Human
Rights Watch
Exposición
a la tuberculosis
En tres casos no relacionados —cada uno de los cuales se produjo
en una cárcel distinta y en diferente momento— los presos
políticos manifestaron que habían sido trasladados
a lugares muy cercanos a presos que padecían tuberculosis
(TB).
En los tres casos, los presos políticos fueron trasladados
de sus celdas, en las cuales no estaban expuestos a la TB, sin
que se les diera ningún tipo de explicación.
Los
casos sugieren que las autoridades, deliberadamente, exponían
a los presos políticos a una enfermedad sumamente contagiosa
y potencialmente mortal.
También
suponen la violación de normas internacionales, en virtud
de las cuales los funcionarios médicos deben asegurar
el aislamiento de los reclusos que sufren enfermedades infecciosas
o contagiosas.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha manifestado
que el hacinamiento, la malnutrición, la ventilación
deficiente y el acceso limitado a atención de la salud
hacen que las cárceles sean caldo de cultivo e incubadoras
de TB.
La tasa de incidencia de la TB en las cárceles puede
ser 30 veces superior que fuera de ellas.
Los
presos con problemas de salud graves, como aquellos que son
endémicos en las cárceles cubanas, son más
susceptibles a contraer TB y a sufrir efectos
más adversos sobre la salud, incluida la muerte.
La tasa de mortalidad por TB en las cárceles puede ser
cinco veces superior que fuera de ellas.
En 2008, el disidente Eduardo Pacheco Ortíz cumplía
una condena de dos años en prisión por “peligrosidad”
en la cárcel Canaleta, en Ciego de Ávila, cuando,
según su relato, fue transferido repentinamente a otra
unidad.
Eso me sorprendió mucho porque, cuando llegué
aquí, los presos me dijeron:
“Aquí no traen a nadie, ni se llevan a nadie de aquí,
porque estamos en cuarentena”
.
Les pregunté: “¿Por enfermedad?”, y me dijeron:
“Por tuberculosis”. Era muy sospechoso que me mandaran a un
lugar donde había más de 70 casos de tuberculosis.
Pacheco dijo que en la unidad a la cual había sido transferido
había aproximadamente 75 presos que compartían
hacinados una única celda, con ventilación deficiente
y dos letrinas, es decir, condiciones ideales para la diseminación
del virus. Según tenía entendido, era la única
persona de la unidad que no tenía tuberculosis.
Dos
miembros del grupo de 75 presos políticos arrestados
en 2003 —que ya padecían algún tipo de dolencia
médica grave— manifestaron que fueron transferidos a
celdas con presos que sufrían TB.
El Dr. Alfredo Pulido López contó a su esposa
que, en 2007, había sido transferido a una celda de cuarentena
para presos con TB en la cárcel Kilo 7, en Camagüey.237
Y en 2005, Normando Hernández González contó
que en la cárcel Kilo 5½, en Pinar del Río,
le habían asignado una celda para compartir con un preso
que padecía TB.
A ninguno de esos presos políticos se les había
diagnosticado TB antes de ser transferidos, y no se les dieron
explicaciones con respecto a los traslados. Dado que Pulido
y Hernández ya sufrían problemas de salud graves
y crónicos al momento de su exposición, ambos
corrían un riesgo especial de contagio.
Como resultado de su exposición, tanto Pulido como Hernández
tuvieron que recibir tratamiento médico prolongado contra
la TB que consistió en un régimen agresivo con
antibióticos, lo cual agravó algunos de los problemas
de salud que ya tenían. En septiembre de 2005, Hernández
escribió lo siguiente sobre su tratamiento en una carta
abierta desde la cárcel:
Las dos pastillas que tomé de lunes a viernes durante
seis meses agravaron mis enfermedades gastrointestinales, mi
gastritis se convirtió en una gastroduodenitis crónica,
mi yeyunitis también se hizo crónica, y comencé
a presentar problemas en el colon, diagnosticado por la especialista
en gastroenterología Miraida.
Condiciones antihigiénicas
Por lo general, las condiciones de la mayoría de las
cárceles de Cuba no cumplen con los requisitos establecidos
en las leyes cubanas ni en las normas internacionales.
Las
leyes cubanas establecen que el estado debe proporcionar a quienes
sean privados de la libertad “artículos de primera necesidad”
y promover “mejores condiciones penitenciarias”.
Sin embargo, tanto ex presos como familiares de personas que
actualmente se encuentran en prisión coinciden en que
los alimentos son insuficientes y no cumplen con las condiciones
de higiene necesarias, y en que el agua está contaminada;
y en que los reos conviven hacinados en las celdas, que estas
carecen de una adecuada ventilación y que están
plagadas de roedores, mosquitos y otros insectos.
También
coinciden en que prácticamente no cuentan con camas donde
dormir, y en que los presos suelen dormir sobre el piso. Estas
condiciones deficientes afectan a todos los presos.
Decenas de presos y sus familiares dicen que no era poco habitual
que hasta 100 internos compartieran una única celda con
un sólo baño. Según lo establecen las normas
internacionales, los reclusos pertenecientes a categorías
diversas deben alojarse en diferentes celdas o, por lo menos,
en diferentes secciones, pero, como se señaló
anteriormente, los presos políticos expresaron que las
autoridades ignoraban sistemáticamente esta norma.
El
hacinamiento suele generar o agravar otros problemas, como condiciones
de vida antihigiénicas, problemas de salud y falta de
privacidad. El Comité Europeo para la Prevención
de la Tortura y de las Penas o Tratos Inhumanos o Degradantes
(CPT) ha concluido que:
Todos los servicios y actividades dentro de una prisión
se verán afectados adversamente si tienen que atender
a más presos de los que se había previsto acomodar;
la calidad de vida global en el establecimiento se verá
mermada, quizás de forma significativa. Además,
el nivel de superpoblación en una prisión, o en
una zona determinada de la misma, puede ser tal, que resulte
inhumano o degradante desde un punto de vista físico.
Eduardo Pacheco Ortíz describió las condiciones
de la cárcel de Canaleta, en Ciego de Ávila, donde
estuvo recluido como preso político por “peligrosidad”,
de la siguiente manera: “En cada cubículo deben caber
60 personas, pero en muchas ocasiones hay 80 personas, y hay
veces que no hay ni dos sanitarios. Los sanitarios son ... lugares
donde hay un hueco donde tu pones los pies; ahí no hay
ni un desinfectante”.
En
marzo de 2009, en una conversación telefónica
desde la cárcel con un defensor local de derechos humanos,
el preso político Hugo Damián Prieto Blanco expresó
que en enero de 2009, cuando estaba en la cárcel Combinado
del Este, en La Habana, no hubo agua en la prisión durante
toda una semana. Por lo tanto, los funcionarios penitenciarios
tuvieron que racionar el agua.
“Estuvimos una semana sin agua y no había con qué
asearse ni se podían descargar los baños”, dijo
Prieto.
Iván Hernández Carrillo, un periodista que ha
estado cumpliendo una condena de 25 años de prisión
desde 2003 y que se encuentra actualmente en la cárcel
de Guanajal, en Villa Clara, le dijo a su madre durante las
visitas que le daban poco alimento y en mal estado, y que cuando
lo comía le producía fuertes dolores de estómago.
También le comentó que la provisión de
agua de la cárcel estaba contaminada y que había
desarrollado parásitos varias veces. Hernández,
al igual que muchos de los 50 reclusos con los cuales compartía
su celda, sufría una infección por estafilococos
y erupciones, afecciones que atribuía a la falta de higiene
y a que todos los compañeros de celda usaban un único
baño.
Víctor Yunier Fernández Martínez, un activista
político que fue trasladado a tres cárceles durante
su condena de tres años de prisión por “peligrosidad”,
expresó que los alimentos y el agua de todas las cárceles
le hicieron desarrollar parásitos y contraer infecciones
bacterianas.
Las condiciones antihigiénicas pueden contribuir a aumentar
las tasas de enfermedad y muerte carcelarias, y se ha determinado
que constituyen violaciones de las garantías contra los
tratos crueles, inhumanos o degradantes, así como de
los derechos a la vida, la salud y la dignidad.
|