Human
Rights Watch
Represión
durante el gobierno de Raúl Castro
Desde que asumió en julio de 2006, el gobierno de Raúl
Castro ha continuado encarcelando a disidentes mediante la aplicación
de muchas de las mismas leyes empleadas durante el
gobierno de Fidel Castro.
Estas
leyes incluyen aquellas que penalizan el desacato, la asociación,
la desobediencia, la resistencia y los atentados contra los
funcionarios públicos.
El gobierno de Raúl Castro también ha aplicado,
en particular, una disposición sobre “peligrosidad” con
el fin de encarcelar a personas que no han cometido ningún
delito.
Esta
disposición ha sido aplicada tanto a disidentes como
a ciudadanos cubanos comunes desempleados o que trabajan por
cuenta propia en forma ilegal.
Aplicación de la disposición sobre peligrosidad
Durante la investigación para la elaboración de
este informe, Human Rights Watch documentó más
de 40 casos de disidentes condenados en virtud de la ley de
“peligrosidad” por el gobierno de Raúl Castro. Muchas
personas más informan haber recibido “actas de advertencia”
en las cuales se indica que el ejercicio de sus derechos fundamentales
constituye una forma de conducta “peligrosa”.
Los casos se extienden en las 14 provincias de Cuba y afectan
a personas de diversas profesiones. Algunas pertenecen a organizaciones
no oficiales, tales como sindicatos o grupos de jóvenes,
mientras que otras son personas sin afiliación alguna.
Entre ellas se incluyen periodistas, miembros de grupos religiosos,
médicos, estudiantes y defensores de derechos humanos.
El grupo está integrado por diversas personas, entre
ellos un conductor de bicitaxi que intentó organizar
a sus compañeros bicitaxistas en un sindicato independiente,
un periodista que creó una agencia de prensa independiente,
y un defensor de derechos humanos que intentó atravesar
Cuba a pie para llamar la atención sobre los abusos y
los presos políticos.
La acusación formal del activista político Digzan
Saavedra Prat constituye un ejemplo del tipo de actividades
que el estado considera peligrosas. Saavedra, un miembro de
un grupo de derechos humanos no oficial de Banes, provincia
de Holguín, recopilaba información sobre abusos
y asistía a encuentros no autorizados. En su acusación
se le imputa, entre otras formas de “conducta antisocial”, lo
siguiente:
Se
relaciona con personas de mala conducta moral y social, presume
de guapo,... se manifiesta en contra del proceso revolucionario
y de las personas integradas a la Organizaciones Políticas
que viven en su zona de residencia. Le constan Cuatro Advertencias
Oficiales y Dos cartas educativas.... [E]ste no mejora su conducta
representando un mal ejemplo para la nueva generación.
Saavedra manifestó que el fiscal no presentó testigos,
“actas de advertencia”, ni ninguna otra prueba durante su juicio
sumario celebrado a puertas cerradas en enero de 2008.
Cuando Saavedra informó a su abogado defensor que sus
derechos estaban siendo violados, este le dijo que, a menos
que quisiera recibir una condena más severa, era preferible
no hablar de derechos ante el tribunal. Saavedra fue condenado
a un año de
“reeducación” y fue trasladado inmediatamente a prisión.
Medidas contra personas desempleadas y que desarrollan
una actividad por cuenta propia en forma ilegal
El gobierno cubano también aplica la disposición
sobre “peligrosidad” a personas que no son disidentes pero están
desempleadas o desarrollan una actividad laboral por cuenta
propia en forma ilegal. Conforme a la disposición sobre
“peligrosidad”, aquellos que “viven como un parásito
social, del trabajo ajeno” participan de una forma de “conducta
antisocial” y pueden ser castigados.
El encarcelamiento de personas debido a que no forman parte
del sistema laboral bajo el control del estado demuestra que
cualquier forma de no cooperación con el gobierno cubano
puede ser considerada una conducta peligrosa.
El cuentapropismo se encuentra estrictamente regulado por el
gobierno cubano, y la
autorización para administrar un negocio privado se otorga
en forma individual, según cada caso.
Administrar
un negocio o trabajar en él sin autorización del
gobierno es ilegal.
Tanto no disidentes como disidentes manifestaron a Human Rights
Watch que era difícil subsistir con el salario de un
empleo oficial de tiempo completo y con las raciones del gobierno.
Los trabajadores con los cuales hablamos informaron que los
salarios mensuales oscilaban entre 250 y 400 pesos cubanos,
es decir, entre USD 9,50 y 15,20.
Enyor
Díaz Allen dijo que el salario mensual no era suficiente
para comprar un par de zapatos. Rafael Meneses Cuco señaló
que el dinero no le alcanzaba para comprar un cepillo de dientes.
“Gerardo Domínguez” afirmó que si no hubiera buscado
una segunda fuente de ingresos, él y su madre jubilada
no tendrían dinero suficiente para comer.
En 2008, varios desastres naturales y otros provocados por el
hombre profundizaron las dificultades económicas de la
mayoría de los cubanos. Una serie de tres huracanes devastadores
azotaron la isla y provocaron daños por alrededor de
USD 10.000 millones, y la crisis financiera mundial desaceleró
drásticamente el crecimiento económico de Cuba.
En respuesta, en 2009 el gobierno cubano introdujo una serie
de medidas de austeridad, como la reducción del 50 por
ciento en las porciones de almuerzo ofrecidas en los lugares
de trabajo, que afectaron a todos los cubanos.
Mientras tanto, las sanciones del embargo estadounidense, que
lleva ya varias décadas, continúan perjudicando
a todos los sectores de la población cubana.
Frente
a tales dificultades económicas, algunos cubanos afirmaron
que habían optado por trabajar en negocios no oficiales
dado que, a pesar del riesgo, podían obtener mejores
salarios.
Otros dijeron que preferían no tomar empleos del gobierno
porque no estaban interesados en el trabajo que les ofrecían,
el cual, por lo general, consistía en empleos en el sector
de la construcción o agrícola. Diversos defensores
de derechos humanos y periodistas en La Habana, Sancti Spíritus,
Holguín, Santiago y Guantánamo manifestaron que
los cubanos que no tenían empleo o desarrollaban una
actividad por cuenta propia en forma ilegal eran juzgados sistemáticamente
por “peligrosidad”.
“Gerardo Domínguez”, un ciudadano de 28 años de
La Habana, que no pertenece a ningún grupo o movimiento
político no oficial, comentó a Human Rights Watch
que más de diez de sus amigos habían recibido
advertencias o habían sido encarcelados por no trabajar
o por operar negocios secundarios no autorizados. Uno de sus
amigos fue descubierto mientras vendía autopartes sin
permiso oficial en 2008, y fue acusado de “peligrosidad”.
“Michel Labrada”, otro residente de La Habana, dijo que la policía
visitó cada vivienda de su vecindario en junio de 2009
para elaborar una lista por hogar de quiénes tenían
empleo y quiénes no. Los desempleados fueron asignados
a tareas durante un plazo breve, y se les comunicó que
recibirían una advertencia por “conducta antisocial”
si no se presentaban a trabajar.
Según
la defensora de derechos humanos Ana Margarita Perdigón
Brito, “Luis Acosta”, un residente de Sancti Spíritus
que no podía trabajar debido a lesiones en la columna
vertebral, asma crónica y otras afecciones, fue condenado
a dos años por “peligrosidad”, debido a no tener empleo.
Acosta manifestó que sus afecciones y el hecho de que
recibía asistencia por discapacidad del gobierno no fueron
tenidos en cuenta durante su juicio sumario celebrado a puertas
cerradas.
Gabriel Díaz Sánchez, un defensor de derechos
humanos, describió un operativo idéntico realizado
en Bayamó, provincia de Granma, a comienzos de 2009.
Contó que si bien el gobierno estaba llevando a cabo
un censo de hogares, los funcionarios también preguntaban
quién estaba desempleado y les asignaban nuevos empleos.
Aquellos que no se presentaban a trabajar a sus nuevos empleos,
comentó Díaz, eran llevados ante los tribunales
y acusados de “peligrosidad”.
En 2009, el gobierno lanzó una nueva campaña dirigida
a los desempleados en Cuba
Oriental, denominada Operación Victoria. Según
varios defensores de derechos humanos de la provincia de Guantánamo,
la campaña consistía en enviar advertencias oficiales
a los desempleados, especialmente a los jóvenes, y en
someterlos a vigilancia policial.
Las
personas que no encontraban trabajo en el término de
algunas semanas de haber recibido sus advertencias eran condenadas
por “peligrosidad”.
A partir de enero de 2009, las noticias sobre el operativo se
transmitieron en estaciones de radio y televisión estatales,
y se difundieron durante las reuniones de los comités
de defensa de la revolución o CDR
El 12 de enero de 2009, se emitieron advertencias oficiales
a, aproximadamente, 80 personas —la mayoría de ellas
jóvenes— en Guantánamo por estar desempleadas,
según el periodista Luis Felipe Rojas, quien informó
sobre el operativo. Rojas sólo pudo publicar sus artículos
acerca del operativo —al igual que todo su trabajo en el cual
critica las acciones del gobierno cubano— en sitios web alojados
fuera de Cuba.
Según Rojas, las personas a quienes se dirigieron las
advertencias obtuvieron un plazo de 15 días para obtener
un empleo y se les informó que, de lo contrario, serían
puestos a disposición de los tribunales.
Rojas contó a Human Rights Watch que, en febrero de 2009,
35 de las 80 personas fueron acusadas de “peligrosidad” y recibieron
condenas que contemplan desde un año de trabajo forzado
hasta cuatro años de prisión. Afirmó que
la Operación Victoria “tenía el objetivo de agarrar
a personas que no trabajan, pero terminaron agarrando a personas
que laboraban por cuenta propia para poder sobrevivir, revendiendo
artículos, haciendo trabajos manuales, llenando aire
a los neumáticos, vendedores ambulantes, y así,
agricultores independientes, etc. ”.
Además
de castigar a aquellos que no tienen empleo, el gobierno lanzó
una campaña
propagandística destinada a mostrar a las personas sin
empleo como parásitos sociales y a alimentar el resentimiento
colectivo contra quienes operan negocios no autorizados.
En marzo de 2009, un joven al que se lo llamó “Gustavo”
en un artículo publicado en Granma, el periódico
oficial del gobierno, fue juzgado por “peligrosidad” ante una
audiencia de curiosos en una plaza pública, en Las Tunas.
Según el artículo, el evento fue “llamado a elevar
la cultura jurídica y la conciencia de la población”.
Gustavo
fue acusado de cambiar moneda en forma ilícita y, según
lo informado por el artículo, el desdén de la
comunidad se veía reflejado en “las miradas del pueblo
donde se mezclan rechazo a actitudes impropias y preocupación,
cuando son jóvenes los ‘tristes protagonistas’ de tales
deformaciones”.
El artículo finalizaba con un llamado a la autorreflexión
y a un cambio en la conducta por parte del público:
Ojalá el malestar que refleja su semblante [el de
Gustavo] sea vergüenza, arrepentimiento, gratitud ante
la diestra defensa por parte del abogado... Ojalá la
repercusión de este y de otros casos evaluados por su
índice de peligrosidad, sirva para que todos (“torcidos
y rectos”, familia y comunidad, instituciones y sociedad), saquemos
la conclusión que nos lleve a ser más preventivos
e intransigentes ante lo mal hecho y mejores en lo que a cada
quien corresponde hacer.
Las personas con las cuales hablamos en otras provincias afirmaron
que los juicios por “peligrosidad” como el de Gustavo se transmitían
en la televisión estatal a modo de advertencia para al
público.
El
círculo vicioso: los disidentes desempleados y la “peligrosidad”
En el gobierno de Raúl Castro, se niega sistemáticamente
el trabajo a los disidentes debido a sus opiniones políticas.
Dado que cualquier persona desempleada puede ser acusada de
“vivir del trabajo ajeno” y, por lo tanto, ser declarada culpable
de “conducta antisocial”, la disposición sobre “peligrosidad”
ofrece un sistema a medida para castigar el disenso.
Los
disidentes no pueden conseguir empleo porque son considerados
peligrosos, y se los considera peligrosos porque no tienen empleo.
Ana Margarita Perdigón Brito, defensora de derechos humanos
en Sancti Spíritus y hermana de un periodista condenado
por “peligrosidad”, describió este círculo vicioso
en los siguientes términos: “Mi hermano trabajaba con
el gobierno y lo despidieron por no ser confiable, por ser defensor
de los derechos humanos. No le daban trabajo y después,
cuando lo encausaron, lo encausaron por decir que no trabajaba.”.160
Su hermano Raymundo Perdigón Brito fue condenado a cuatro
años de prisión por “peligrosidad” en diciembre
de 2006.
Alexander Santos Hernández, miembro del Movimiento Liberal
Cubano de Holguín, de
carácter no oficial, fue despedido en 2005 de su empleo
como instructor de artes marciales.
Cuando se acercó al centro de trabajo del estado para
buscar un nuevo empleo, según
manifestó, un funcionario de gobierno le dijo: “los gusanos
no se merecen trabajo”.
Tras
solicitar empleo sin éxito durante varios meses, fue
condenado a cuatro años por “peligrosidad” en 2006. Según
Santos, el argumento principal que utilizó el fiscal
del estado en su juicio fue que se encontraba desempleado.
Hugo Damián Prieto Blanco, un activista político
que juntaba firmas para el Proyecto Varela, recibió el
beneficio de la libertad condicional en febrero de 2008 tras
cumplir tres años y medio de una condena de cuatro años
por “peligrosidad”. No obstante, según su esposa, una
vez liberado, no pudo encontrar trabajo. Un empleador tras otro
le decía que no era “idóneo” o “confiable”, o
que no contrataban “contrarrevolucionarios”. Su libertad condicional
fue revocada en agosto de 2008 con el argumento de que estaba
desempleado, y fue enviado nuevamente a prisión, donde
cumplió el resto de su condena hasta mayo de 2009. “En
el tribunal nos dijo el juez que él no encontraba trabajo”,
declaró su esposa. “Pero
es que no le dan trabajo”.
Como
se destacó al comienzo de este informe, Ramón
Velásquez Toranzo fue condenado a tres años de
prisión por “peligrosidad” en enero de 2007 por intentar
cruzar Cuba a pie para llamar la atención sobre la situación
de los derechos humanos. Según señaló su
hija, el argumento principal presentado por el fiscal del estado
en su juicio fue su situación de desempleo.
El
gobierno manifestó que había enviado tres advertencias
oficiales a la casa de Velásquez en las semanas anteriores
a su detención, en las cuales se le informaba que su
falta de empleo constituía una “conducta antisocial”.
Pero él no se encontraba en su casa para recibir las
advertencias debido a que esto sucedió durante su caminata.
Además de la ley de “peligrosidad”, el gobierno de Raúl
Castro ha empleado muchas de las mismas leyes que penalizan
el disenso y que fueron aplicadas durante el gobierno de Fidel
Castro. Entre los casos más destacados pueden mencionarse
el de Rigoberto Zamora Rodríguez y el de Yoandri Gutiérrez
Vargas; ambos fueron condenados a dos años de prisión
por actuar en desacato al jefe de estado debido a haberse manifestado
públicamente contra el gobierno en Bayamo, provincia
de Granma, en enero de 2008
La acusación del fiscal, cuya copia obtuvo Human Rights
Watch, expresaba que dos ex miembros de “grupúsculos
contrarrevolucionarios ... empezaron a manifestarse contra nuestro
proceso revolucionario” en la vía pública.
Zamora y Gutiérrez, proseguía, habían
alentado a las personas a: no realizar el boto unido que fortalece
a nuestro sistema político y social, y manifestaron frases
ofensivas contra la figura de nuestro Comandante en Jefe, entre
las que se econtraban: “este viejo nos está matando de
hambre”, “abajo Fidel”, “abajo la vieja esa”(N. E. refiriendose
a Raul Castro), “abajo el comunismo”....
La acusación también decía que Zamora estaba
desempleado, “no realiza actividad socialmente útil”
y “se relaciona con personas contrarrevolucionarias”, y que
Gutiérrez,
además de estar desempleado y vincularse con contrarrevolucionarios,
“no pertenece a ninguna organización de masas”.
Enyor Díaz Allen, miembro del grupo no autorizado Jóvenes
por la Democracia de Guantánamo, fue condenado a un año
de prisión por desacato en marzo de 2009 cuando participaba
en una pequeña protesta contra al gobierno y exigía
respeto por los derechos humanos.
Las autoridades habían arrestado a Díaz en tres
oportunidades antes de su detención por participar en
actividades pacíficas y le habían advertido que
sería encarcelado si no modificaba su conducta. El activista
por la democracia Maikel Bencomo Rojas afirmó que fue
hostigado en reiteradas oportunidades por oficiales de seguridad
debido a que tenía un tatuaje en la espalda que decía
“Abajo Fidel”. Fue arrestado mientras se dirigía a una
reunión no autorizada en La Habana y fue condenado a
dos años de prisión en febrero de 2008.
Fue acusado de llevar a cabo un atentado contra la autoridad
y de desacato. En otro caso, Alejandro Jiménez Blanco
fue acusado de resistencia a la autoridad por haber proferido
consignas contra el gobierno y en favor de la democracia en
una plaza pública en Guantánamo, en marzo de 2009.
Fue condenado a dos años de prisión
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