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| El Veraz. | San Juan, Puerto Rico |
Raul Castro y su decrepito gobierno

Por Jorge Hernández Fonseca

Se consumó la sucesión raulista en Cuba, haciéndose de la manera más imprevisiblemente desastrosa para los intereses castristas. Ahora sólo es esperar cómo un grupo de viejos encartonados (que sobreviven a base de PPG) afronta las expectativas de cambios de pueblo cubano, basados en un refuerzo de más “generales de Raúl” en el poder político. Fidel había escrito enigmáticamente poco antes, “no habrá cambios y si los hay, será en Estados Unidos”. Ahora sabemos que eso significa no sólo ‘más de lo mismo’, sino peor y más viejo de lo mismo.

No se trata de que las designaciones hayan recaído en revolucionarios probados a los que la oposición ‘odia’ precisamente por eficientes. No; ha sido la designación más comprometedora según los observadores internacionales y los analistas políticos del caso Cuba, si de preservar se trata los intereses del comunismo cubano y su supervivencia. Se han dado un tiro en el pie.

En este proceso sucesorio hay sin embargo lecciones que aprender. Realidades que surgen a partir precisamente de las deseables expectativas de promoción de jóvenes al centro del poder, que no sólo no se consumaron, sino que se señalaron caminos opuestos, conservadores y reaccionarios. El primer vicepresidente es un símbolo decadente. Mejor para la oposición, que ya sabe que no puede esperar nada positivo de la dictadura en el aspecto “democratización”.

No se trata de que el ex guerrillero “de la Sierra” e incondicional de Raúl, Machado Ventura, sea más o menos competente. No es ese el enfoque. Este personaje en ningún país, libre o oprimido, podría ser nunca centro del poder político al más alto nivel, porque carece de condiciones personales, de empatía, liderazgo y don de gentes. Es simplemente detestable. En cualquier elección libre (diferente a esa) él no resultaría electo de absolutamente nada.

De los discursos previos de Raúl y en los escritos recientes del enfermo dictador vitalicio, podían deducirse una renovación. La realidad sin embargo nos enseña que quizá hubo miedo, lo que implica inseguridad en la cúpula geriátrica, sintomático de divisiones generacionales insalvables, o al menos no ecuacionadas en este momento crítico. Eso augura lucha, precisamente en el campo (quien lo diría) que el marxismo ha insistido: “lo viejo contra lo nuevo”

Al rechazo generalizado del pueblo de dentro y fuera de la isla, se le une ahora (con argumentos) la convicción de los pocos comunistas jóvenes de la generación post Sierra Maestra con un postulado ya demostrado: “No se puede acceder al gobierno cubano sin ser un viejo retrógrado” Es la misma filosofía demostradamente ineficaz de los soviéticos, que los llevó a la bancarrota definitiva cuando no hubo más remedio que “poner a un joven”: Gorvachov.

Desde el punto de vista utilitario, la oposición democrática gana con este retroceso de la dictadura. Cuando Raúl para protegerse designa un hombre desconocido y gris como su segundo al mando, lo que realmente está haciendo es colocando la espoleta para que la dictadura explote en la próxima sucesión (si es que se llega allá). Jamás Machado Ventura será una opción de poder en Cuba y Raúl lo ha hecho saltar del anonimato al puesto sucesorio.

Este aparente error generacional pudiera tener implicaciones interesantes. El cargo más ambicionado, en este momento de luchas intestinas en el seno de la cúpula gobernante en Cuba, es precisamente el de sustituto de Raúl, porque evidentemente será el próximo heredero de los hermanos Castro. A Raúl pocos lo discuten, pero quien sea que ocupe el cargo de ser su sustituto, está directamente en la línea sucesoria y eso es muy peligroso para un dirigente joven cubano, sin “el poder de los cañones” que tienen los generales, o “los de la Sierra”.

Por eso probablemente el nombramiento de un hombre gris, pero ex guerrillero, que no despierta envidias intestinas (todos saben que jamás será el presidente cuando Raúl y Fidel ya no estén) y en este caso, no cabe dudas que sería una jugada propia de Fidel, nunca de Raúl.

Este razonamiento sin embargo implica otra deducción. A los hermanos Castro sólo les interesa el futuro inmediato, mientras estén vivos ellos, dejando a sus sucesores una bomba de tiempo nombrado segundo de Raúl a un hombre tan falto de condiciones como el recién nombrado. Es el germen de la autodestrucción presente en toda obra comunista, que acaba desmontándola.

Otro aspecto a prestar atención en los cambios de Raúl es el haber impuesto a nuevos generales entre los vicepresidentes del Consejo de Estado. Que los generales sean mayoría no hace más que hacer evidente que ahora, en lugar de estar ante una revolución liberadora --como dice su propaganda-- ha pasado a ser una simple y bochornosa dictadura militar más.

En el campo de las sorpresas --esta menos esperada que la convocatoria raulista al asilo de ancianos-- fue la designación, de nuevo, de Ricardo Alarcón al frente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, después del papelazo que escenificara ante a los estudiantes universitarios. La detención amañada del estudiante contestatario, símbolo de esta memorable reunión, y la posterior retractación (sin retractarse) que le obligaron a recitar, ya señalaba en esa dirección: Alarcón se quejó “al Partido” de que alguien le preparó una “encerrona” filmada y distribuida copiosamente en Cuba y el extranjero usando la famosa y prohibida red de Internet, ‘a espaldas del Comandante en Jefe’. Hubo que actuar en consecuencia. Pero su salida es cuestión de tiempo. No se puede presidir nada, en ningún lugar, siendo tan minuciosamente incompetente.

Después de esta reorganización (donde viejos y generales se despacharon) las cosas quedan así: El nuevo presidente del país, preside pero no manda. Tiene que consultar cada una de las “decisiones importantes” con un viejo enfermo y caprichoso, “tocado por los dioses”. Su segundo al mando, el primer vicepresidente, es el hombre más gris y detestable que ha dado el proceso dictatorial que nos oprime y jamás sucederá a Raúl como presidente. Los nuevos miembros de la vicepresidencia colegiada, todos son generales de Raúl, tan o más viejos que él, y ya compiten con su jefe (y su hermano mayor) la indeseable carrera ante la parca.

Era sabido que la sucesión tenía sus riegos. Sin embargo, nadie pudo imaginar que el panorama sucesorio se presentara tan negativo hacia la propia dictadura que lo programó. No hay solución al comunismo cubano, pero había maneras de preservarlo en tiempo, en función de factores internacionales que les son favorables y que podrían ser aprovechados. Sin embargo, el mundo sabe ya (como sabemos los cubanos) que no hay, ni en el futuro habrá, solución democrática con los hermanos Castro y la pléyade incondicional que los rodea.

Raúl acaba de desaprovechar su oportunidad para tirar la isla del pantano material en que su hermano la sumió. El comunismo no tiene solución, pero al menos podía intentar dar un poco de pan al sufrido pueblo cubano. Con esta componenda geriátrica, llenando de incondicionales e incompetentes los cargos de decisión, Raúl demuestra que sus intenciones van dirigidas en la misma dirección de Fidel: jerarquizar la incondicionalidad por encima de la eficiencia; garantizar los amigotes por encima del relevo generacional; preservar el poder a toda costa y a todo costo, de espaldas al sufrido pueblo cubano, que tenía en él cifradas sus esperanzas para que los dejen entrar en los hoteles, les permitan comer en sus restaurantes, navegar en la Internet y un largo etcétera que deshonra al pueblo cubano. ¡Es una verdadera vergüenza!


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