiento.
Hijos
de personas en el extranjero
El
gobierno cubano también niega permisos de salida a los
hijos de personas cuyos viajes al extranjero han sido autorizados
oficialmente. A “Elena Vargas”, por ejemplo, le exigieron que
dejara a su hija de diez años en Cuba cuando se fue a trabajar
a México y después a Perú en los noventa,
como parte de los acuerdos gubernamentales con las universidades
de esos países. Cuando estaba en Perú, volvió
a casarse y decidió quedarse.
Pero no pudo obtener permiso para que su hija se reuniera con
ella. Aunque le fue posible visitar a su hija en Cuba, le fue
imposible traer a su hija a vivir con ella. La niña
murió en un accidente el 30 de diciembre de 2000. Zaida
Jova y Vicente Becerra son ingenieros cubanos que viajaron a Brasil
en 1997 para trabajar. Al igual que Elena Vargas, la pareja se
vio obligada a dejar a su hija de siete años, Sandra, en
Cuba, según alegan, como condición para poder viajar.
Después del nacimiento de su segundo hijo, la pareja decidió
instalarse permanentemente en Brasil. El gobierno de Brasil concedió
inmediatamente la residencia a todos los miembros de la familia,
incluyendo a Sandra, como parte de una política de reunificación
familiar. La Habana, sin embargo, se negó a permitir que
Sandra saliera del país. Tras la intervención del
gobierno brasileño, la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos y otros organismos, permitieron finalmente que
Sandra se reuniera con sus padres en junio de 2001, tras cuatro
años de separación.
Negación
de permisos de entrada
Como
demuestra el caso ilustrativo de Juan López Linares antes
mencionado, además de negar los permisos de salida, el
gobierno cubano niega el permiso de entrada a ciertas personas
después de haberse ido de la isla. El Dr. Ramón
Martínez Martínez, por ejemplo, señaló
que el gobierno cubano se ha negado a permitirle regresar a Cuba
a visitar a sus hijos pequeños, a los que no ha visto desde
que se fue en 1998. El Dr. Martínez, quien es cirujano
plástico, viajó a Argentina el 13 de diciembre de
1998 para visitar a amigos, y decidió quedarse. Su segunda
esposa y su hijo se reunieron pronto con él. La primera
esposa de Martínez había muerto, y Martínez
dejó a sus dos hijos—de 11 y 7 años—con sus abuelos
maternos, de acuerdo con los deseos de la madre. Durante los últimos
siete años, el Dr. Martínez no ha podido obtener
permiso para regresar a Cuba a visitar a sus hijos. Los funcionarios
del consulado de Cuba en Buenos Aires al parecer le dijeron que
su regreso a Cuba estaba “indefinidamente” prohibido. El Dr.
Martínez dice que, si hubiera sabido que no iba a poder
ver a sus hijos durante tanto tiempo, nunca se habría ido.
De
manera similar, a Joel Moreno Molina, antes mencionado, le han
negado repetidamente el permiso de entrada a Cuba para visitar
a su familia después de que se quedara en Perú más
tiempo del autorizado. Las autoridades cubanas en Perú
le dijeron que tendría que esperar cinco años porque
estaba clasificado como un “desertor”. En octubre de 2004, Moreno
volvió a pedir un permiso de entrada, esperando poder celebrar
el cumpleaños de su segundo hijo con sus padres. Pero la
embajada le informó nuevamente que no podía regresar
hasta que hubieran transcurrido cinco años.
La
repercusión de las restricciones de Cuba sobre los viajes
El
dolor de la separación forzada para las familias
La
separación forzada resultante de las políticas de
Cuba con respecto a los viajes puede causar una profunda angustia
en los hijos separados de sus padres. La
separación también puede tener un fuerte impacto
en los adultos.
Incluso cuando las familias se reúnen finalmente, la separación
forzada puede dejar marcas duraderas. Varias personas a las que
entrevistamos señalaron que sus matrimonios fueron destruidos
por la separación. Otros describieron la pérdida
de intimidad con sus hijos que han crecido sin conocer a uno o
los dos de sus progenitores.
Paquito
D’Rivera, por ejemplo, describió la repercusión
que tuvo su separación forzada
de su familia sobre su matrimonio en su autobiografía:
Corría
el año de 1981, y yo andaba por las calles de New York
con el alma
rota por mi hijo ausente, desesperado por la inminente ruptura
de mi
matrimonio, provocado por la lejanía, las amenazas a la
madre de mi hijo
por parte de las autoridades cubanas prohibiéndole salir
del país...
La
separación forzada desembocó finalmente en divorcio
y le distanció de su hijo. “Perdí mi matrimonio
y la infancia de mi hijo”, señaló D’Rivera a Human
Rights Watch. “Por eso mi hijo es casi como un extraño
para mí. Tenemos una buena relación, pero es como
amigos, aunque no muy buenos amigos”.
Blanca
Reyes intentó salir de Cuba con su esposo y su hijo de
nueve años en 1980, pero decidió, en cambio, quedarse
con su hijo cuando el gobierno le negó el permiso para
salir. Su plan consistía en que su esposo saliera y pidiera
permiso para que su esposa y su hijo se reunieran con él.
Pero el gobierno no permitió que su hijo saliera del país
hasta 1993. Para entonces, la separación había destrozado
el matrimonio, según Reyes, que culpa al gobierno cubano
de su divorcio. “A nosotros nos divorció Fidel Castro.
…no tuvimos alternativa, nos separamos porque Fidel nos obligó
a estar separados. …La distancia entre Miami y la Habana es inmensa”,
señaló. Reyes
considera que la separación también le causó
un daño emocional grave a su hijo:
“A mi lo que más me duele de todo esto es el dolor que
tuvo que pasar mi hijo. El niño
fue el que se quedó sin padre … El niño apenas tenía
cuatro años y antes de esta separación con su padre,
él era un niño muy feliz. Después de que
empezaron a pasar todas estas cosas se volvió un niño
serio”.
El hijo de Reyes, Miguel Ángel Sánchez Reyes, describió
el impacto duradero que tuvo esta separación forzada sobre
su relación con su padre: Soy
una persona que creció sin padre. Y cuando no sabes cómo
es tu papá, lo idealizas y cuando lo ves es posible que
sea como pensabas o es posible que no sea… Dejé de verle
cuando tenía nueve años y le volví a ver
cuando tenía 21 años. Y a esa edad es difícil
reconectar con tu padre y es muy difícil crear ese vínculo
entre padre e hijo. A pesar de que tenemos una buena relación,
es difícil.
El
alto costo de los intentos de reunificación
Además
de la angustia emocional de la separación, los esfuerzos
por eludir las restricciones pueden resultar muy costosos. En
varios de los casos que documentamos, los cubanos se sintieron
obligados a pagar sobornos para salir. Y, como ilustra el caso
de Paquito D’Rivera, con frecuencia, los sobornos no son suficientes.
La noche antes de la fecha prevista para que su esposa y su hijo
volaran a Miami, la policía allanó su casa y les
quitó los pasaportes. D’Rivera respondió “haciendo
un escándalo muy grande por todo el mundo”. Compró
una máquina de fax y empezó a enviar cartas a los
periódicos “de todo el planeta” hasta que, después
de varias semanas de intensa publicidad, el gobierno les devolvió
los pasaportes. D’Rivera pudo finalmente reunirse con ellos en
Miami en enero de 1989.
Otros
han adoptado medidas aún más desesperadas para sacar
a sus familiares de Cuba. Uno de los casos más dramáticos
es el de Orestes Lorenzo Pérez, un piloto de la Fuerza
Aérea Cubana que desertó en 1991 volando un jet
MIG-20 durante un vuelo de entrenamiento
hasta Key West, Florida. Poco después de llegar a Florida,
Lorenzo
puso en marcha una campaña para traer a su esposa y sus
hijos, de diez y seis años, a Estados Unidos. Aunque obtuvo
visas para que los tres vinieran a Estados Unidos, el gobierno
cubano se negó a concederles permiso para salir. Lorenzo
emprendió una campaña internacional para presionar
al gobierno cubano para que dejara salir a su familia, presentando
su caso ante el Presidente George H.W. Bush, y realizando una
huelga de hambre en España.
A
pesar de todos sus esfuerzos, los funcionarios dijeron a su esposa
que nunca dejarían salir a la familia del país.
Por lo tanto, Lorenzo decidió tomar medidas drásticas.
Tomó prestada una avioneta y, a través de un mensajero,
comunicó a su familia que le esperaran en un puente conocido
de la carretera costera al este de La Habana, en la provincia
norteña de Matanzas. A la hora convenida, aterrizó
el avión en la carretera, recogió a su familia y
regresó a Estados Unidos. “Era una posibilidad entre un
millón”, dijo a Notisur, “poder colarse en Cuba es posible,
pero aterrizar en una carretera con
tráfico… entre automóviles, fue de hecho un milagro…
La posibilidad de ser capturado o
derribado era grande, pero valió la pena por la libertad
de mis hijos”.
Muchos otros miles han optado por una escapada arriesgada en altamar.
Un ejemplo reciente conocido es el de José Contreras, ahora
pitcher en un equipo de la Liga Mayor de Béisbol, que desertó
de Cuba en octubre de 2002, pero no pudo obtener permiso para
que su esposa y sus hijos pequeños salieran de la isla.
Al parecer, los funcionarios del gobierno cubano le dijeron a
su esposa que ella y sus hijas, de 11 y 3 años, tendrían
que esperar cinco años por un permiso de salida.81 Sin
embargo, el 20 de junio de 2004, las tres embarcaron secretamente
un barco de diez metros con otros 18 cubanos y huyeron
a Estados Unidos. Llegaron al sur de Florida a la mañana
siguiente y Contreras pudo reunirse con su familia después
de dos años de separación.82 Un gran número
de cubanos se han ahogado intentando dichas huidas.
Restricciones
sobre viajes como coacción política
El
derecho a salir de un país es un ingrediente esencial de
la libertad. Permite que las
personas escapen de sistemas políticos represivos. Para
muchos exiliados cubanos, salir de la isla parecía la única
manera posible de disfrutar de las libertades políticas
fundamentales de las que carecían en Cuba. Orestes Lorenzo,
por ejemplo, dijo a Human Rights Watch que lo que le hizo intentar
su atrevida huida fue su sentimiento de que, en Cuba, “tu destino
está en las manos de un todo poderoso”, Fidel Castro. “Uno
no tiene protagonismo en la vida propia… no eres dueño
de tu destino”, agregó
La
Dra. Hilda Molina describió el impacto del miedo a los
informantes en la vida diaria. “En Cuba hay una careta generalizada,
porque o de verdad estás con el régimen o pretendes
estarlo”.
Para
los profesionales de la salud, las restricciones para viajar crean
un sentimiento especialmente marcado de que están siendo
privados de sus libertades fundamentales.
Como explicó un médico que salió de Cuba:
“Te preguntas ¿para qué me sirve el estudio? ¿Para
qué estudié? En vez de ayudarte el estudio te golpea…
Te consideras un rehén, como si hubieras cometido un crimen”.
Es
más, los profesionales de la salud que piden permiso para
salir de Cuba tienen que
soportar el estigma de la “deserción” durante los tres
o cinco años (o incluso más) que esperan su visa.
“El profesional se expone a que lo llamen traidor, gusano”, explicó
un médico exiliado. “Porque claro desde el momento que
dices que te quieres ir empieza toda la propaganda en contra tuya”,
Las
restricciones también pueden servir para forzar la colaboración
con el gobierno. Carmen Delia Llano Ochoa sufrió varios
arrestos domiciliarios en Cuba por ser
disidente. En 2001, Llano pagó a un “coyote” que sobornó
a los funcionarios de migración para que eliminaran la
información relacionada con sus actividades políticas
de su expediente. Esto le permitió salir de la isla el
22 de diciembre de 2001, y solicitar asilo político en
Canadá. Aunque Canadá le concedió la residencia
a ella, Cuba se negó inicialmente a permitirles salir a
su esposo y a su hijo de ocho años. Según Llano,
los funcionarios del consulado cubano en Montreal intentaron obligarla
a identificar a opositores del gobierno como condición
para sacar a su familia de la isla. Llano, enojada, organizó
una protesta frente al consulado cubano desde el 20 de octubre
hasta el 10 de diciembre de 2004. El 12 de diciembre, La Habana
cedió y permitió la salida de su esposo y su hijo.
Además
de servir de medio para forzar el cumplimiento, las restricciones
para viajar pueden ser una forma de castigo para los opositores
políticos. Rafael León Rodríguez, por ejemplo,
un activista político de 59 años, no ha podido salir
del país a pesar de que Estados Unidos le concedió
una visa en 2000. Ha solicitado reiteradamente un permiso de salida
para poder visitar a sus tres hijos
y cuatro nietos que viven en Miami. Los hijos salieron de Cuba
con su ex esposa en
1980. Nunca ha conocido a sus nietos. Sus solicitudes de permisos
de salida han sido ignoradas o rechazadas. Ha señalado
que las autoridades le han indicado que estos
rechazos se deben a su actividad política con el grupo
de oposición, el Proyecto Democrático Cubano.
De
manera similar, el disidente Edgardo Llompart se enfrentó
a la separación de su hija de 19 años como castigo
por sus actividades de oposición y su negativa a cooperar
con el gobierno. Llompart formó parte de un grupo de disidentes
excarcelados en 1991 después de haber sido condenados por
rebelión al haber organizado un movimiento político
independiente en los ochenta. Cuando lo pusieron en libertad,
le dieron dos alternativas: cooperar con el gobierno o irse al
exilio. Las autoridades le permitieron llevarse a su hijo y a
su esposa a Estados Unidos, pero le negaron el permiso de salida
a su hija, Ibet Llompart, por un período de diez años.
“Mi vida emocional y física se vieron muy afectadas” por
la separación, dijo Llompart a Human Rights Watch. “Cada
vez que servíamos un plato de comida y sabíamos
que nuestra hija estaba lejos y no a nuestro lado era muy duro…
Esas heridas nunca se cierran”, agregó.
La
amenaza de la separación se ve agravada por el hostigamiento
a los familiares que
quedan atrás, que se enfrentan a toda una gama de formas
de persecución, desde despidos hasta el repudio social.
La esposa de Joel Brito, por ejemplo, fue despedida de su empleo
de directora de presupuesto de la alcaldía de La Habana
cuando su esposo se quedó fuera del país después
de una conferencia en Bolivia. Según Brito, su esposa fue
víctima de llamadas frecuentes con insultos en la que le
pedían que denunciara públicamente a su esposo,
algo a lo que se negó rotundamente. Los agentes de seguridad
del Estado la entrevistaron durante varias horas sobre su esposo,
presionándola para que lo llamara traidor y engañándola
al decirle que Brito había encontrado una nueva esposa
y estaba empezando una nueva familia en Estados Unidos.
El
compositor Jorge Rodríguez dijo a Human Rights Watch que
su esposa y su hija sufrieron un acoso constante después
de que las dejara en Cuba. Se vieron obligadas a dejar su apartamento
debido a la hostilidad de los vecinos. Los compañeros de
clase de su hija se burlaban de ella, diciéndole que su
padre era un traidor. Los funcionarios de seguridad detuvieron
a su esposa en múltiples ocasiones y le dijeron que nunca
vería a Rodríguez de nuevo. A su esposa le rebajaron
el salario, lo que hizo que eventualmente renunciara a su empleo.
Miguel Ángel Sánchez Reyes, habló con Human
Rights Watch del estigma que sintió
como hijo de un “desertor”: Yo
pensaba al principio que mi papá era un traidor a la patria,
un traidor de Fidel. Lo primero es encontrarte con que tu papá
es un traidor. El temor a que esas personas que te rodean se enteren
que tu padre ha desertado de Cuba. Eso no lo cuentas, si te preguntan
que dónde está tu papá, tu dices que no está,
o que tu papá está separado de tu madre pero nunca
dices que se fue de Cuba porque tienes un temor gigante al rechazo.
Tienes temor a ser rechazado por los estudiantes y la sociedad.
Las personas que te conocen también te rechazan porque
eres el hijo de un desertor. No se reúnen contigo. A mi
me daba miedo encontrármelas en la calle y que me pararan
y me dijeran algo porque de pronto más gente se enteraba
de quién era mi papá. Es un temor al rechazo. Y
al mismo tiempo es difícil disimular y pretender que estás
contento.
En
el transcurso de la investigación para este informe, Human
Rights Watch se encontró con numerosas personas que tenían
miedo de hablar con nosotros sobre sus casos, incluso cuando les
garantizamos el anonimato. Uno de los principales temores que
tenían estos y otros cubanos es que les negaran el permiso
a ellos o a sus familiares para salir o entrar a Cuba. “Le pido
que no use mi nombre”, dijo una mujer en Miami al final de una
entrevista, “porque mi mamá sigue en Cuba y voy a visitarla
el año que viene… No quiero que me impidan ir y me digan:
‘Estabas diciendo cosas, estabas hablando’”.
Asimismo,
“Elena Vargas” dijo a Human Rights Watch que no quería
que se hiciera público su nombre en este informe porque
tenía miedo de que acosaran a su familia. “Es que en Cuba
hay mucho miedo”, dijo. “Miedo a saber, miedo a solidarizarse,
miedo a que la gente sepa. Porque es que puede que para otros
esto no sea indispensable pero cuando tu estás en Cuba
no quieres saber qué pasa o no quieres que piensen que
eres cómplice porque no quieres que te dejen sin jabón,
sin el aceite”, agregó.
La
Dra. Hilda Molina ofreció a Human Rights Watch detalles
de otros tres casos—y dijo que sabía de muchos casos más—relacionados
con conocidos a los que les habían
negado los permisos de salida, pero que le habían dicho
que no querían ser entrevistados por miedo a las posibles
consecuencias negativas. “Es una forma de chantaje psicológico”,
señaló. “Creen que callándose y complaciendo
al gobierno puede que un día el gobierno les dé
permiso [para viajar]”, agregó.
La
separación forzada es, en otras palabras, una de los instrumentos
más eficaces para evitar que las personas hablen de las
restricciones para viajar, o critiquen otras políticas
del gobierno cubano. Como explica el activista Rafael León
Rodríguez: “La amenaza de negar el permiso para viajar
es un arma de disuasión usada para intimidar, reprimir
y controlar varios tipos de actividades”.
Restricciones de Estados Unidos sobre los viajes Antecedentes
Restricciones
para viajar en el pasado
Desde
poco después de que Fidel Castro llegara al poder en 1959,
Estados Unidos ha
usado una combinación de medidas encubiertas y abiertas
destinadas a sacarle del poder, entre ellas numerosos intentos
de asesinato. La más duradera de estas medidas ha sido
el embargo comercial estadounidense, que lleva más de 40
años en vigencia.
Las
restricciones de los viajes a Cuba, uno de los componentes principales
del embargo, se remontan a una nota del 16 de enero de 1961 del
Departamento de Estado, en la que se proclamó que los viajes
a Cuba de ciudadanos estadounidenses eran “contrarios a la política
exterior de Estados Unidos y… por otra parte desfavorables a los
intereses nacionales”. Desde entonces, las restricciones para
viajar se han endurecido y suavizado alternativamente en diferentes
momentos por sucesivos gobiernos.
De
acuerdo con la nota del Departamento de Estado de 1961, toda persona
que viajara a Cuba tenía que contar con un permiso específico
del Departamento en su pasaporte. Un fallo de la Corte Suprema
de Estados Unidos de 1967 afirmó que el viaje sin un pasaporte
específicamente autorizado no constituía un delito
de acuerdo con la legislación aplicable.Sin embargo, los
reglamentos del Departamento del Tesoro que prohíben las
transacciones financieras relacionadas con los viajes a Cuba,
promulgados en 1963 de acuerdo con la Ley sobre Comercio con el
Enemigo (Trading With the Enemy Act) de 1917, son aplicables en
el ámbito penal. En consecuencia, los que viajen a Cuba
sin un permiso del Departamento del Tesoro pueden ser enjuiciados
por su uso de moneda estadounidense en Cuba—un tecnicismo que
permite a Estados Unidos restringir los viajes a Cuba con la excusa
de limitar las transacciones financieras. Estas medidas han perdurado
como el principal medio para restringir los viajes de Estados
Unidos a Cuba. El Departamento del Tesoro concede algunos permisos
para viajar, pero las categorías de estas excepciones han
sido reducidas o ampliadas en diferentes momentos en las últimas
cuatro décadas.
Para una discusión sobre la ineficacia del embargo y su
impacto negativo sobre los derechos humanos, véase “Cuba:
Human Rights and U.S. Policy”, declaración de Tom Malinowski,
Director de Campañas en Washington, Human Rights Watch,
ante el Comité de Finanzas del Senado, 4 de septiembre
de 2003.
Los viajes por motivos familiares son una de las excepciones que
se han establecido o eliminado desde los años setenta.
Como parte de una iniciativa más amplia en las
relaciones entre Estados Unidos y Cuba, el Presidente Carter dejó
inactiva la prohibición en 1977, pero el Presidente Ronald
Reagan volvió a imponer las restricciones en 1982.
Aunque
el gobierno de Reagan prohibió la mayoría de los
viajes a Cuba, sus nuevas regulaciones permitieron los viajes
por motivos familiares. En respuesta a la crisis de los balseros
de 1994, el Presidente Clinton suspendió la autorización
general de los viajes por motivos familiares, pero la reinstauró
a finales de 1995, como parte de un esfuerzo por ampliar los contactos
interpersonales entre las personas en Cuba y Estados Unidos.
En 1999, junto con otras medidas para suavizar la prohibición
de los viajes, aumentar los vuelos charter e incrementar los contactos
interpersonales, el gobierno de Clinton eliminó el requisito
de que los permisos para las visitas a familiares, ya fueran generales
o específicos, tuvieran que responder a una necesidad humanitaria
“extrema”. Las visitas de cubanoamericanos a sus familiares en
Cuba aumentaron significativamente en la segunda mitad de los
noventa.
El
President George W. Bush mantuvo inicialmente la tendencia de
suavizar los requisitos para los viajes por motivos familiares,
introduciendo, en marzo de 2003, nuevas regulaciones por las que
se creó un permiso general para viajar a Cuba una vez al
año a visitar a la familia, sin que fuera necesario pedir
una autorización especial.
Asimismo, las regulaciones de 2003 permitían que las personas
solicitaran permisos específicos para realizar visitas
adicionales cada año, y que visitaran a familiares “con
una consanguinidad de no menos de tres generaciones con esa persona
o un antepasado común”.
Nuevas
restricciones para viajar por motivos familiares
En
2004, la Comisión del Presidente Bush para Contribuir a
una Cuba Libre publicó un
informe en el que concluyó, entre otras cosas, que uno
de los principales beneficiarios de los viajes a Cuba y desde
Cuba era el propio Fidel Castro: “Se ha suministrado efectivamente
al régimen una válvula de escape institucionalizada
para el descontento
cubano con un generador de ingresos asociado”.102 Al aplicar altas
tasas a las diferentes transacciones relacionadas con los viajes,
y al requerir a los cubanos que compren en comercios estatales
de la isla, Castro ha convertido estos viajes en “una fuente importante
de dinero para el régimen”.
La
comisión estimó que, en 2003, unas 100 a
125.000 personas viajaron a Cuba para visitar a familiares (de
las cuales 31.000 hicieron múltiples viajes) y el gobierno
cubano pudo generar 96.3 millones de dólares en divisas
de estas visitas.104 Como consecuencia, la comisión afirmó
que “los cubanos que emigraron recientemente se han convertido
en una de las mayores fuentes de fondos y productos de la isla”.
La
comisión recomendó que para fortalecer el embargo,
habría que controlar estos viajes.
Por lo tanto, en junio de 2004, el gobierno estableció
nuevas regulaciones para los viajes por motivos familiares. De
acuerdo con éstas, sólo se puede visitar Cuba con
permisos específicos, que sólo pueden concederse
cada tres años. En concreto, se prohíben los viajes
por motivos familiares a Cuba a las personas que, en los tres
años anteriores, hayan emigrado de Cuba, regresado de un
viaje a Cuba conforme al programa general de permisos o recibido
un permiso específico para visitar a la familia. La visita
no puede durar más de 14 días.
Las
nuevas regulaciones también limitan la definición
de “familiar cercano” a “la esposa, esposo, hijo, hija, nieto,
nieta, padre, madre, abuelo, abuela, hermana o hermano de esa
persona o su cónyuge, así como el cónyuge,
el viudo o la viuda de cualquiera de los antes mencionados”. Quedan
excluidos los tíos, las tías, los sobrinos, las
sobrinas, los primos, las primas y otros familiares de este tipo,
independientemente del papel que hayan podido desempeñar
en la vida de la persona antes de la separación. Las nuevas
regulaciones también prohíben el envío de
dinero y paquetes humanitarios a otra persona que no sea la esposa,
esposo, hijo, hija, nieto, nieta, padre, madre, abuelo, abuela,
hermana o hermano, y limita la cantidad y la frecuencia de dichos
regalos por cada hogar, mientras que antes se limitaba únicamente
por cada persona (lo que permitía el envío de múltiples
regalos a un solo hogar, así como el envío a no
familiares).
A
diferencia de las anteriores restricciones para viajar, las nuevas
regulaciones no contemplan excepciones. Las personas que violen
las restricciones sobre las visitas a
familiares pueden incurrir en sanciones de 4.000 dólares
si han sido notificadas previamente por la Oficina de Control
de Bienes en el Extranjero (Office of Foreign Assets Control,
OFAC) del Departamento del Tesoro, y 1.000 dólares si no
han recibido dicha notificación previa.
A principios de 2005, Human Rights Watch realizó entrevistas
a 25 cubanos que vivían
en Estados Unidos y no habían podido obtener un permiso
para visitar a sus familias en Cuba desde la entrada en vigor
de las nuevas restricciones. Estos casos ilustran la
profunda angustia que puede producir la separación forzada
de las familias. Personas
informadas en la comunidad cubano americana de Miami calculan
que otros cientos de familias han sufrido problemas similares
debido a las nuevas restricciones para viajar. El director de
una agencia de viajes de Miami especializada en viajes a Cuba
dijo a Human Rights Watch: “No pasa un día sin que venga
alguien ansioso, llorando, desesperado por visitar a su familia”.
Casos ilustrativos
Marisela
Romero
Antes
de que las nuevas restricciones sobre viajes entraran en vigor,
Marisela Romero, de 53 años, había ido a Cuba varias
veces al año para ayudar a su padre de 87 años,
que Entrevista
telefónica de Human Rights Watch con el director de una
agencias de viajes, Miami, Florida,
se encontraba en la fase avanzada de Alzheimer y era incapaz de
cuidarse a sí mismo.
Necesitaba ayuda para comer y se orinaba encima regularmente,
necesitando que otros cambiaran sus sábanas, su ropa, y
los pañales que tenía que llevar.
Romero
había salido de Cuba en 1992, y después de la muerte
de su madre y su hermana en 2002, los únicos familiares
que podían cuidar de su padre enfermo eran su sobrino y
su esposa.
Romero contrató a dos personas para ayudarles y empezó
a hacer viajes frecuentes a Cuba, para poder pagar a estos asistentes,
llevar dinero y suministros
y, quizá lo más importante, ofrecerle afecto filial
a su padre. “Siempre que venía se ponía muy alegre”,
dijo Marisol Claraco, la esposa de su sobrino, a Human Rights
Watch. “Porque aunque tenía Alzheimer, él sabía
quién era ella… ella se acostaba a su lado y le hablaba,
y él sentía su amor y se ponía mejor”, agregó.
Las
nuevas restricciones pusieron freno a sus visitas. Desde su último
viaje en mayo de 2004, no tendría derecho a visitar a su
padre de nuevo hasta 2007. Las regulaciones también le
impidieron efectivamente enviar dinero para la atención
médica de su padre y otros gastos.
“Estábamos
desesperados”, recordó la esposa del sobrino de Romero.
“Le vimos deteriorarse día a día, y ella no podía
venir, y nosotros no podíamos hacer nada Estábamos
sufriendo en este lado y ella estaba sufriendo en el otro lado”.
La OFAC notificó a Romero que “no sería procedente”
pedir permiso para visitar a su familia en Cuba “hasta que hubiera
pasado el plazo requerido de tres años”.
En
septiembre, Romero supo por el médico de su padre en Cuba
que había entrado en
una profunda depresión, muy probablemente por su ausencia
prolongada, y que había
dejado de comer. Ella estaba devastada respecto sobre que hacer.
“Hubiera ido todos los meses”, dijo. Me hubiera quedado con él.
Me hubiera asegurado de que estaba bien cuidado. Pero tenía
miedo de violar la ley”, agregó.
Decidió
solicitar a la Oficina de Control de Bienes en el Extranjero (OFAC)
un permiso
para viajar, esperando que se pudiera hacer una excepción
en su caso. Todavía no había recibido respuesta
en octubre, cuando su sobrino la alertó de que su padre
había sido hospitalizado y se encontraba muy grave. Llamó
a la OFAC dos veces y dejó un mensaje en la contestadora,
pero no recibió respuesta. Mientras tanto, el estado de
su padre se fue deteriorando y, finalmente, el 20 de marzo, falleció.
Al mes siguiente, Romero recibió una carta de la OFAC respondiendo
a su petición de
septiembre de permiso para visitar a su padre. Le habían
negado la petición. No le permitieron viajar hasta 2007.
Cuatro
meses después de la muerte de su padre, Romero dijo a Human
Rights Watch
que aún no se había recuperado del trauma: “Me encuentro
muy mal. No puedo vivir normalmente. Es una tortura, noche tras
noche, minuto a minuto”. La principal causa de su angustia es
saber de que no pudo estar con su padre cuando ella cree que él
más la necesitaba. “Murió solo. No hubo nadie para
llamar a un sacerdote. Nunca tuvimos oportunidad de despedirnos”,
agregó.
La
angustia de Romero se ve agravada por su enojo ante el hecho de
que el gobierno de Estados Unidos le restrinja su libertad para
viajar:
Vine
a este país en busca de libertad, no por razones económicas.
Me acuerdo
cuando me vi en el aeropuerto de Miami, lo primero que me vino
a la cabeza fue: “¡O Dios mío, soy libre!” Y ahora
me siento como si
me estuvieran quitando la libertad por la que vine aquí…
Me han quitado
el derecho a ir a ver a mi familia cuando quiera… ¿Cómo
puede ser
que un país tan bello tiene una ley como ésta?
Andrés
Andrade
Andrés
Andrade de 50 años, quien emigró en 1980 “en busca
de nuevas oportunidades”, había estado viajando regularmente
a Cuba en los últimos años para ayudar a su hermana,
Arelis Andrade López, a cuidar de su padre y de su madre
que
estaba luchando contra el cáncer.
“Era
una gran ayuda para mí”, dijo Arelis Andrade a Human Rights
Watch . “Estoy sola aquí, mis hijos son jóvenes
y tienen que trabajar”, dijo. Pero con la implementación
de las restricciones, ya no pudo contar con la ayuda de su hermano.
“Era horrible porque ya no podía tenerle otra vez para
mí… No podía tener el apoyo emocional de mi hermano…
Le echaba mucho de menos”, agregó.
En noviembre de 2004, su madre desarrolló un grave problema
pulmonar y tuvo que ser hospitalizada. En el pasado, Andrés
Andrade habría podido viajar a Cuba para ayudar a su hermana
a cuidar de su madre. Pero esta vez estaba sola. “Me pasé
cuatro días seguidos sin dormir, sentada en una silla al
lado de ella”, recordó Arelis.
La ausencia de Andrés Andrade fue aún más
dura para su madre agonizante. “Estaba
aferrándose a la vida porque esperaba que viniera”, recordó
Arelis Andrade.
Ella
quería que él viniera, pero al mismo tiempo decía:
“Dile que no venga, porque no quiero que se meta en problemas”.
A veces no quería comer, y yo le decía: “Mira Mima,
tienes que comer, porque va a venir mi hermano a ver si estás
comiendo”. Tenía que decirle “mentiras piadosas”, como
dicen. Pero murió. Murió esperando ver a mi hermano…
Ese día antes de que muriera, sus gritos eran horribles.
Lloraba y gritaba su nombre.
Cuando murió, Arelis Andrade le envió a su hermano
la noticia por correo electrónico.
“Él me llamó llorando, diciendo que no había
podido ver a mi mamá, que habría podido
verla antes de morir si no hubiera sido por las restricciones”,
dijo.
La
muerte de su madre también tuvo un efecto devastador sobre
su padre de 82 años, quien sufría de diabetes, presión
alta y que había sobrevivido tres ataques al corazón.
Según
Arelis Andrade, la pérdida de su esposa después
de 60 años de matrimonio le provocó una profunda
depresión que ha minado aún más su salud
ya precaria.
En
el pasado, Andrés Andrade enviaba regularmente medicinas
para su padre y, en ocasiones, cuando la situación se agravaba,
viajaba a Cuba con suficientes medicinas para que duraran por
varios meses. De acuerdo con las nuevas restricciones, sólo
puede enviar 100 dólares al mes, lo cual, según
insiste, no es suficiente para cubrir las necesidades de su padre.
Es más, no podrá visitarle de nuevo hasta 2007 y
teme que su padre haya muerto para entonces. Dice que las restricciones
para viajar le han “afectado mucho emocionalmente”. Su incapacidad
para visitar a su familia y ofrecerles un mayor apoyo le ha sembrado
un sentimiento de impotencia.
Al
igual que en la fase final de la enfermedad de su madre, Arelis
Andrade tiene que
asumir toda la carga del cuidado de su padre.
Actualmente,
cuido de mi padre, pero estoy sola… Es una persona muy difícil
de cuidar. Es muy obstinado y siempre quiere salirse con la suya…
Cuando
mi madre murió, le decía: “Pipo, no te preocupes”,
pero lloraba…
Todavía no se cree que ha muerto y se pone a llorar.
Dice
que, al igual que madre antes de morir, está muy afligido
por no poder ver a su hermano.
Todos
los días me dice que está esperando que venga Andrés,
porque tiene
un regalo para él que le dio mi mamá, y que es una
cosa que sólo le puede
decir a él. Y le pregunto: “Pipo, ¿qué es
lo que tienes que darle, que
decirle a Andrés?” Pero sólo me dice que es algo
que le tiene que
decir en persona. Casi no puede ver y está prácticamente
sordo. Está muy flaco. Dice que quiere irse con mi madre,
que quiere morir, pero que antes de morir quiere ver a Andrés
y darle el regalo que mi madre le dejó. Le rezo a Dios
todos los días para que mi padre llegue hasta 2007… Pero
ya tiene 82 años y está muy enfermo… A veces, cuando
me desespero, me siento sola fuera en el patio y lloro.
La
repercusión de las restricciones de Estados Unidos sobre
los viajes
Separación
familiar
En
su defensa de las nuevas restricciones para viajar, el gobierno
de Bush ha pasado por alto la importancia que para muchos cubanos
tienen las visitas a sus familias en Cuba.
Por ejemplo, Dan Fisk, Adjunto al Asistente para Asuntos del Hemisferio
Occidental de la Secretaría de Estado, ha declarado que,
antes de las nuevas restricciones, “los cubanos habían
establecido, en efecto, un puente aéreo con la isla—viviendo
y trabajando la mitad del tiempo aquí y viviendo y de vacaciones
la otra mitad del tiempo allá—al mismo tiempo que servían
de conducto de moneda fuerte para el régimen”.
El
derecho de regresar al país de origen no está condicionado
por el propósito del viaje, por lo que el hecho de que
muchos cubanos puedan simplemente pasar sus “vacaciones” en Cuba
es completamente irrelevante. Pero como ilustran los casos anteriores,
este derecho sirve para proteger mucho más que los viajes
de placer. Este derecho puede también ser fundamental para
permitir que los emigrantes mantengan una conexión con
algunas de las personas que más aprecian en sus vidas—sus
familias.
Es
indudablemente cierto que muchos cubanos, entre ellos algunos
de los entrevistados, viajaban regularmente a Cuba en sus vacaciones
y en ocasiones especiales. “Saray Gómez”, por ejemplo,
una maestra de escuela de 62 años que salió de Cuba
en 1970, viajaba a Cuba tres veces al año—para el cumpleaños
de su padre en marzo, el de su madre en agosto y en navidad. Sin
embargo, tanto ella como muchos de los cubanos a los que entrevistamos
se irritaban ante la sugerencia de que sólo viajaban a
Cuba por placer. “Mi familia es lo más importante para
mí”, dijo.
“No
me voy a Cuba de vacaciones”, insistió “Isabella González”,
de 76 años, que solía
visitar Cuba una vez al año hasta que entraron en vigor
las nuevas regulaciones. “Voy
porque tengo que ver a mis hermanas. La familia es lo más
importante que tienes”. A
final de cuentas, dijo, “es lo único que tienes”.
Aunque
muchos de los entrevistados remarcaron su oposición al
gobierno cubano, también insistieron en que sus opiniones
políticas no afectaban sus relaciones familiares.
“Gregorio Torres”, que dejó a sus padres, hermanos y dos
hijos cuando emigró con su
esposa y su hijastra en 2000, dijo a Human Rights Watch: “Puedes
oponerte al régimen, a las políticas. Pero nunca
te vas a oponer a tu familia”.
Familiares
enfermos
Los
viajes por motivos familiares se vuelven especialmente importantes
cuando los familiares que viven en Cuba están enfermos.
Las regulaciones anteriores reconocían este hecho permitiendo
que los cubanos obtuvieran permisos especiales para visitar a
familiares en Cuba por razones “humanitarias”. Las regulaciones
actuales eliminan esta excepción.
El
gobierno de Bush ha insistido en que los cubanos seguirán
pudiendo visitar a sus familiares enfermos, sólo que con
menos frecuencia. “Una persona puede decidir cuándo quiere
viajar una vez cada tres años y la decisión depende
de ella. Así que si tienen un familiar muriéndose,
tienen que decidir cuándo quieren viajar”, ha dicho Fisk.
Pero
ésta no es una opción para personas con familiares
en mal estado de salud, e incluso lo es menos para los que tienen
varios familiares enfermos. “Saray Gómez”, por ejemplo,
visitó a su familia antes de la muerte de su padre en enero
de 2004, y como consecuencia ahora no puede visitar a su madre
que también está gravemente enferma.
Tampoco
es una alternativa para muchas de las personas a las que entrevistamos
que
viajaron el año pasado y que por lo tanto tienen que esperar
hasta 2007. “Nelson Espinoza”, por ejemplo, señaló:
“No puedo esperar tres años para ver a mi hermana, que
está en un estado muy delicado, porque no sé lo
que va a pasar”. Asimismo,
“Lorena Vásquez”, que visitó Cuba en 2004, está
muy preocupada por su hermana que
padece cáncer: “Es como si no la fuera a ver más.
No va a durar tres años”.
Es
más, la cuestión para muchos no es tanto despedirse
de un familiar sino ayudarle a vivir. Un objetivo principal de
las visitas a familiares, como pudimos ver en el caso de
Marisela Romero, es llevar dinero y medicinas. Aunque todavía
se pueden enviar remesas y suministros mediante empresas de mensajería,
un efecto colateral de las restricciones para viajar, según
comentan varias personas, es que ahora es más difícil
enviar las remesas. “Sandra Sánchez”, ha estado enviando
medicinas a su padre, que tiene cáncer, todos los meses,
pero toma más tiempo que lleguen las medicinas porque ha
disminuido el número de personas que viajan a la isla.
De
manera similar, Ivonne Acanda, que lleva varios años enviando
medicinas a familiares, dice que la empresa de mensajería
que utilizaba en el pasado tuvo que cerrar debido a las restricciones
para viajar. “Ahora no conozco a nadie que vaya a Cuba, y no puedes
arriesgarte a enviar estas medicinas que son tan importantes con
alguien a quien no conozcas muy bien”, señaló. En
octubre de 2004, envió de hecho medicinas con una mujer
que iba a viajar.
Me
arriesgué con esa señora, y gracias a Dios se portó
muy bien y llevó las
medicinas directamente hasta la puerta de mi sobrino. Pero en
otras ocasiones,
puedes encontrar a gente que no te hace el favor y es difícilpedirle
a alguien que no conoces que lleve medicinas a Cuba.
Varias
personas insistieron que, incluso cuando es posible enviar dinero
y medicinas, atender a familiares enfermos implica más
que simplemente cubrir los gastos. María Lemos, por ejemplo,
ha estado ayudando a cuidar a su madre de 82 años en Cuba,
que está muy mal de salud: sufre de dolores crónicos,
está confinada en una silla de ruedas y padece una úlcera
y artritis severa. Antes de las restricciones, solía visitarla
una o dos veces al año, pero dado que su última
visita fue en mayo de 2004, tiene prohibido regresar a Cuba hasta
2007. Todavía puede enviar dinero y medicinas a Cuba. Pero
está convencida de que su madre necesita más que
eso para soportar sus males.
Redefinición
de la familia
Para
los que no tienen familiares que encajen en la definición
de “familiar cercano”, viajar no es una opción. El gobierno
ha defendido esta restricción subestimando su impacto.
“¿Qué se supone que tenemos que decirles?”, preguntó
Roger Noriega, quien en ese entonces era Asistente para Asuntos
del Hemisferio Occidental de la Secretaría de Estado, a
un periodista. “¿Vamos a continuar permitiendo que este
dinero se amontone
en las arcas de un régimen que los va a mantener encadenados
bajo una dictadura porque queremos preservar el derecho de las
personas a visitar a sus tías?”, agregó.
Pero
para muchas personas con las que Human Rights Watch habló
las consecuencias pueden ser bastante significativas. Saray Gómez,
por ejemplo, está preocupada de que, si su madre enferma
muere, no podrá obtener permiso para visitar a su tía
de 75 años, que también se encuentra muy mal de
salud. “Aparentemente para él [Presidente Bush], las tías
y los tíos no son familia. [Pero] la quiero como si fuera
mi madre. Ayudó a criarme. No tuvo hijos. Eramos sus hijos”,
dijo.
Además de los tíos y las tías, varias personas
que entrevistamos nos hablaron de otros familiares cercanos que
no entran dentro de esta categoría de acuerdo con las nuevas
restricciones. Ignacio Menéndez, de 55 años, vino
a Estados Unidos en el Mariel en 1980, junto con su esposa, que
tuvo que dejar a tres hijos de su primer matrimonio porque su
padre no los dejó salir. Menéndez dice que tenía
una relación muy estrecha con los tres niños y que
le ven como su “verdadero padre”. Desde los noventa, él
y su esposa han visitado Cuba una vez al año, pero ya no
podrán realizar un viaje por motivos familiares hasta 2007.
Él está especialmente preocupado por su hijastra
de 33 años, a la que el año pasado le diagnosticaron
un linfoma y cuya recuperación, después de cuatro
operaciones, está lejos de estar garantizada.
Ivonne
Acanda ya no tiene familiares en Cuba que encajen dentro de la
definición de “familiar cercano” del gobierno de Bush,
pero tiene numerosos tíos, primos y sobrinos,
así como familiares de su esposo, a los que considera parte
de su familia. Uno de ellos es el sobrino de su esposo, ahora
un veinteañero, que fue arrollado por un tren en 2002,
lo que le provocó la pérdida de una pierna y graves
daños en la otra. Desde el accidente, ha viajado tres veces
a Cuba llevándole medicinas, y ha enviado medicamentos
por mensajería cuando no podía viajar. Está
ansiosa por viajar para poder llevarle una silla de ruedas y visitar
a sus otros familiares que no forman parte de su “familia cercana”,
porque, como dice: “La sangre es algo que te tira”.
Lealtades
divididas
Frente
a estas restricciones, muchos cubanos se han sentido obligados
a violar las leyes, ya sea ofreciendo información falsa
para obtener un permiso de viaje, o viajando a través de
un tercer país sin notificarlo a las autoridades. Al parecer,
el medio más usual para eludir las restricciones es inscribirse
en una de las iglesias que tienen permisos especiales como organizaciones
religiosas. Estos permisos están destinados a delegaciones
religiosas que realizan trabajos en Cuba. Sin embargo, varias
personas con las que hablamos dijeron que las iglesias les habían
permitido, mediante el pago de una considerable tarifa, participar
en una delegación y pasar tiempo en Cuba con sus familias.
Es
posible que declararse miembros de una iglesia haya incomodado
a alguna de estas personas, pero sintieron que la necesidad de
ver a familiares lo justificaba. Saray Gómez, por ejemplo,
ex líder católica en Cuba, se inscribió en
una delegación de
santería después que su padre sufriera un ataque
al corazón en diciembre. (Irónicamente, Gómez
abandonó la isla en 1970, en parte, según dice,
porque el gobierno no le permitía practicar su religión.)
Ignacio Menéndez resumió su conflicto interno de
este modo: “Somos ciudadanos de
Estados Unidos y necesitamos cumplir las leyes. Pero tengo derecho
a visitar Cuba.
Cuba es mi país. Mi patria”.
Libertad
restringida
Como
ocurre con el embargo, el gobierno de Bush justifica las restricciones
para viajar
como una respuesta al historial de derechos humanos de Castro.
“Puede que a las personas no les parezca justo”, dijo Noriega,
quien entonces era Asistente de la Secretaría de Estado.
“El problema de la situación cubana no es que las familias
estén divididas. El problema es que la mitad de la familia
vive en una dictadura”, agregó.
Muchas
de las personas entrevistadas para este informe comparten la opinión
crítica del gobierno de Estados Unidos sobre el historial
de Castro en materia de derechos humanos. Algunos dijeron que
ellos mismos habían sido víctimas de la persecución
política en Cuba. Unos cuantos incluso defendieron el embargo.
Pero todos se opusieron a las restricciones para viajar por motivos
de familia. Y, de hecho, varios dijeron que les recordaba precisamente
al tipo de política de la que esperaban escapar cuando
emigraron.
“También
odiamos al gobierno cubano”, dijo Alejandro López, un artista
de 41 años que había sido amenazado con la cárcel
por que su trabajo fue malinterpretado como religioso por las
autoridades. “Estoy aquí porque quiero ser libre. Pero
ahora el gobierno de Estados Unidos quiere tratarme como lo haría
el gobierno cubano”, agregó.
“Entendería
que [una política así] ocurriera en Cuba”, dijo
Beatriz Niz Gallardo, que salió de Cuba en 1983, “pero
no aquí en el país más democrático
del mundo”.
Lourdes
Arteaga, que salió de Cuba en gran parte porque “estaba
cansada de la represión”, dijo: “Aquí están
haciendo lo mismo que hace Fidel. Allá no te dejan salir,
y aquí no te dejan ir a visitar a su familia”.
Para Arlene García, cuyo padre está luchando contra
el cáncer en Cuba, las restricciones son un amargo recuerdo
del tipo de política de la que sus padres querían
que escapara cuando organizaron su emigración siendo una
adolescente, hace 30 años:
“Mis
padres hicieron un gran sacrificio enviándome a mí,
su hija mayor, fuera del país para que pudiera ser libre.
Ahora no puedo visitar ni ayudar a mi padre, que hizo ese enorme
sacrificio para mí. Ahora soy ciudadana estadounidense
y creo que es una vergüenza que nuestro país tenga
una ley así.
Después
de insistir en que no violaría las restricciones para viajar,
Jorge F. Rodríguez agregó:
Me
siento muy mal porque eso fue precisamente por lo que vine a este
país. Salí de Cuba porque no tenía libertad
de expresión… Llego aquí y este es un país
libre, donde tengo toda la libertad para expresarme. Pero creo
que no pueden quitarte el derecho a viajar libremente, especialmente
cuando viajas a un país a visitar a tu familia, y especialmente
cuando un familiar está enfermo. Para un país que
proclama los derechos humanos, está mal establecer restricciones
como éstas.
Al
igual que Rodríguez, muchos otros han cuestionado lo que
consideraron un doble estándar en materia de derechos humanos
en la política del gobierno con respecto a Cuba. Saray
Gómez, por ejemplo, dijo: “No entiendo como un país
que habla sobre los derechos humanos puede hacer algo así”.
Arlene García en una visita a su sobrina y su padre, que
hizo un “gran sacrificio” enviándola fuera Cuba
cuando era una adolescente. Ahora él está luchando
contra el cáncer y ella no puede visitarlo.
“Vinimos
aquí pensando que este era el país de la libertad”,
dijo Ignacio Menéndez. “Dices que eres el país de
la libertad, el país de los derechos humanos, cuando estás
violando los derechos humanos de los cubanos”, agregó.
IV. La libertad de circulación en el derecho internacional
De acuerdo con el Derecho internacional, todos los cubanos tienen
derecho de salir y
volver a Cuba. La Declaración Universal de Derechos Humanos
(DUDH) establece el principio de que “[t]oda persona tiene derecho
a salir de cualquier país, incluso el propio, y a regresar
a su país”.
El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
(PIDCP) establece asimismo que “[t]oda persona tendrá derecho
a salir libremente de cualquier país, incluso del propio”,
que “[n]adie podrá ser arbitrariamente privado del derecho
a entrar en su propio país”.
El
derecho a regresar se extiende incluso a aquellos cubanos que
hayan obtenido la ciudadanía en Estados Unidos o en un
tercer Estado, ya que la definición de “propio país”
en estas disposiciones del PIDCP no se limita al “país
de nacionalidad”. Según el Comité de Derechos Humanos
de la ONU, también se aplica “a la persona que, debido
a vínculos especiales o a pretensiones en relación
con un país determinado, no puede ser considerada como
un simple extranjero”.
El
derecho a la libertad de circulación es un elemento fundamental
de la libertad. La libertad de salir de un país para ir
a otro permite a las personas escapar de sistemas políticos
que les niegan otras libertades fundamentales, sirviendo así
como un último recurso. El derecho de regresar al propio
país protege de manera similar contra la represión
oficial al impedir que el Estado exilie a grupos o personas que
desaprueba.
En
el caso de los extranjeros, el derecho a regresar también
contribuye a fortalecer el
derecho a salir de un país, garantizándoles que
tendrán un lugar donde volver.
En
el caso de los padres e hijos que residen en países diferentes,
el derecho a salir y
volver está protegido además por la Convención
sobre los Derechos del Niño (CDN), que prohíbe la
separación forzada de la familia. La Convención
establece el derecho del niño “a mantener periódicamente,
salvo en circunstancias excepcionales[,] relaciones personales
y contactos directos con ambos padres”.
“El
alcance de la expresión "su propio país"
es más amplio que el de "país de su nacionalidad".
No se limita a la nacionalidad en el sentido formal, es decir,
a la nacionalidad recibida por nacimiento o naturalización;
comprende, cuando menos, a la persona que, debido a vínculos
especiales o a pretensiones en relación con un país
determinado, no puede ser considerada como un simple extranjero”.
Estados Unidos firmó la CDN el 16 de febrero de 1995, pero
todavía no la ha ratificado.
Dispone
que los Estados Partes “respetarán el derecho del niño
y de sus padres a salir de cualquier país, incluido el
propio, y de entrar en su propio país”.
La Convención también les exige que respondan a
las solicitudes de viaje “a los efectos de la reunión de
la familia… de manera positiva, humanitaria y expeditiva”. Y la
DUDH y el PIDCP reconocen un derecho más general a la unidad
familiar, al disponer: “La familia es el elemento natural y fundamental
de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad
y del Estado”.
El
Derecho internacional permite que los Estados restrinjan el derecho
a la libertad de
movimiento, pero sólo en circunstancias limitadas. Tanto
el PIDCP como la Convención sobre los Derechos del Niño
prohíben a los Estados que restrinjan el derecho a salir
de cualquier país, salvo cuando las restricciones en cuestión
estén contempladas en la ley, sean “necesarias para proteger
la seguridad nacional, el orden público, la salud o la
moral públicas o los derechos y libertades de terceros”,
y sean compatibles con los demás derechos reconocidos en
dichos tratados.
La
obligación de respetar el derecho de regresar al propio
país es aún más estricta.
Mientras que el PIDCP establece específicamente que no
se puede “privar arbitrariamente” a nadie de este derecho, el
Comité de Derechos Humanos de la ONU
ha concluido que “hay pocas circunstancias, si es que hay alguna,
en que la privación del derecho a entrar en su propio país
puede ser razonable”.199 Por otro lado, la Convención sobre
los Derechos del Niño no establece restricciones del derecho
a entrar al propio país con el fin de reunirse con la familia.
La Convención relaciona explícitamente este derecho
con la prohibición, en el artículo 9, de la separación
forzosa de las familias. El artículo 9 dispone que los
Estados Partes “velarán por que el niño no sea separado
de sus padres contra la voluntad de éstos”, y sólo
contempla excepciones cuando “tal separación es necesaria
en el interés superior del niño” y cuando dichamedida
sea la que “a reserva de revisión judicial, las autoridades
competentes determinen”. Convención sobre Derechos del
Niño, Artículo 9(1).
El concepto de que la unidad familiar tiene derecho a protección
se ve reforzado por otras disposiciones que prohíben la
injerencia arbitraria en la familia y afirman el derecho a formar
una familia.
“La
referencia al concepto de arbitrariedad en este contexto tiene
por objeto subrayar que se aplica a toda actuación del
Estado, legislativa, administrativa o judicial; garantiza que
incluso las injerencias previstas por la ley estén en consonancia
con las disposiciones, los propósitos y los objetivos del
Pacto, y sean, en todo caso, razonables en las circunstancias
particulares. El Comité considera que hay pocas circunstancias,
si es que hay alguna, en que la privación del derecho a
entrar en su propio país puede ser razonable…”
La práctica de Cuba de negar permisos de salida o de entrada
a sus ciudadanos socava el derecho de éstos a salir y volver,
como lo establece la Declaración Universal de Derechos
Humanos, así como su derecho a la unidad familiar. La obligación
internacional de Cuba de respetar la Declaración Universal
se deriva del hecho que la
DUDH está ampliamente reconocida como parte del Derecho
internacional consuetudinario y constituye una referencia fundamental
para medir el desempeño de cualquier país en materia
de derechos humanos.
Aunque
Cuba no es parte del PIDCP, ha ratificado la Convención
sobre los Derechos del Niño. Al hacerlo, Cuba asumió
la responsabilidad de cumplir las disposiciones del
tratado e incorporarlas a su legislación nacional. En consecuencia,
su negación de permisos de salida y entrada a padres e
hijos que intentan reunirse constituye una violación de
su obligación contractual. Además, el hecho de que
no dé una respuesta oportuna a los padres e hijos que solicitan
permisos de salida o de entrada también supone un incumplimiento
de sus obligaciones de acuerdo con la CDN.
Tampoco
está justificada la negación de permisos de salida
por parte del gobierno cubano a los médicos, aunque puede
cumplir con un objetivo legítimo de salud pública.200
Es fácil imaginar otras maneras menos coercitivas de fomentar
que los médicos practiquen la medicina durante varios años
en Cuba antes de emigrar (como ofrecer incentivos económicos
o establecer un requisito de residencia médica para la
obtención de la licenciatura de medicina). Además,
es muy poco probable que hacer una excepción en el caso
de los médicos que intentan reunirse con sus hijos en el
extranjero tenga un impacto significativo sobre el sistema de
salud pública en Cuba.
Las
restricciones de Estados Unidos sobre los viajes por motivos de
familia también impiden la unidad familiar y socavan el
derecho de los cubanos y los cubanoamericanos a regresar a su
propio país.
La definición limitada de la familia recogida en las restricciones
también es incompatible con las normas internacionales.
Según el Comité de Derechos Humanos de la ONU, el
término “familia” usado en el PIDCP.
Y a diferencia de Cuba, Estados Unidos ha ratificado el PIDCP
y tiene por lo tanto la obligación de perseguir políticas
que promuevan los derechos reconocidos por éste Pacto.
Sin embargo, dado que Estados Unidos no ha reconocido que sus
restricciones para viajar vulneran los derechos, y no simplemente
los privilegios, los sucesivos gobiernos estadounidenses se han
sentido libres para aplicar su discrecionalidad política
a la hora de endurecer o suavizar las restricciones.
Al
permitir los viajes por motivos familiares sólo cada tres
años y no contemplar excepciones por razones humanitarias,
las restricciones actuales limitan gravemente la capacidad de
cientos de miles de cubanos y cubanoamericanos de ejercer su derecho
a regresar a su país de origen. Como se señaló
anteriormente, el Comité de Derechos Humanos de la ONU
ha establecido que “hay pocas circunstancias, si es que hay alguna”
en que la limitación del ejercicio de este derecho sería
aceptable. Dada la ineficacia demostrada del embargo, y la profunda
angustia que provocan las restricciones para viajar por motivos
familiares, no cabe dudas de que la justificación esgrimida
por el gobierno Bush para la política de los viajes no
se ajustaría a los elevados criterios del comité.
Conclusión
En diciembre de 1999, en el momento más polémico
del caso Elián González, el niño de seis
años al que su familia de Miami le impidió regresar
con su padre a Cuba, el Presidente Fidel Castro se presentó
delante de un grupo de alumnos que habían estado protestando
frente a la Sección de Intereses de Estados Unidos en La
Habana y declaró:
La
política de la Revolución, si alguien quiere salir
de nuestro país para otro país, si le dan permiso
de entrada en ese otro país, es autorizarlo a que salga.
Nuestro país no prohíbe que ninguna familia emigre,
porque construir una sociedad revolucionaria y justa como el socialismo
es una decisión voluntaria y libre.
Era
una razón sólida para una política sólida.
Pero, como ha demostrado este informe,
no era más que ficción. Cuba niega con frecuencia
a sus residentes el derecho a salir de su país. También
impide regresar a algunos que han salido. El resultado es la separación
forzada de familias. Dada la angustia que puede causar esta separación,
la verdadera política sobre viajes de Cuba ofrece al gobierno
un instrumento poderoso para castigar a los desertores y silenciar
a los críticos. Y supone una cruda demostración
de que el tipo de “socialismo” de Castro no es, para un gran número
de cubanos, “voluntario” ni está basado en “decisiones
libres”.
Mientras
tanto, el gobierno de Bush se ha comprometido a promover una “Cuba
libre”.
Sin embargo, insiste en hacerlo mediante una política de
embargo que ya ha acumulado un historial de cuatro décadas
de fracaso. En lugar de buscar una nueva y más efectiva
estrategia para promover la democracia en la isla, el gobierno
ha reforzado una característica fundamentalmente inhumana
de la vieja estrategia. En el nombre de la promoción de
la libertad en Cuba, Estados Unidos ha socavado una libertad fundamental
de cientos de miles de cubanoamericanos. Y, al hacerlo, ha provocado
un daño profundo y, en ciertos casos, irreparable a incontables
familias cubanas.
El
reto de construir una sociedad cubana más abierta y justa
es urgente. La solución, sin embargo, no puede estar basada
en el desprecio por los derechos individuales ni el bienestar
de las familias. Ha llegado el momento de que tanto el gobierno
estadounidense como el gobierno cubano pongan fin a sus políticas
inhumanas con respecto a los viajes.
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